Nunca debemos tomar en juego nuestro descanso diario, ya que está comprobado que la falta de sueño influye negativamente tanto en nuestra salud física como mental. Múltiples estudios manifiestan que la falta de sueño “provoca cansancio y somnolencia diurna y lentitud en la realización de tareas que requieren concentración, favoreciendo las distracciones y los accidentes, incrementa la reactividad emocional, que hace que estemos más irritables y que tengamos una visión negativa de las cosas.
En España, el otoño comienza el 22 de septiembre y finaliza el 21 de diciembre. Es una estación con un clima muy agradable que tiende a ser fría sin llegar a tener valores extremos.
En estos días puede que hayamos sentido más modorra, que nos haya costado más levantarnos e, incluso, que necesitemos ir a la cama más temprano. No te preocupes, es el otoño que, además de la caída de la hoja, trae consigo una bajada de temperaturas y una disminución de horas de luz que influyen en nuestra calidad y la cantidad de sueño. ¿Qué es lo que nos pasa?, simplemente nuestro cuerpo debe adaptarse al cambio de estación.
La bajada de temperaturas, el comienzo de las lluvias y los días más cortos hacen que nos sintamos más cansados y con más sueño
Al igual que la primavera, el otoño provoca una serie de cambios en nuestro cuerpo, esta estación en menor medida, también nos exige una adaptación al cambio de estación. La bajada de temperaturas, el comienzo de las lluvias y los días más cortos hacen que nos sintamos más cansados y con más sueño. Algo lógico ya que “la temperatura y la luz ambiental son factores decisorios en la calidad y cantidad de sueño”, según publica el Instituto del Sueño.
Entonces, no es de extrañar que durante esta estación, que nos trae ambientes térmicos más suaves y con menor radiación solar, se elevan nuestros niveles de sueño profundo, Ya que nuestra temperatura corporal depende en gran medida de la temperatura ambiental, aumenta la posibilidad de tener más sueño durante esta estación por lo que las temperaturas extremas, muy frías o muy calurosas, actúan en contra de nuestro sueño y no son las condiciones ideales para dormir.
La noche se hizo para dormir, y tiene una explicación científica. Según estudios, durante el sueño nocturno tenemos los ritmos de temperatura, neurotransmisores y de metabolismo óptimo para mantener funciones específicas imprescindibles para poder mantener una buena vigilia, que no pueden suceder durante un sueño diurno. Además, durante el día, existen otros factores externos como la luz solar o el ruido ambiental que interfieren para conciliar el sueño.