El número de personas afectadas por el hambre en todo el mundo se elevó hasta los 828 millones en 2021. Una cifra que supone un incremento de más de 46 millones respecto a 2020 y por encima de los 150 millones desde que comenzase la pandemia provocada por el SARS-CoV-2. El informe “El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo” elaborado por las Naciones Unidas advierte de los preocupantes retrocesos que se están experimentando a nivel global en materia de seguridad alimentaria y nutrición. Una situación que nos aleja de los objetivos fijados de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas para 2030.
Profundizando en los resultados del informe vemos que casi 3.100 millones de personas no pudieron permitirse una dieta saludable en 2020 (112 millones de personas más que en 2019). Se estima que 45 millones de niños menores de cinco años sufrían emaciación (forma de malnutrición potencialmente mortal que provoca una delgadez y debilidad extremas en los niños y aumenta sus posibilidades de morir o sufrir deficiencias en su crecimiento, desarrollo y capacidad de aprendizaje), que incrementa el riesgo de muerte en más de 12 veces.
Se suma el problema de que 149 millones de niños menores de cinco años presentan retrasos en su crecimiento y desarrollo como consecuencia de la falta de micronutrientes esenciales en sus dietas, mientras que 39 millones presentaban sobrepeso.
En este sentido la Organización Mundial de la Salud (OMS) pone el foco en la fortificación, la práctica de aumentar deliberadamente el contenido de uno o más micronutrientes (como las vitaminas o los minerales) en un alimento con el objetivo de mejorar su calidad nutricional y proporcionar así un beneficio para la salud pública con un riesgo mínimo para la salud.
La OMS expone que se trata de una intervención que parte de la evidencia científica que ha demostrado su contribución a la prevención, reducción y control de las deficiencias de micronutrientes. La fortificación de los alimentos puede utilizarse para corregir algunas deficiencias de micronutrientes en la población general (fortificación masiva o a gran escala) o en grupos poblacionales específicos (fortificación dirigida), como en los niños, las embarazadas o los beneficiarios de programas de protección social. Es importante hablar también de la denominada como “fortificación en el punto de consumo”, cuando las vitaminas y los minerales no son agregados a los alimentos durante su procesamiento, sino justo antes de su consumo.
“El enriquecimiento de alimentos y el bioenriquecimiento de cultivos son intervenciones complementarias que pueden garantizar que todas las personas puedan obtener los micronutrientes esenciales para una buena nutrición y salud”
La OMS recomienda la fortificación de los alimentos a gran escala como una importante intervención basada en la evidencia y rentable para combatir las deficiencias de vitaminas y minerales, incluidos los trastornos por deficiencia de yodo, anemia o deficiencia de hierro, entre otros.
“La fortificación se ha identificado como una de las intervenciones nutricionales disponibles más rentables, en particular para los países de bajos y medios ingresos. Brinda la oportunidad de aumentar la ingesta de nutrientes durante la infancia y para las poblaciones en riesgo de deficiencias sin efectos secundarios para la población en general”, expone la OMS. “La fortificación de los alimentos lleva a una rápida mejora en el estado de micronutrientes de una población, y a un coste razonable, especialmente si se aprovecha la tecnología existente y las redes locales de distribución”.
La OMS informa de que las recomendaciones en todos los entornos incluyen:
- Yodación universal de la sal.
- Fortificación de harina de maíz, sémola de maíz, harina de trigo y arroz con vitaminas y minerales.
Se recomiendan además los “polvos de micronutrientes” que contienen hierro para el enriquecimiento en el punto de consumo de alimentos para lactantes y niños pequeños.
“Estimamos que al menos uno de cada dos niños en el mundo sufre hambre oculta: deficiencias de vitaminas y otros nutrientes esenciales. La fortificación y la biofortificación a gran escala pueden ayudarnos a abordar este problema”
Desde hace décadas la OMS trabaja de forma sistemática en a fortificación de los alimentos y colabora con diferentes redes para la fortificación a nivel regional, nacional y comunitario. Junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y la Comisión del Codex Alimentarius han desarrollado unos principios generales para la adición de nutrientes esenciales a los alimentos con la intención de brindar orientación, proteger la salud y respaldar su implementación en los Estados miembros.
“Estimamos que al menos uno de cada dos niños en el mundo sufre hambre oculta: deficiencias de vitaminas y otros nutrientes esenciales. La fortificación y la biofortificación a gran escala pueden ayudarnos a abordar este problema”, explicaba Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF, durante la celebración de la segunda Cumbre Global sobre Fortificación de Alimentos, celebrada de forma virtual en noviembre de 2020.
“La fortificación de los alimentos es la base de nuestra respuesta a la desnutrición actual y una inversión para el futuro”, afirmaba en la referida Cumbre Lawrence Haddad, director ejecutivo de la Alianza Global para Mejorar la Nutrición (GIAN).
“El enriquecimiento de alimentos y el bioenriquecimiento de cultivos son intervenciones complementarias que pueden garantizar que todas las personas puedan obtener los micronutrientes esenciales para una buena nutrición y salud”, aseveraba Arun Baral, director ejecutivo de HarvestPlus, líder mundial en biofortificación.
La fotografía que hemos planteado al inicio de estas líneas pone de manifiesto una preocupante evidencia: nuestros sistemas alimentarios nos están enfermando. La salud y la nutrición debe ser un pilar fundamental, transversal y basado en los derechos de la transformación de los sistemas alimentarios. Desafíos como elegir vehículos de fortificación apropiados, alcanzar a las poblaciones objetivo, evitar el consumo excesivo en grupos no objetivos y monitorear el estado nutricional son elementos de especial relevancia para todos los países porque se reproducen en todos los lugares donde se intenta fortificar los alimentos para optimizar la ingesta y el estado nutricional.