Se acerca una de las fechas más esperadas para los estudiantes de medicina. Más de 14.000 personas se darán cita el próximo sábado 2 de febrero para conseguir una de las 6.797 plazas que oferta este año el Ministerio de Sanidad.
Si se le hace caso a estas cifras, solo el 50% de los aspirantes verán su esfuerzo recompensado y conseguirán una plaza. El problema recae en que no todas las especialidades son igual de populares, dermatología, cirugía plástica, cardiología o neurología son las primeras en completar su cupo.
Bioquímica clínica, farmacología clínica o medicina nuclear son algunas de las especialidades que en la edición anterior no fueron escogidas por nadie
En el lado de las especialidades menos populares se encuentran bioquímica clínica, farmacología clínica, medicina nuclear, microbiología y medicina del trabajo. Según datos del CESM el año pasado ningún aspirante escogió estas opciones durante la primera ronda de adjudicaciones.
El problema con las especialidades menos populares en que en muchos casos se escogen porque la idea de “perder” un año más es más aterradora que la idea de elegir una opción que no está dentro de las primeras quinielas.
Los estudiantes que se decantan por esta opción siempre tienen la posibilidad de volver a presentarse el examen MIR al año siguiente. A pesar de ser una opción viable, no supone un proceso nada fácil.
“La residencia es un periodo intenso a nivel formativo”, explica Iria Minguéns Blanco, urgencióloga y coordinadora Nacional de SEMES MIR. La gran cantidad de horas en los diferentes centros asistenciales, las horas de estudio en casa y los cursos y sesiones a las que asisten los residentes de manera regular hacen muy difícil integrar la residencia con otras actividades que supongan muchas horas de trabajo.
“El sistema debería plantearse por qué se dan estos casos”
“El MIR puede volver a estudiar y prepararse el examen de nuevo, pero requiere un esfuerzo doble”, afirma Minguéns. La especialista señala que los conocimientos adquiridos durante el periodo formativo podrían ayudar a la hora de presentarse de nuevo al examen.
Además del sacrificio que supone volver a estudiar el examen, el esfuerzo de los residentes es doble porque deben dedicar gran parte de su tiempo en estudiar para el MIR en vez de para la residencia y al tratarse de un temario tan amplio en muchos casos no tiene porque coincidir con el periodo formativo vigente.
Los residentes que deciden cambiar de especialidad son una minoría, aun así el sistema debería plantearse por qué se dan estos casos, asegura Minguéns. “Es importante saber por qué se hace. ¿Vocación errónea, alternativa laboral?”, concluye la especialista.