La atropina es, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), un medicamento que pertenece al grupo de las aminas terciarias y que se utiliza, sobre todo, para reducir los espasmos producidos en distintas partes del cuerpo. Sin embargo, como refleja una nueva publicación de X (antes Twitter), un uso abusivo puede llegar a dejar a la persona intoxicada “loco como una cabra, ciego como un murciélago, seco como una raspa, caliente como un horno y rojo como un tomate”.
Así describe sus efectos adversos el famoso farmacéutico Julio Fernández (@JulioFdez79), quien ha elaborado un aplaudido hilo en X en el explica cómo identificar a una persona intoxicada con atropina. Tanto, que en menos de 24 horas ya acumula casi 160 repost, 1.200 me gusta y ha sido guardado por 307 usuarios.
“La atropina atraviesa la barrera del cerebro, y en una intoxicación provoca una importante excitación a nivel central”, comienza el farmacéutico. Así, al afectar a determinados nervios, puede derivar en psicosis atropínica con delirio, trastorno de la percepción (alucinación liliputiense) e irritabilidad: “loco como una cabra”.
“Loco como una cabra, ciego como un murciélago, seco como una raspa, caliente como un horno y rojo como un tomate”
Además de afectar al cerebro, la atropina también bloquea los receptores muscarínicos a distintos niveles, lo que produce diversas complicaciones. En concreto, a nivel ocular, produce midriasis y paraliza la acomodación (ciclopejía), lo que provoca visión borrosa y deja a la persona con dificultad para ver objetos, sobre todo de cerca: “ciego como un murciélago”.
Por otro lado, “al bloquear los receptores muscarínicos a nivel glandular”, disminuye todas las secreciones, un efecto conocido como “anticolinérgico”. “Principalmente se presenta xerostomia e incapacidad para sudar: "seca como una raspa”.
"Provoca visión borrosa e incapacidad para sudar"
“Al estar disminuida la sudoración”, continúa Julio, “el cuerpo tiene dificultades para liberar calor, lo que hace que la piel esté caliente”. Debido a ello, se inhibe la actividad de las glándulas sudoríperas y se relaja el músculo liso: “caliente como un horno”.
Por último, este aumento de la temperatura de la piel no pasa desapercibido para los receptores de temperatura de nuestro tiempo, que envían señales al centro termorregulador de nuestro tiempo. Este intentará que perdamos temperatura produciendo “vasodilatación periférica” y dejándonos la cara colorada (facie rubicunda): “rojo como un tomate”.
El hilo del farmacéutico, como todas sus publicaciones en redes sociales, ha sido excepcionalmente recibido por los usuarios de X, especialmente por sus compañeros de profesión. “Caliente como un estudiante de medicina”, menciona una de ellas sobre la forma en la que le hicieron aprendérselo en la universidad.