El síndrome de las piernas inquietas es un trastorno caracterizado por una desagradable sensación de incomodidad en las piernas durante los períodos de reposo y, generalmente, antes del inicio del sueño.
''El trastorno aparece con cierta severidad en un 2-3% de la población, y afecta tanto a hombres como a mujeres. Puede aparecer a cualquier edad, siendo más frecuente a partir de la cuarta década de la vida'', señala la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).
No se conoce la causa exacta. Se piensa que podría deberse a una alteración relacionada con la dopamina, una sustancia del cerebro relacionada con el movimiento de los músculos, explica la Asociación Española de Pediatría (AEP).
El trastorno aparece con cierta severidad en un 2-3% de la población, y afecta tanto a hombres como a mujeres
Los síntomas más característicos de este trastorno son: necesidad de mover las piernas, alivio o desaparición de las molestias al moverse, aparición de los síntomas cuando se está aparado y empeoramiento de estos al final del día. ''Los pacientes describen sus molestias como: desasosiego, hormigueo, calambres, pinchazos, nerviosismo, dolor, sensaciones extrañas profundas, quemazón, piernas locas, etc'', añade la SEMI.
Según el Hospital Universitario General de Cataluña, este trastorno puede llegar a ser grave cuando alcanza una fase avanzada, ya que la persona no puede estar acostada para dormir, y lo que un principio pueden ser molestias termina convirtiéndose en un dolor.
''La intensidad varía según los casos. Puede aparecer, de forma ocasional incluso en formas gravísimas que conducen a una incapacitación, ya que al no poder conciliar el sueño, a pesar de la "gran cantidad de sueño que se acumula", el paciente llega a ser tildado de "enfermo psiquiátrico" cuando no se conoce este síntoma'', añaden desde el hospital.
El síndrome de piernas inquietas puede ser diagnosticado en ocasiones en la consulta por el médico realizando la historia clínica del paciente. Esto quiere decir que el diagnóstico es clínico. No obstante, junto a la historia clínica, algunas pruebas pueden ser de gran utilidad: análisis de sangre que incluya niveles de hierro y ferritina, estudios en el laboratorio de sueño y estudios de electromiografía y conducción nerviosa.