El modelo de formación de los médicos especialistas en España ha ido avanzando conforme a la evolución histórica del país. De hecho, no han gozado estos siempre de una etapa formativa en los hospitales, que les acercase a la realidad del día a día en la asistencia sanitaria y les preparase debidamente para cuando tuvieran que ejercer la medicina como profesionales especializados debidamente acreditados.
Hasta la primera mitad del siglo XX, el título de licenciado en Medicina era suficiente para la totalidad de la práctica profesional, incluida la cirugía. Así lo explica el libro ‘Responsabilidad de residentes de Ciencias de la Salud, tutores y especialistas’, escrito por Francisco Moreno Madrid -junto a multitud de colaboradores- y editado por el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM).
Los médicos españoles de principios de siglo, aunque a veces contaban con la tutela de un maestro, estaban amparados por el principio del libre ejercicio de la profesión y tenían total libertad para autodenominarse especialistas de cualquier ámbito. Así, el primer paso adelante se produjo el 20 de julio de 1955, cuando fue aprobada una ley que regulaba la concesión de títulos de especialistas, exigiendo a los licenciados formarse adicionalmente en institutos y escuelas profesionales de especialización dependientes de las universidades.
El primer paso adelante se produjo en 1955, con una ley que regulaba la concesión de títulos de especialistas
Sin embargo, subraya el libro, en la práctica esta ley no se aplicaba correctamente, ya que muchos médicos utilizaban disposiciones transitorias que posibilitaban “obtener el título de especialista de forma fácil y sin control de conocimientos ni competencias adquiridas”. Más de una década después, a finales de los 60 y siguiendo el modelo sanitario estadounidense, varios hospitales españoles comenzaron a incluir un sistema de formación de residentes antes de su ingreso como médico de facto en dicho hospital.
El funcionamiento del sistema, como explica el autor, se basaba en un rotatorio de uno o dos años por los distintos servicios del hospital que se establecían en el programa correspondiente. Después, ya pasaban a ser fijos en su servicio hospitalario como residentes adscritos, y en dos o tres años obtenían de manera definitiva su especialidad. El resto de los médicos que querían especializarse, sin embargo, seguían pudiendo pasar por las escuelas profesionales, “donde la formación, como en la licenciatura, era básicamente teórica”.
Pero el sistema de residentes se fue desarrollando “coincidiendo con la apertura de los grandes centros hospitalarios de la Seguridad Social”, y, otros diez años después, ya con la llegada de la democracia y la reciente creación del Ministerio de Sanidad, en 1977 se instauró una convocatoria nacional como la de hoy día. El examen, centralizado y único para asegurar la igualdad de condiciones entre todos los candidatos, se diferenciaba así de Estados Unidos, donde son las universidades y los hospitales los que establecen sus propios mecanismos de selección.
En 1977 se instauró una convocatoria nacional como la de hoy día
Junto a la convocatoria nacional de examen, se crearon también varios órganos que resultarían clave para la estructura de lo que en el futuro sería la Formación Sanitaria Especializada (FSE), como la Comisión Nacional de Especialidades o las comisiones docentes de los distintos centros sanitarios adscritos, encargados de establecer la necesidad de plazas y su convocatoria, así como los programas formativos de los residentes. Finalmente, el 15 de diciembre de 1977 se estableció la primera convocatoria de plazas bajo el nuevo sistema, y en 1978 iniciaron su residencia los primeros MIR de la historia de España.
Siguieron pasando los años, y a partir de 1984 se fueron creando nuevas especialidades sanitarias para los enfermeros, farmacéuticos, psicólogos, biólogos, físicos y químicos. Esto fue debido, principalmente, al nuevo Estado de las autonomías y a los acuerdos que se tenían que llevar a cabo para la integración de España en la Comunidad Económica Europea. Además de las nuevas especialidades, y siguiendo el modelo de otros países europeos, se efectuó una clasificación de las especialidades médicas en grupos de formación hospitalaria, estableciendo así una forma de acceso diferente -y, consecuentemente, más especializada- para cada uno de los grupos de residentes.
En 1995 se reguló por vez primera la figura del tutor de residentes y se instauró el libro del especialista en formación. Finalmente, las actualizaciones más recientes e importantes tuvieron lugar con la entrada del siglo XXI y la desaparición del Instituto Nacional de Salud (INSALUD) en 2002.
“El médico ejerce aprendiendo, y aprende ejercitándose. Y, hoy por hoy, no disponemos de alternativa formativa mejor"
Así, en 2003 nació la Ley 44/2003, de ordenación de las profesiones sanitarias (LOPS), “que incorpora importantes modificaciones en el panorama de la formación especializada en Ciencias de la Salud”. Y, en 2006, el Real Decreto 1146/2006, conocido también como el estatuto del residente, por el que se regula la relación laboral especial de la residencia.
“Este RD establece por primera vez, y de una forma sistemática y pormenorizada, un marco general y homogéneo para todos los residentes con independencia del centro o unidad en que se realice su formación, asegurando un marco retributivo común y permitiendo, no obstante, que en los distintos servicios de salud, dentro de sus competencias, puedan establecerse diferencias específicas más adecuadas a sus propias políticas sanitarias”, destaca el libro.
Desde entonces, y aunque el modelo sigue siendo objeto de quejas constantes por parte de los distintos agentes, quedaron fijadas materias como la duración de los contratos, los derechos y deberes de los residentes, el sistema retributivo… “El médico ejerce aprendiendo, y aprende ejercitándose. Y, hoy por hoy, no puede ser de otro modo, no disponemos de alternativa formativa mejor”, sentencia Moreno Madrid.