Aunque estemos cada vez más acostumbrados a escuchar que hay que ser feliz a toda costa, la realidad es muy diferente. Es precisamente esa imposición de la felicidad la que consigue que, cada vez con más frecuencia, las personas se frustren. Un sentimiento que genera malestar emocional.
Así lo afirma la autora de Desafinadas, Bet Font en una entrevista para Influcare. Esta obra se presenta en forma de 40 historias breves acompañadas de un haiku, que representan el sufrimiento cotidiano de las personas. Otros de sus alegatos hacen referencia a la amistad y las relaciones, así como a la infancia, además de romper con las obras cada vez más demandadas de autoayuda.
En Desafinadas los lectores pueden encontrar “40 relatos sobre el mandato de la felicidad”, según anuncia la portada del libro. ¿Por qué se embarcó en la redacción de estos relatos?
El libro nace del cansancio de leer que siempre tenemos que estar felices, a toda costa. El mensaje en el que quiero incidir es que todos necesitamos atravesar nuestro propio proceso. No existen recetas ni recomendaciones que sirvan para todo el mundo. Muchas veces miras las redes o los mensajes generalizados, y parece que siguiendo unas reglas, todos tenemos que estar muy felices y todas tenemos que estar estupendas. Esto hace que la gente esté muchísimo más frustrada de lo que estaba antes porque tiene los problemas cotidianos a los que te enfrenta la vida duelos, más la carga de que, parece ser, de tener que perdonar y estar contentas. No poder mirar lo que en realidad te pasa es una exigencia muy grande.
Y más allá de esta imposición de ser feliz a toda costa, ¿cómo podría definir la felicidad?
Para mí la felicidad tiene que ver con instantes. A veces estamos conectados con nosotros mismos o a gusto con una persona y nos sentimos felices, y esto es lo maravilloso. Cuando estamos riendo, no tenemos que hacer nada especial, simplemente nos reímos. En cambio, cuando las personas están tristes o sienten alguna emoción que no se considera positiva, parece que no se puede vivir así, cuando en realidad forma parte de la vida, al igual que la felicidad. Las emociones si las vivimos y las atravesamos, las podremos transformar. Todo aquello que, por el contrario, tapamos, nos desborda por otro lado.
Y esta frustración de no poder alcanzar siempre la felicidad, ¿cómo puede afectar a nuestra salud mental?
Las personas llegan a consulta mucho más frustradas y hay mucha más soledad percibida. Ahora tenemos mucha más conexión, pero la gente se siente más sola que nunca. Además hay mucha percepción de malestar también.
¿Cómo se puede educar desde la infancia para que ese concepto de felicidad permanente no suponga frustración ni problemas de salud mental?
Hay que dejar a los niños pensar, participar, no sobreprotegerlos. Por eso incido en el libro, con varios relatos, en la importancia de no protegerlos, porque no les ayudamos. Hay que acompañarlos en lo que sienten y tienen que aprender a atravesar las dificultades que existan. Los niños tienen que estar, por un lado, acompañados con mucha educación emocional, y por otro, educados en el respeto, en la convivencia y en la tolerancia.
"Somos interdependientes y necesitamos el apoyo de nuestros iguales"
Las personas estamos interconectadas, somos interdependientes y necesitamos el apoyo de nuestros iguales. Si los niños lo saben y los educamos en el respeto, en la convivencia y buscamos espacios donde encontrarnos, ayudaremos a que sean personas más respetuosas y que puedan convivir mejor.
También el lector, en Desafinadas, puede escapar de los libros de autoayuda. ¿Puede que este género literario haga más daño de lo que pensamos?
En consulta me encuentro con personas que vienen después de haber leído cuatro libros de autoayuda y están cada vez más frustradas porque intentan seguir pautas que no pueden conseguir. Y es que cada persona es única, no valen las recetas para todos. Cuando a uno le ocurre algo tiene que atravesar su propio proceso. Incluso cuando estamos mal, las cosas que nos ayudan no son iguales para todos.
Los procesos son individuales y son únicos, y esto a su vez es maravilloso. Nunca hay que generalizar, porque también implica un autoconocimiento. Nos hemos de conocer y hemos de conocer a las personas nuevas, porque al final, nos acompañaremos a nosotros mismos toda la vida. Me gusta expresar la metáfora del arte japonés, el Kintsugi, que se trata de reparar las fracturas a través de la belleza, en lugar de ocultarlas, para que el dolor pase a formar parte de nuestra vida.
De todas las ideas que recoge en los 40 relatos, ¿cuáles son las conclusiones con las que debe quedarse el lector?
Creo que es muy importante entender que hay cosas que no podemos transformar. Algunas sí podremos cambiarlas y otras no. No podemos cambiar como son los demás, no podemos cambiar si hemos tenido una infancia difícil. Pero a partir de ahí sí podremos mirar lo que nos pasa y trabajar con esas heridas. Desafinadas es un alegato a permitirnos que, en ocasiones, podemos desafinar, pero lo importante es que sigamos afinando en las cosas que valen la pena para cada uno.