Las terapias ARN se hicieron realmente populares para el público general tras la aprobación en el mundo de las vacunas contra la Covid-19 desarrolladas a través de esta estrategia, es decir, vacunas que a través de un ARN mensajero enseñaban a las proteínas a estimular una respuesta inmunitaria ante el antígeno del virus causante de esta patología, el SARS-CoV-2. Décadas de investigación permitieron desarrollar estas estrategias que están abriendo enormes oportunidades para tratar diversas patologías.
Así, existen diferentes ensayos clínicos con ARN mensajero para prevenir patologías bacterianas, el VIH o incluso como terapias contra el cáncer. Y estas no son las únicas opciones de tratamientos que la investigación ha hallado asociadas al ácido ribonucleico, sino que en la línea paralela también se está avanzando en el ARN de interferencia, es decir, “silenciar la expresión de genes específicos para impedir la producción de proteínas que, por una mutación en el ADN, tienen un mal funcionamiento y causan una enfermedad en el individuo”, explica a ConSalud.esEncarna Guillén, Jefa de Servicio Pediatría-Sección de Genética Médica del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca de Murcia y presidenta de la Asociación Española de Genética Humana (AEGH).
“Hay mucha investigación que está ayudando a avanzar muy rápido y se está abriendo una senda muy esperanzadora para diversos grupos de enfermedades”
El camino para desarrollar terapias de ARNi no ha sido sencillo. Actualmente existen distintos tratamientos aprobados basados en esta estrategia, uno de los más conocido, y el primero comercializado, fue para laamiloidosis hereditaria por transtirretina, una patología poco frecuente caracterizada por la acumulación de la proteína homónima en diferentes tejidos del organismo, incluido corazón u otros órganos; a ese le siguió un tratamiento para la porfiria aguda interminente, una patología rara provocada por la carencia de la enzima porfobilinógeno desaminasa (también conocida como hidroximetilbilano sintasa) que conduce a la acumulación inicial de los precursores ácido delta-aminolevulínico y porfobilinógeno en el hígado. Para llegar hasta aquí se han tenido que superar distintos obstáculos.
“En 2006 se dio el Nobel de Medicina a Andrew Z. Fire y Craig C. Mello, los investigadores que en 1998 descubrieron los mecanismos y la función silenciadora del ARN de interferencia”, recuerda Guillén. “Fue en ese momento cuando se despertó mucho interés, pero aparecieron diferentes dificultades técnicas que durante décadas desincentivó la inversión”.
El ARN es una molécula que se degrada fácilmente. Vencer este obstáculo fue el primer paso para conseguir desarrollar terapias. Un punto que se consiguió con el desarrollo de nanopartículas. Tras ello llegó la siguiente limitación “¿dónde va a ejercer su acción?”, es decir, cómo desencadenará la respuesta inmunitaria de los pacientes… Obstáculos “que se han ido salvando con el trabajo de prácticamente un único laboratorio que siguió apostando por el ARNi”. Tras superar todo ello, otras compañías se han ido reincoporando a la investigación para conseguir un amplio arsenal terapéutico.
AVANCES PARA UN MEJOR ACCESO
Tras los tratamientos aprobados en porfiria o amiloidosis, la investigación en ARN de interferencia ha continuado con líneas de actuación en patologías cardiovasculares, con investigación en insuficiencia cardiaca, o metabólicas, como la acumulación de lípidos. También está en proceso de desarrollo tratamientos para la hemofilia o la miastenia.
A su vez se está trabajando en distintas líneas terapéuticas en el ámbito de enfermedades infecciosas, del sistema nervioso central, oncológicas o de patologías oculares como la degeneración macular… “Hay mucha investigación que está ayudando a avanzar muy rápido y se está abriendo una senda muy esperanzadora para diversos grupos de enfermedades”, indica Guillén.
“Ahora mismo no se está cumpliendo el acceso a este tipo de fármaco en países menos desarrollados y es un gran problema”
Superados los primeros desafíos, sin embargo, siguen existiendo otras dificultades. La principal, la accesibilidad: “Son terapias innovadoras con alto impacto económico”. En este mismo sentido, la equidad es otro reto, no solo en Occidente, sino también en países menos desarrollados. “Ahora mismo no se está cumpliendo el acceso a este tipo de fármaco en países menos desarrollados y es un gran problema”, indica. “Creo que cuando revisamos cualquiera de estos temas, además de hablar de lo que suponen estos avances científicos, de su incorporación paulatina al arsenal terapéutico de nuestros servicios de salud o de la sostenibilidad, tenemos que hacer la reflexión de la equidad. Que realmente estos tratamientos sean accesibles para todo aquel que lo necesite”.
Atajar estos problemas con inversión, procesos transparentes y acuerdos con la industria permitirá que este diseño de terapia, “que ha demostrado su éxito y sus múltiples aplicaciones”, llegue a los pacientes de todo el mundo. “Una grandeza” si tenemos en cuenta que, como recuerda la presidenta de la AEGH, se está silenciando una secuencia defectuosa de un gen que da instrucciones dañinas a proteínas con niveles óptimos de seguridad y eficacia.
“La aprobación paulatina en los últimos años de determinadas terapias para enfermedades que anteriormente no tenían tratamiento abre posibilidades para muchos grupos de enfermedades diferentes. Esto sí que es una esperanza para muchas personas que ahora mismo tienen enfermedades sobre las que no podemos actuar de una manera efectiva desde el punto de vista terapéutico”, concluye la experta.