La dermatitis atópica (o eccema) es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel característica de la infancia, pero que también puede darse en la adolescencia y edad adulta. De hecho, según la Academia Española de Dermatología y Venereología, se estima que la prevalencia de la dermatitis atópica se sitúa entre el 5-20% de la población general y en torno al 15-20% en niños y adolescentes.
El síntoma más característico es el prurito o picor, que suele ser intenso, y puede llegar a ser insoportable, alterando el sueño y el carácter. ''En la piel aparecen lesiones principalmente de dos tipos. Unas lesiones son de enrojecimiento de la piel, que puede llegar a causar inflamación de la piel. Estas se pueden acompañar de vesículas o pequeñas ampollas con líquido, costras, fisuras o grietas. Las otras lesiones hacen que la piel sea más gruesa, llamadas liquenificadas y pueden desprender escamas'', destacan desde la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica.
La dermatitis atópica (o eccema) es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel característica de la infancia, pero que también puede darse en la adolescencia y edad adulta
El diagnóstico de la dermatitis se basa en la historia clínica del paciente: síntomas, duración, antecedentes familiares o personales… Es decir, no existe una prueba como tal que diagnostique la enfermedad.
Tal y como señala la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica, se deben distinguir dos aspectos en el tratamiento: el tratamiento de rescate o de los brotes (que se utiliza cuando aparecen las lesiones y el picor y se dirige a controlar dichos síntomas) y el tratamiento preventivo continuo (que se usa cuando la dermatitis es severa y con síntomas frecuentes o duraderos).
En este sentido, se puede recurrir a cremas para controlar el picor y ayudar a reparar la piel. También, según Mayo Clinic, el médico puede recetar una crema antibiótica si existe infección bacteriana en la piel, una úlcera abierta o grietas. Para casos más graves se puede recurrir a los corticoesteroides orales, medicamentos muy eficaces, pero que deben utilizarse durante un tiempo determinado por sus efectos secundarios graves.
Asimismo, la Asociación Española de Pediatría aconseja evitar todas las situaciones o elementos que provocan el purito, como el calor, la sequedad ambiental o el contacto con algunas fibras. También aconseja llevar una higiene adecuada, sin excederse con el jabón y el agua; y realizar duchar cortas, con el agua no muy caliente.