La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado la resistencia a los antimicrobianos, grupo de medicamentos que actúan contra una serie de infecciones, como las provocadas por las bacterias (antibióticos), virus (antivirales), hongos (antifúngicos) y parásitos (antiparasitarios), como una de las 10 amenazas principales para la salud pública a nivel global. Los pronósticos de la ONU indican que la resistencia a los antimicrobianos podría causar más de 10 millones de muertes en todo el mundo para el año 2050.
Cuando hablamos de la resistencia a los antimicrobianos lo hacemos del proceso natural por el que los microorganismos que provocan las infecciones, como las bacterias por ejemplo, sobreviven a la exposición a un medicamento como son los antibióticos que, normalmente, sería capaz de acabar con ellas o detener su proliferación. Esta situación se traduce en que las cepas resistentes a los fármacos crezcan y se propaguen.
Los impulsores de la resistencia a los antimicrobianos son múltiples, aunque ocupa un lugar predominante el mal uso que hacemos de los antibióticos (cuando no son necesarios o no han sido prescritos por un profesional). No retirar de forma adecuada los antibióticos en los puntos establecidos también afecta al aumento de estas resistencias como consecuencia de la contaminación que se produce en aguas y suelos por ejemplo.
En este sentido el informe “La resistencia a los fármacos antimicrobianos desde la perspectiva ‘One Health’”, elaborado por el Observatorio de Salud y Medio Ambiente de DKV, junto con ECODES., pone de manifiesto la importancia que tiene el punto SIGRE a la hora de retirar los medicamentos que ya no utilizamos o que han caducado y evitar así que acaben contaminando. Nuestro país puede presumir de ser uno de los pioneros de la Unión Europea y a nivel global, en poner en funcionamiento hace 21 años este sistema para la recogida y tratamiento ambiental de los medicamentos sobrantes o caducados (incluidos antibióticos) a través de los puntos SIGRE que encontramos en las farmacias de toda la geografía española.
El 86% de los hogares españoles deposita medicamentos caducados o que ya no necesita en el punto SIGRE de la farmacia
El trabajo de SIGRE se fundamenta sobre dos ejes principales. El primero de ellos es evitar que los residuos de los medicamentos y sus envases acaben en la basura normal o, por ejemplo, se tiren por los desagües con el consiguiente riesgo de contaminación que esta acción supone tanto para nuestros suelos como aguas.
El segundo parte del objetivo sociosanitario de reducir la acumulación de medicamentos en los hogares, además de sensibilizar sobre los riesgos sanitarios derivados del uso inadecuado de los medicamentos. Una labor imperiosamente necesaria en un contexto en el que la resistencia a los antimicrobianos está aumentando preocupante como consecuencia del mal uso que hacemos de los antibióticos.
Desde el punto de vista sanitario, una vez que los pacientes han finalizado un tratamiento resulta de vital importancia que los restos se lleven a la farmacia y se depositen en el punto SIGRE, evitándose así la tentación de una automedicación incontrolada y su incorrecta retirada.
La lucha contra el aumento de las resistencias a los antimicrobianos debe contar con el apoyo y participación de todos los agentes que también actúan como impulsores. De acuerdo al último sondeo de opinión a ciudadanos elaborado para SIGRE a principios del año 2022 y que se recoge en el referido informe, los mensajes sobre la concienciación relativa a la correcta retirada de los medicamentos sobrantes cada vez cala con mayor profundidad en la sociedad. Así lo demuestra el hecho de que el 91% de los encuestados considera que tirar los restos de medicamentos a la basura o por el desagüe es perjudicial para el medio ambiente y que el 86% de los hogares españoles deposita medicamentos caducados o que ya no necesita en el punto SIGRE de la farmacia.
“Ahora más que nunca debemos abordar los desafíos y soluciones en el ámbito ambiental, ya que el contexto de la pandemia de Covid-19 podría facilitar el desarrollo de bacterias resistentes y reducir la eficacia de futuros tratamientos”, destaca Miguel Vega, subdirector general de SIGRE.