La monitorización fetal o los conocidos como monitores (sobre todo si hablamos con embarazadas) suelen comenzar en la semana 37 de embarazo y se realiza una revisión semanal hasta la semana 40. "A partir de entonces se realiza cada 3 ó 4 días hasta la finalización del embarazo, normalmente en la semana 41. Esto varía en función de los resultados obtenidos, el tipo de embarazo que se trate y del estado de salud de la madre. Por lo tanto el especialista encargado del seguimiento del embarazo, puede determinar de manera individualizada la necesidad de variar esta periodicidad o en determinados casos inducir el parto si se observa algún registro de sufrimiento fetal", explican desde EGOM.
A través de la monitorización fetal se puede saber la vitalidad y la oxigenación del bebé. También se puede comprobar si el trabajo de parto está comenzando o si hay amenaza de parto prematuro. Además, ofrecen información acerca de la presión del útero. La prueba está controlada por la matrona o el ginecólogo.
Existen dos tipos:
Monitorización fetal externa, es el que se utiliza en los controles del último mes de gestación. Consiste en obtener la señal de frecuencia cardiaca fetal y presión uterina en el abdomen de la madre.
Monitorización fetal interna, es el que se utiliza durante el control intraparto. Se coloca un electrodo de frecuencia cardiaca fetal en la cabeza del bebé y el terminal de presión uterina en el interior del útero materno.
Durante el proceso en el que el paciente, osea la futura madre, se encuentra conectada a los monitores se recibe una grafica en tiempo real que informa del estado de salud y bienestar del feto en el mismo momento. Esta gráfica es diferente según el momento del embarazo, el estado de la madre o existencia de algún tipo de patología en el feto o en el transcurso del embarazo, por lo que debe ser valorada siempre por un especialista.