Solo en la Unión Europea al año se producen más de 670.000 infecciones bacterianas farmacorresistentes y aproximadamente 33.000 personas fallecen como consecuencia directa de estas infecciones. En el mundo, según un estudio publicado en The Lancet recientemente, en 2019 las bacterias resistentes mataron a 1,27 millones de personas y se asociaron con 4,95 millones de fallecimientos.
"Las estimaciones anteriores habían pronosticado 10 millones de muertes anuales por resistencia a los antimicrobianos para 2050, pero ahora sabemos con certeza que ya estamos mucho más cerca de esa cifra de lo que pensábamos", señalaba el coautor del estudio, el profesor Chris Murray. “Tenemos ya países en América con resistencia a carbapenemas. No esperábamos que tuviéramos ese nivel de resistencia hasta 2030”, explicaba para Consalud.es el Bruno González Zorn, microbiólogo catedrático del Departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid y uno de los 15 asesores que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha elegido para formar el grupo CIA (Critically Important Antibiotics for Human Health).
Desde hace cuatro años solo se han aprobado 12 antibióticos, 10 de los cuales van a dirigidos a bacterias que ya tienen mecanismos de resistencia farmacológico para ellos y solo dos representan un nuevo método antimicrobiano
El tiempo para luchar de forma efectiva contra la resistencia se acaba, tal y como lleva señalando la Organización Mundial de la Salud desde hace unos años. Para enfrentar esta situación contamos con varias herramientas: formación para un uso correcto de los antibióticos en humanos y animales, rescatar antiguos antibióticos con las ténicas modernas y buscar nuevos recursos y nuevos antimicrobianos que eviten que esas bacterias resistentes venzan a los antibióticos actuales.
Según el informe publicado por la OMS, ‘Análisis de los agentes bacterianos en el desarrollo clínico y preclínico en 2021’, el año pasado solo había 27 nuevos antibióticos en desarrollo clínico contra patógenos prioritarios, frente a los 31 productos de 2017. Desde hace cuatro años solo se han aprobado 12 antibióticos, 10 de los cuales van a dirigidos a bacterias que ya tienen mecanismos de resistencia farmacológico para ellos y solo dos representan un nuevo método antimicrobiano. En palabras del Dr. Hanan Balkhy, Subdirector General de la OMS sobre resistencia a los antimicrobianos, "existe una brecha importante en el descubrimiento de tratamientos antibacterianos, y más aún en el descubrimiento de tratamientos innovadores”.
Durante el año pasado, el informe describe que, de los 77 agentes antibacterianos en desarrollo clínico, 45 son moléculas pequeñas tradicionales de acción directa y 32 son agentes no tradicionales. El peso en las moléculas tradicionales hace que las acciones que se están realizando para la lucha antibacteriana contra bacterias panrresitentes sean insuficientes.
Muchos de los nuevos agentes en desarrollo se utilizarán como grupo de reserva, es decir, cuando los antibióticos tradicionales fallen. Para conocer su verdadera eficacia y relevancia se precisa que sean utilizados con patógenos de la vida real. Sin embargo, “la falta de beneficios en el tratamiento frente a otros, no estar incluidos en la guía clínica y ser más caros dificulta la predicción de su utilidad clínica”, denuncia el informe.
INSUFICIENTE INNOVACIÓN
Actualmente, los expertos están de acuerdo en que los nuevos agentes no tradicionales son una oportunidad para abordar las infecciones por bacterias resistentes. A diferencia de los antibióticos, que tienen una vida útil limitada, los productos no tradicionales como los monoclonales o los bacteriófagos, pueden usarse de manera complementaria y sinérgica o como alternativas a las terapias establecidas.
De los 27 antibióticos en desarrollo clínico que abordan patógenos prioritarios, solo seis cumplen al menos uno de los criterios de innovación de la OMS,
De los 77 terapias en desarrollo, unas 30 no son antibióticos, es decir, son anticuerpos monoclonales o terapias basadas en modulación del microbioma o bacteriófagos que no tienen esa dimensión industrial y la capacidad de escalado que puede tener un antibiótico, lo que refleja el esfuerzo por encontrar nuevas alternativas de tratamiento. El problema, es que o no se dirigen a los patógenos prioritarios o no atienden a la necesidad de innovación.
De los 27 antibióticos en desarrollo clínico que abordan patógenos prioritarios, solo seis cumplen al menos uno de los criterios de innovación de la OMS. De estos seis uno está destinado para las bacteria gramnegativa multirresistentes, una de las bacterias que desde 2017 la Organización señala como patógenos prioritarios para los que se precisa urgentemente nuevos antibióticos. En este listado se encuentran también las acinetobacter, pseudomonas y varias enterobacteriáceas como klebsiella, e. coli, serratia, y proteus.
“Encontrar nuevas estructuras químicas con nuevos modos de acción es científicamente difícil”, reconocen en el informe. Los desafíos incluyen encontrar compuestos que tenga más de un sitio de acción para evitar la resistencia, que penetren en las paredes de las células, o que no sean fármacos muy tóxicos, algo complicado cuando hay una alta concentración de principios activos para matar a las bacterias o inhibir su crecimiento. Pero la situación actual precisa nuevas estrategias para evitar que los casos de infección, y principalmente los fallecimientos asociados, sigan aumentando y conseguir reducir el impacto de la resistencia.
“Se acaba el tiempo para adelantarnos a la resistencia a los antimicrobianos, el ritmo y el éxito de la innovación están muy por debajo de lo que necesitamos para asegurar los avances de la medicina moderna contra enfermedades antiguas pero devastadoras”, concluía en nota de prensa el Dr. Haileyesus Getahun, director de la Coordinación Interinstitucional de las Naciones Unidas sobre la Resistencia a los Antimicrobianos de la OMS.