Hace apenas unos días, se cumplieron cinco años desde que se decretó el estado de alarma en nuestro país como respuesta a la crisis de la Covid-19-. Por aquel entonces, Daniel Vírseda era un médico que había salido de la carrera hacía menos de un año y que acababa de obtener la mejor nota en el examen para convertirse en Médico Interno Residente (MIR), sin saber todavía que, como consecuencia de la pandemia, no iba a poder incorporarse a su plaza del Hospital Gregorio Marañón hasta el mes de septiembre. Un lustro después, Daniel ya es dermatólogo, y ha cambiado Madrid, donde había vivido toda su vida, por Ibiza.
“La parte que a mí me gustaba más de la Dermatología era la de las enfermedades autoinmunes, y en ese momento me dijeron en el Marañón que ya había otra persona haciendo esas funciones. Me ofrecieron otro puesto dentro del servicio que no me convencía demasiado, así que me puse a mirar opciones. Al principio estuve mirando en la periferia de Madrid, pero un amigo me dijo que se iba a ir a vivir a Ibiza y, después de preguntar al que ahora es mi jefe, el doctor Andrés Palacios, y que este me dijese que podía llevar toda la parte de autoinmunes en Can Misses, decidí venir aquí”, recuerda Daniel a ConSalud.es.
El joven madrileño trabaja desde el mes de noviembre en el hospital ibicenco como un miembro más de su Servicio de Dermatología, una especialidad que, si bien él mismo reconoció en una entrevista concedida a este mismo periódico en febrero de 2020 que era una más de sus opciones junto a Hematología o Pediatría, ahora le gusta “un montón”. “Te mentiría si te digo que me gusta todo de la especialidad, pero de momento estoy muy contento. Si en algún punto de mi carrera me canso, pues ya veré qué hago”, asegura.
“Te mentiría si te digo que me gusta todo de la especialidad, pero de momento estoy muy contento"
Y es que los inicios, como los de cualquiera que se incorporase a su residencia en aquel año, no fueron fáciles. Primero porque, como mencionábamos al comienzo del artículo, nadie se pudo incorporar su la plaza hasta septiembre, cuando lo normal es hacerlo antes de que empiece el verano. De hecho, Daniel eligió finalmente Dermatología a mediados del mes de julio, y lo hizo de manera presencial en el Ministerio de Sanidad, algo que realmente no le hacía falta teniendo el mejor número de orden, pero que le hacía ilusión vivir in situ. “Es una cosa que vas a ver una vez en la vida, y viviendo aquí en Madrid no me costaba nada pasarme”, señala.
Fueron tiempos, en definitiva, de mucha incertidumbre. “Al principio no pasaba nada, simplemente decías ‘ah mira, pues se está alargando’, pero con el paso de los meses cada vez le daba más vueltas a la especialidad que iba a elegir y estaba más inquieto por saber cuándo iba a empezar todo, porque además yo me suelo ir con mis padres de vacaciones en julio, y quería ir a la elección presencial. Estábamos muy condicionados por los tiempos que marcara el Ministerio”, afirma Daniel sobre una problemática que parece haber vuelto este año, cuando Sanidad ha anunciado el regreso de la presencialidad a la elección -que había desaparecido a partir de 2020- y los plazos de la convocatoria se están volviendo a retrasar.
Más allá de esto, la incorporación en septiembre tampoco fue sencilla. No se podían juntar grupos muy grandes de residentes, y había temor al contagio y a que otros trabajadores del hospital los tachasen de “irresponsables” y de dejar al Gregorio Marañón sin efectivos. Además, Daniel tuvo que rotar por Medicina Intensiva en su primer año, que tenía una sección dedicada exclusivamente a pacientes con Covid-19. “A mí por suerte no me tocó, pero a otros compañeros sí, y era una sección muy monótona”, indica el joven dermatólogo, quien llegó a atender, eso sí, a una paciente que se había pasado más de 300 días ingresada en la UCI.
"Con el paso de los meses cada vez le daba más vueltas a la especialidad que iba a elegir y estaba más inquieto por saber cuándo iba a empezar todo"
“Lo que más me gustó fue el buen ambiente que teníamos con los residentes mayores, y después con los pequeños. A pesar de todo, el inicio de la residencia fue muy agradable”, destaca Daniel. Al final de su segundo año, además, quitaron la mascarilla obligatoria, lo que recuerda como “un antes y un después”. “Tampoco era para tanto, pero sí que cambiaba un poco la forma de relacionarte con los pacientes, de poder mirarles cara a cara. Además, yo llevo gafas, y muchas veces se me empañaban, era algo pesado”, añade entre risas.
Daniel tuvo incluso tiempo de hacer una rotación externa por un hospital austriaco, donde la especialidad tiene una duración de cinco años y toca más aspectos relacionados con la Alergología y la Oncología. “Me gusta mucho cómo tratan a la Dermatología en los países germánicos, y además fue mi primera experiencia viviendo fuera de casa mis padres”, subraya el que va a seguir viendo, como mínimo hasta el año que viene, el primer -y único- número 1 del MIR que termina su residencia después de la pandemia (el mejor de 2021, Daniel Gómez, eligió Cardiología, especialidad que tiene una duración de cinco años y que terminará en 2026).
UN FUTURO LEJOS DE LA PENÍNSULA
En Ibiza está viviendo ahora su segunda experiencia lejos del nido familiar, pero ya como médico adjunto. Lo que más echa de menos del Gregorio Marañón, apunta, son sus compañeros, porque hacían mucha piña juntos, pero se ha encontrado con un hospital menos saturado de pacientes (“a veces llegaba a sentir que estaba cometiendo errores por falta de tiempo”) y “sorprendentemente” bien dispuesto de medios a pesar de ser más modesto. “La atención es un poco diferente, aquí no hay consulta de especialidades, así que los pacientes vienen mucho más filtrados desde Atención Primaria”, explica Daniel.
Entre los medios del Hospital de Can Misses que sorprendieron gratamente a Daniel se encuentra su servicio de teledermatología, puesto en marcha fruto de las largas listas de espera que se estaban acumulando y que algún otro hospital de Madrid también está empezando a utilizar ya. “Se potenció mucho a raíz de la pandemia para evitar los retrasos y priorizar a los pacientes que tenían una patología dermatológica más grave, principalmente tumores. El médico de cabecera hace una fotografía, nos la envían y nosotros ya consideramos si es una patología benigna o si les citamos para analizarla presencialmente”, sentencia Daniel.