Hasta finales del siglo XIX, la inmensa mayoría de las culturas del mundo consideraban que, si un bebé nacía más temprano de lo que estaba previsto, este no estaba destinado a sobrevivir en el futuro, por lo que no se intentaba salvarlos. Fueron una serie de pioneros los que se atrevieron a abordar esta problemática y tratar de darles una oportunidad a los bebés prematuros.
Así lo explica el farmacéutico Julio Fernández, quien ha publicado un hilo de X (antes Twitter) en el que cuenta cómo fue este proceso y la historia del cuidado neonatal desde entonces. “Hasta no hace mucho, el traer niños al mundo era una tarea casi exclusiva de comadronas o mujeres, los médicos hombres eran inmensa mayoría y su preocupación solía ser salvar la vida de la madre por encima de la del bebé en ciernes”, arranca poniendo en contexto.
Y si ya se hacía menos caso a los bebés en general, los prematuros tenían prácticamente imposible sobrevivir. Como recuerda el farmacéutico, por entonces no había los medios actuales, como incubadoras o unidades de cuidados neonatales.
"Los bebés prematuros tenían prácticamente imposible sobrevivir, y los que lo conseguían sufrían muchas complicaciones"
Los que lograban nacer, lo hacían con muchísimos problemas: Respiratorios, intestinales y de visión y audición, lento aumento de peso, mala regulación de la glucosa en sangre, ictericia… “Se daba la situación de que muchas familias, para calentar a sus bebés, los ponían próximos al horno. Otros problemas no tenían estas soluciones tan mundanas y solían tener consecuencias fatales”, señala.
La primera persona que se interesó en salvar a los bebés prematuros “y con poco peso al nacer” fue el obstetra Stephane Tarnier. Este, acompañado de su asistente Pieree-Constant Budin, “reconoció la importancia de un ambiente cálido y húmedo y de altos estándares de higiene”.
Fueron también los primeros que practicaron la alimentación por sonda, lo que se conocía en Francia como gavage. Esto permitía alimentar con leche de vaca esterilizada a los bebés pequeños y débiles, sin la necesidad de darles el pecho.
"Muchas familias, para calentar a sus bebés, los ponían próximos al horno"
Además, la primera incubadora (isolette) también fue diseñada por Tarnier. Como explica Julio Fernández, que acompaña el hilo de diversas fotografías, se trataba de una caja de madera con una salida de aire y con una botella de agua caliente en su interior. “La caja tenía una tapa de cristal para que se pudiera ver al bebé”, apunta.
El obstetra y su asistente probaron las incubadoras en el Hospital de París, donde se comprobó que la mortalidad de los bebés prematuros era mucho más baja que en otros hospitales. Por eso, un asociado de Budin, Martin Counnay, llevó la incubadora a más países europeos e incluso a Estados Unidos, donde estableció una guardería especial “no oficial” en la que no cobraba a los padres por el cuidado de los niños, ya que estos no estaban muy convencidos del invento europeo.
"Para financiar su proyecto, Counnay exhibió a los bebés dentro de sus incubadoras en circos y parques de atracciones"
Para financiar su proyecto, exhibió a los bebés dentro de sus incubadoras en circos y parques de atracciones, cobrando por verles. “El infantorium más famoso fue en la Feria de Coney Island, Nueva York, y funcionó de 1903 a 1943”, señala el autor del hilo.
Además de conseguir cubrir gastos, la mayoría de los bebés sobrevivieron. Y, aunque mantenía estrictas reglas sobre higiene, Counay animaba a las enfermeras a acurrucarse y hablar con los bebés, un concepto muy innovador para la época.
Durante aquellos 40 años, comenta Julio, Counnay y su equipo cuidaron a unos 6.500 bebés prematuros, y lograron una supervivencia de aproximadamente el 85%. Supuso un cambio de mentalidad muy importante, y en 1960 se estableció la primera unidad neonatal estadounidense en el Hospital Yale New Haven, Connecticut. En el Reino Unido, Bristol y Birmingham fueron las primeras ciudades en crear este tipo de unidades.
"En 1960 se estableció la primera unidad neonatal estadounidense"
Después, además de mencionar a la doctora estadounidense Virginia Apgar como la pionera en crear un sistema de puntuación para bebés en 1952, que es el que se utiliza actualmente, el farmacéutico también menciona en su hilo otros importantes avances que se han ido produciendo desde entonces en los bebés recién nacidos.
Descubrieron cómo la luz solar podía descomponer la bilirrubina, pigmento responsable de la ictericia, que en algunos casos puede llegar a provocar daño cerebral; desarrollaron la inmunoglobina “Anti D”, que ayudó a que menos bebés muriesen de anemia hemolítica; o la terapia de reemplazo de surfactante pulmonar, que redujo el que muchos bebés prematuros desarrollasen el síndrome de dificultad respiratoria.
“Los avances hoy continúan con infinidad de medios, UCIN… A pesar de ello, aún hay bebés que no sobreviven, por lo que aún quedan avances tecnológicos y humanos para conseguir los mejores resultados”, sentencia Julio Fernández.