En 2022, alrededor del 60% de la población mundial se encuentra trabajando. Todos los trabajadores tienen derecho a un entorno laboral seguro y saludable, pero el trabajo puede erigirse como potencial factor negativo para la salud mental. En todos los países los trabajadores, las familias, las empresas e incluso las economías sufren las consecuencias perjudiciales que para la salud mental tiene el trabajo.
Este es el punto de partida de las nuevas directrices sobre salud mental elaboradas de forma conjunta por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El objetivo de esta guía es pedir acciones concretas que permitan abordar los crecientes problemas de salud mental relacionados con la actividad laboral.
Se estima que 12.000 millones de días de trabajo se pierden cada año como consecuencia de la depresión y la ansiedad. Un problema que se traduce en un coste para la economía mundial de casi un billón de dólares.
Las directrices globales de la OMS sobre salud mental en el trabajo recomienda una serie de acciones orientadas a abordar los detonantes de los problemas de salud mental como las excesivas cargas de trabajo, comportamientos negativos y otros factores que generan angustia en los trabajadores. Esta es la primera vez que la OMS recomienda la capacitación de gerentes para desarrollar su capacidad prevención en entornos de trabajo estresantes y ofrecer así soluciones a los trabajadores afectados.
De acuerdo con el “Informe Mundial de Salud Mental de la OMS”, cuyos resultados se hacían públicos el pasado mes de junio, mil millones de personas en todo el mundo vivían con un trastorno mental en 2019. En este sentido cabe señalar que el 15% de los adultos en edad laboral experimentan algún trastorno mental.
RIESGOS PSICOSOCIALES Y ENTORNOS LABORALES
Los entornos de trabajo inseguros son origen de factores de riesgo para la salud mental. Hablamos de los denominados como “riesgos psicosociales” y pueden estar relacionados con el contenido del trabajo, el horario, las características del entorno laboral o las oportunidades de proyección y mejora económica que este puede suponer o no.
El 15% de los adultos en edad laboral experimentan algún trastorno mental
En aquellos trabajos en los que por ejemplo, los roles estén poco definidos, las cargas de trabajo sean elevadas o el control sobre los empleados sea excesivo, aumenta el riesgo de agotamiento, ansiedad y depresión con resultados negativos para la salud mental de los trabajadores, incluyendo comportamientos perjudiciales como el suicidio.
La OMS advierte además que los riesgos psicosociales pueden causar o exacerbar problemas de salud físicos. Por ejemplo, en 2016 se estimó que 745.000 personas en todo el mundo fallecieron como consecuencia de accidentes cerebrovasculares e isquémicos como resultado de haber trabajado 55 horas o más por semana. El informe indica que, aunque estos factores psicosociales pueden producirse en cualquier trabajo, el riesgo aumenta en aquellos en los que la carga emocional es mayor o se produce una mayor exposición a eventos potencialmente traumáticos, como es el caso de los profesionales sanitarios.
Aquellos trabajos en los que los salarios sean bajos, poco gratificantes o inseguros también incrementan el riesgo de sufrir problemas psicosociales que comprometen la salud mental de los trabajadores. La OMS advierte de que más de la mitad de la fuerza laboral mundial trabaja en lo que denomina como “economía informal”, es decir, no existe una protección regulatoria de los derechos de los trabajadores, lo que aumenta significativamente las amenazas para la salud mental y física.
Las transformaciones recientes que se han sucedido en el ámbito laboral, como el constante desarrollo tecnológico, el cambio climático, la globalización y los cambios demográficos están cambiando dónde y cómo la gente trabaja. La pandemia provocada por el SARS-CoV-2 también ha perturbado los mercados con la expansión de modelos laborales como el teletrabajo. Para muchos trabajadores estos cambios han creado nuevos riesgos psicosociales o exacerbado los ya existentes.
ESTRATEGIAS PARA PROTEGER LA SALUD MENTAL
La protección de la salud mental de los trabajadores puede y debe abordarse desde todas las perspectivas implicadas. En el caso de los gobiernos esto significa trabajar con las empresas y empleados para desarrollar nuevas o revisar las existentes leyes y políticas sobre el trabajo con el objetivo de equiparar la salud mental con la salud física.
En 2016 se estimó que 745.000 personas en todo el mundo fallecieron como consecuencia de accidentes cerebrovasculares e isquémicos como resultado de haber trabajado 55 horas o más por semana
Esto implica asegurar la definición de la salud ocupacional desde estos dos ámbitos, así como incluir los trastornos mentales en las listas nacionales de enfermedades profesionales, en consonancia con la lista de Enfermedades Profesionales de la OIT, actualizada en 2010.
Los gobiernos también tienen un importante papel a la hora de salvaguardar la salud mental de los trabajadores mediante la gestión de los riesgos psicosociales a través de los servicios de salud ocupacional. Es responsabilidad de los gobiernos fortalecer los servicios de prevención, así como supervisar y proponer medidas para prevenir el daño provocado por los riesgos psicosociales.
Desde el punto de vista de los empleadores, mitigar los riesgos psicosociales puede lograrse mediante la integración de la salud mental en los servicios de salud laboral. No como un complemento opcional, sino como un elemento esencial.
Las actividades para mejorar la salud mental en el trabajo deberían priorizarse como medidas colectivas y basarse en una buena evaluación y gestión de los riesgos. Un proceso para que el que es indispensable la participación de los trabajadores y sus representantes. Estos deben ser informados de cualquier medida que se adopte orientada a la prevención de estos riesgos.
"Necesitamos invertir en la construcción de una cultura de la prevención en torno a la salud mental en el trabajo, remodelar el entorno laboral para detener el estigma y la exclusión social, así como garantizar que los empleados con problemas de salud mental se sienten protegidos y apoyados"
La OMS destaca la necesidad de contar con un marco legal sólido destinado a la prevención de los riesgos psicosociales. La protección de la salud mental en el entorno laboral no es suficiente si no está apoyada por mecanismos que aseguren el cumplimiento de las directrices.
HA LLEGADO LA HORA DE ATENDER LA SALUD MENTAL
“Es hora de centrarse en el efecto perjudicial que el trabajo puede tener sobre nuestra salud mental”, ha declarado el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. “El bienestar del individuo es motivo suficiente para actuar, pero la mala salud mental también puede tener un impacto debilitante en el rendimiento y la productividad de una persona. Estas nuevas pautas pueden ayudar a prevenir situaciones y culturas laborales negativas, y ofrecer la protección y el apoyo a la salud mental que tanto necesitan los trabajadores”.
“Dado que las personas pasan una gran parte de sus vidas en el trabajo, un entorno laboral seguro y saludable es fundamental. Necesitamos invertir en la construcción de una cultura de la prevención en torno a la salud mental en el trabajo, remodelar el entorno laboral para detener el estigma y la exclusión social, así como garantizar que los empleados con problemas de salud mental se sienten protegidos y apoyados”, expone por su parte Guy Ryder, director general de la OIT.
El camino por recorrer es largo y no está exento de obstáculos. La OMS advierte que solo el 35% de los países afirma contar con programas nacionales para la promoción y prevención de la salud mental relacionada con el trabajo. La Covid-19 ha aumentado un 25% problemas como la ansiedad y la depresión, lo que ha expuesto cuán poco estaban los gobiernos preparados para el impacto de una crisis sanitaria de estas características en la salud mental.
En 2020, los gobiernos de todo el mundo gastaron un promedio de solo el dos por ciento de los presupuestos de salud en salud mental. En el caso de los países de medios y bajos ingresos, la cifra se sitúa por debajo del uno por ciento.