Psicología ha sido, junto con Física, la titulación que más ha crecido en su oferta de plazas de Formación Sanitaria Especializada (FSE) para la convocatoria de 2025. Ha pasado, en concreto, de 247 a 274 vacantes -un incremento del 11%-, mientras que las de su cupo para personas con discapacidad han subido de 17 a 19. Sin embargo, por mucho aumento que se produzca por parte del Ministerio de Sanidad, este cupo sigue escondiendo un problema detrás del que muy poca gente es consciente, y que hace que, en cada convocatoria, aspirantes que han sacado plaza después de meses y meses de estudio no se puedan incorporar a la misma.
Virginia Martínez es, precisamente, una de las psicólogas que consiguió plaza PIR en la convocatoria de 2020 -después de tres intentos infructuosos- a través del cupo para personas con discapacidad. Este mes de septiembre ha terminado su residencia de cuatro años. “Yo por suerte no tengo ningún problema con esto. Ando más despacio que los demás, pero soy independiente, vivo sola, etcétera. En cambio, hay casos de compañeras que tienen que estar lo más cerca posible porque necesitan su casa, sus adaptaciones o a su familia. Así que, si no les toca esa plaza, tienen que rechazarla”, lamenta.
"Hay casos de compañeras que tienen que estar lo más cerca posible porque necesitan su casa, sus adaptaciones o a su familia. Así que, si no les toca esa plaza, tienen que rechazarla”
Es, en palabras de la ya especialista sevillana, una “realidad paralela” que tienen estas personas y de la que la Administración no parece -o no quiere- darse cuenta: el cupo es para todos igual, sin ningún tipo de distinción por el grado o tipo de discapacidad -siempre que esta sea mayor al 33%- que permita a los aspirantes adecuarse a las plazas ofertadas, lo que hace que no sea “nada raro” ver cómo cada año se quedan plazas libres dentro de este grupo.
“Puede ser que el hospital no sea accesible, que directamente la persona no se pueda mover de su comunidad autónoma… esto les obliga a tener el número de orden suficiente para poder elegir la plaza que necesitan, y eso es muy complicado. Se tienen que juntar muchos astros”, denuncia Virginia Martínez. “Parece algo contraituitivo, pero, si te fijas, no vemos a muchos médicos especialistas con silla de ruedas trabajando en los hospitales”, añade.
"No vemos a muchos médicos especialistas con silla de ruedas trabajando en los hospitales”
Pero es que el problema no se queda en la elección de plaza de Formación Sanitaria Especializada… las personas con discapacidad también tienen otras dificultades, incluso en la preparación del examen: “Cada uno tiene su condición”. “Yo, por ejemplo, tuve mucha rehabilitación, pasé por quirófano… compaginar todo esto con estudiar el PIR es complicado. Y sí que es verdad que, al estar dentro del cupo, la ratio de personas con respecto al número de plazas es algo menor que en el grupo general, pero tampoco hay tanta diferencia”, señala.
LA UNIÓN HACE LA FUERZA
Por eso, en febrero de este mismo año nació dentro de la Sociedad Española de Psicología Clínica (ANPIR) un nuevo grupo de trabajo dedicado a la discapacidad-diversidad funcional. Sus coordinadoras son ella y Laura Zaragoza, otra residente PIR del Hospital Universitario San Juan de Alicante -Virginia estuvo en el Arnau de Vilanova de Lleida- que también ha terminado en 2024. “Desde aquí, daremos cobertura sobre un amplio abanico de temáticas a profesionales clínicos y residentes con discapacidad o diversidad funcional”, celebraba entonces Virginia en redes.
Al fin puedo comunicar uno de mis proyectos:
— ViryinYangΨ۞ (@VirginiaMLO) February 5, 2024
✨Inauguramos desde ANPIR (SEPC-ANPIR) un nuevo grupo de trabajo dedicado a la discapacidad-diversidad funcional✨
Desde aquí, daremos cobertura sobre un amplio abanico de temáticas a profesionales clínicos y residentes con Disc-Div.f
Uno de los objetivos primordiales del grupo es precisamente el de lograr unos espacios inclusivos para los psicólogos clínicos, comenzando por la accesibilidad a congresos y jornadas. “Tendremos encuentros de dudas, puestas en común, de trabajos en equipo y un largo etcétera”, explicaba. Ahora, unos cuantos meses después de su creación, y “como hacen algunas académicas que elaboran una guía de hospitales según los sueldos que ofrecen”, Virginia está trabajando con una compañera en una guía que ordena a los hospitales, en este caso, según su grado de accesibilidad, separándolos por colores. “Estamos haciéndolo a través de compañeros tanto PIR como especialistas que tienen discapacidad y que comentan su experiencia”, apunta.
"Cuantas más personas seamos, más caso nos van a hacer desde arriba”
De momento, sus trece miembros se están reuniendo cada mes o tres meses, y entre sus intenciones está ampliar el grupo a futuros residentes, “para que no tengan que exponerse individualmente, sino que cuenten con nuestro amparo”. Lo ampliaba ella misma en su perfil de X: “Trabajaremos en recursos legales, comunicación y sensibilización social, abriremos líneas de investigación dedicadas a la discapacidad en la población (incentivando además la participación científica), planificaremos líneas de mejoras en materia de adaptación para OpoPires y resis”.
Y, a juzgar por el número de reacciones y -sobre todo- de respuestas que ha recibido desde entonces su post, parece que se trata de una necesidad real que había en este ámbito. Es el caso de Laura, una residente PIR con discapacidad que ha entrado este año y que manifestaba, antes de saber cuál sería su destino, que le “encantaría” participar. “Me ha escrito mucha gente que está en silla de ruedas o que tiene problemas visuales preguntando dudas sobre la accesibilidad a las plazas”, confirma la psicóloga. “Y está claro que, cuantas más personas seamos, más caso nos van a hacer desde arriba”, sentencia.