Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), en 2040 uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres tendrá cáncer. Estas previsiones tan alarmantes han llevado a la ciencia a iniciar acciones de concienciación sobre la importancia de seguir una vida saludable, a la par que continúan las investigaciones para avanzar en las terapias y tratamientos que permitan aumentar las tasas de supervivencia frente a las enfermedades oncológicas. Pero, sin duda estas cifras nos hacen pensar que “todos estamos en riesgo”. Así lo transmite para InflucareSoraya Casla, Doctora en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, pionera en España en el desarrollo del ejercicio oncológico y directora del primer centro especializado en ejercicio oncológico en España, Ejercicio y Cáncer.
Puesto que toda la población es vulnerable a sufrir algún tipo de cáncer o a tener a alguien cercano que sea diagnosticado con esta enfermedad, la Dra. Casla no ha dudado en compartir sus conocimientos en su nuevo libro, ‘Ante el cáncer, muévete’, sobre cómo “el ejercicio físico puede ser un tratamiento más”. Y con la teoría, la práctica y las recomendaciones que ofrece, la doctora pretende que su proyecto pueda “llegar a todos los hogares”, para que el conjunto de la sociedad pueda ser consciente de que el deporte en pacientes oncológicos “conlleva unos beneficios impresionantes. Les permite mejorar su salud, su estado anímico y su percepción de ellos mismos y ante la propia enfermedad. Y eso lo teníamos que compartir de alguna manera”.
Doctora, en su libro habla de que hay tres formas de movimiento, que son la actividad física, el ejercicio y el deporte. ¿Cómo las podríamos diferenciar entre ellas?
La actividad física es todo aquel movimiento que realizamos. El deporte es aquella actividad física con un halo de competición y con una serie de reglamentos que tenemos que cumplir para poder participar. Por último, el ejercicio físico es aquella actividad física que está planificada, se realiza de forma habitual, normalmente está supervisada y dirigida por un profesional y su objetivo es mejorar la salud. Es decir, la diferencia está en si todos los días sales a caminar por darte un paseo o si todos los días haces ejercicio durante un tiempo determinado, con una intensidad determinada y con otros ejercicios que combinan y compensan el deterioro físico funcional que podemos tener con la edad, para que no solamente mantengas tu salud, sino que también la mejores.
Conociendo todo esto, ¿en qué nivel de movimiento debería mantenerse un paciente oncológico? ¿Depende de cada caso en particular?
Evidentemente, tenemos unos mínimos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Colegio Americano de Medicina Deportiva (ACSM), ya tienen propuestas de ejercicio físico para los pacientes oncológicos. Y nos dicen que tenemos que hacer 150 minutos de ejercicio cardiovascular divididos en tres días, más 20 minutos de ejercicios de fuerza a nivel general, más tres días de ejercicio de equilibrio y ejercicios de propiocepción. Es decir, tenemos que incluir todos los tipos de ejercicio.
La realidad es que hay personas que tienen que empezar a un nivel menor y que tienen que ir aumentando poco a poco. Es ahí donde entramos los profesionales, para valorar bien a los pacientes y ver de qué punto parten para intentar conseguir que lleguen a esos mínimos e incluso los superen. Yo siempre se lo digo a mis chicas: “Lo importante no está en que hagas una sentadilla más o una sentadilla menos”. No es ahí donde aporta la figura del especialista en ejercicio físico oncológico, sino en que tenemos la capacidad de saber cómo los tratamientos pueden estar afectando o ya les han afectado (porque ya los han terminado en algunos casos). Y sabemos cómo hacerles progresar para que vayan mejorando poco a poco su salud, pero también disfrutando de este proceso, que al final también eso es uno de los objetivos. Es decir, que se lo pasen bien, que disfruten y que encuentren en el ejercicio un aliado más en su día a día.
En su libro también menciona que “el ejercicio genera cambios internos que mejoran la salud de las personas que lo practican, igual que un fármaco”. Practicar ejercicio no siempre es sinónimo de superar la enfermedad, pero sí que ayuda a fortalecer el sistema inmune y otras variables. Ayuda también a mejorar la calidad de vida del paciente, ¿verdad? ¿Cómo lo hace?
Hay una serie de cambios fisiológicos que les ayudan a estar mejor y lo has dicho claramente. No sabemos cómo puede ayudar el ejercicio a la enfermedad en concreto. Sí que tenemos ideas por los modelos animales y cómo el ejercicio físico normaliza todo el microambiente tumoral en ellos, pero no estamos seguros de lo que pasa en las personas. Entonces, no podemos decir de manera categórica que esto mejora, pero podemos tener una idea de que el ejercicio físico tiene un aspecto que puede ser muy positivo.
"El ejercicio físico no solamente mejora la supervivencia en pacientes oncológicos, sino que también hay menos probabilidad de volver a tener cáncer"
Además, están todos los cambios internos, fisiológicos, que no se notan a simple vista pero que mejoran el sistema inmune y otros biomarcadores que también son pronóstico de la enfermedad, aunque no dependan directamente. Por ejemplo, los factores de crecimiento de insulina o la inflamación global del organismo. Estos puntos no los notan los pacientes, pero dónde tenemos el punto fuerte clarísimo es en todo lo que sí notan, porque es lo que les hace volver a su rutina y a su entrenamiento. Y al final cambiamos su composición corporal, mejoramos su masa muscular, aumentamos sus niveles de fuerza, de agilidad, su capacidad física, tienen menos molestias y dolores… Eso sí lo perciben y es realmente lo que les da esa mejora en la calidad de vida.
Además, hablas de los beneficios del ejercicio, que son capaces de mejorar la salud y la supervivencia de las personas hasta un 30% más. ¿En qué enfermedades oncológicas la práctica deportiva ha demostrado unas mejores tasas de supervivencia?
Junto con la SEOM, publicamos en 2020 una revisión en la que valorábamos el impacto que tenía el ejercicio físico en diferentes aspectos, entre ellos, la supervivencia. Y vimos que hay muchos tumores de los que ya disponemos de datos, aunque de otros no tanto porque los estudios van despacio. Está claro que el cáncer de mama es uno de los que más se beneficia, pero también el cáncer de colon y el cáncer de próstata. Además, estamos empezando a obtener datos positivos para el cáncer de pulmón, el cáncer de ovario, el cáncer ginecológico o el cáncer de vejiga. En realidad, podemos decir que casi seguro la mayoría de los pacientes con distintos tumores se van a beneficiar de hacer ejercicio de una u otra manera.
Recordemos que el ejercicio físico no solamente mejora la supervivencia en pacientes oncológicos, sino que también hay menos probabilidad de volver a tener cáncer y es una forma de prevenir otras enfermedades. El cáncer y los tratamientos oncológicos muchas veces desencadenan otras enfermedades y el ejercicio físico es el principal tratamiento para prevenirlas.
Doctora, además de estos beneficios, ¿podría decirse que el ejercicio físico, como herramienta terapéutica, agiliza el tiempo de recuperación en los casos en los que se supera la enfermedad?
Por supuesto y ese es, además, un tema muy importante. Hay que concienciar a la población de que hacer ejercicio físico durante el tratamiento oncológico no es una opción, es obligatorio. El ejercicio físico es el único fármaco integral que previene la mayoría de los efectos secundarios o los reduce durante los tratamientos de cáncer y, como decía antes, previene de otras enfermedades que también pueden aparecer. Entre los efectos secundarios que prevenimos, están la pérdida de masa muscular, disminuimos la cantidad de grasa o prevenimos que pueda aumentar la cantidad de grasa corporal, mejoramos la funcionalidad del sistema inmune y del sistema nervioso y también mejoramos toda la funcionalidad cardíaca.
"Es esencial que las personas que trabajen con el paciente oncológico tengan una formación específica"
Pero cuidado, porque no vale cualquier ejercicio. Es decir, el ejercicio físico oncológico que realice cada paciente tiene que ser el adecuado, tiene que ser el adaptado para esa persona y tiene que estar desarrollado por profesionales especialistas. Tenemos que tener una muy buena formación específica, basándonos en todos los estudios existentes y aplicando ciencia. Está muy bien investigar, pero la investigación tiene que llegar a la población. Y eso es lo que nosotros hacemos en Ejercicio y Cáncer, cogiendo la evidencia científica y aplicándola a los pacientes.
Con todos estos beneficios asociados al ejercicio físico en pacientes oncológicos, podríamos llegar a pensar que la práctica deportiva acorta la duración de tiempo de tratamiento. ¿Hay evidencias de que esta afirmación pudiera ser así?
No, la realidad es que no vamos a acortar los tratamientos. Sí que es verdad que en algunos pacientes pueden recibir menos tratamiento, pero son casos muy concretos y depende muchísimo de su especialista oncológico, del conocimiento que tenga, del manejo que tenga el paciente… Por lo general, nosotros acompañamos durante todo el proceso del tratamiento, no sustituimos por el ejercicio terapéutico.
Y, doctora, ¿para cada tipo de enfermedad oncológica viene mejor un deporte o ejercicio o, como adelantaba, en realidad, cada persona va a ser un mundo?
Nosotros no adaptamos al tipo de cáncer. Sí que es verdad que hay cuestiones muy concretas de cada tipo de cáncer, como los aspectos de cirugía, radioterapia, rehabilitación, etc., que pueden necesitar adaptaciones funcionales. Pero, por lo general, nosotros no nos vamos a centrar en eso. Nos centramos en el tipo de paciente o el nivel del paciente y el punto de la enfermedad en el que se encuentre. Es esencial conocerle muy bien para saber si tiene otras alteraciones funcionales previas o si tiene alguna lesión que requiera adaptación. Se trata, sobre todo, de estudiar las cuestiones personales de cada paciente y el momento de la enfermedad que esté atravesando.
Los pacientes que han practicado ejercicio de manera guiada por los especialistas, ¿van a tener mejor forma o mejores capacidades después del tratamiento, en comparación a los pacientes que no han utilizado el ejercicio como herramienta terapéutica?
Totalmente. Observamos que la capacidad física es una variable que se relaciona con la supervivencia y este es uno de los puntos que consideramos más importantes. Es esencial la valoración de todos los pacientes porque se necesitan unos mínimos en los rangos de salud. Nosotros ya hemos hecho varios estudios y, de hecho, ahora también vamos a publicar los de nuestro programa en Ejercicio y Cáncer, mostrando que el ejercicio físico modula la capacidad cardiovascular y previene que esa capacidad cardiovascular disminuya durante los tratamientos, incluso previniendo otros efectos secundarios como la cardiotoxicidad, que es también un efecto secundario bastante complicado.
Hay muchas evidencias científicas de que el movimiento es una herramienta terapéutica más, pero como ya adelantaba, hay que ponerse en mano de los profesionales, ¿verdad?
Sí, es esencial que las personas que trabajen con el paciente oncológico tengan una formación específica, que sepan valorar al paciente, que tengan conocimientos sobre los tratamientos oncológicos y que su visión sea integral para aplicar protocolos de ejercicio adaptados a sus necesidades. Por desgracia, somos todavía muy pocos, así que tenemos que seguir trabajando en adecuada formación y en que los profesionales vean en esto una salida profesional. Este es, precisamente, uno de mis problemas. Yo veo muchos compañeros que investigan en este ámbito, pero todo se queda en la universidad. Y si no sale de ahí, jamás será una realidad para los pacientes. Además, hay que concienciar a la población y todo ello tiene un coste. Si queremos dar un servicio muy especializado, con apoyo al paciente y que realmente esté recibiendo lo que necesita, necesitamos que los profesionales cada vez estén más valorados y reconocidos.