Una ampolla es una burbuja de líquido que se forma debajo de la piel, en las capas más externas. Si el tamaño de la ampolla es pequeño también se le llama vesícula, sin embargo, si es grande se le denomina bulla.
¿Y qué hacer cuando tengo una ampolla? Lo más recomendable es evitar su rotura y no pincharla para extraer el líquido seroso que contiene, ya que de este modo se incrementa el riesgo de que pueda producirse una infección. Los cuidados de la ampolla deben realizarse con delicadeza para evitar que se rompan o se rasguen, especialmente cuando se procede al lavado de la zona en la que se encuentra. El lavado debe hacerse con agua y jabón y con mucho cuidado. Después, conviene taparla con un vendaje o gasa estéril para prevenir posibles lesiones.
Cuando se rompen las ampollas sin saberlo, el líquido sale al exterior y se seca en la piel. Entonces, se pueden formar costras amarillas en el lugar en el que se encontraban. Si no se curan adecuadamente, pueden llegar a infectarse. Por ello, si la ampolla se rompe, es grande, dolorosa o está situada en una zona en la que se puede reventar sola, se puede drenar siguiendo las indicaciones o bien acudiendo al médico:
Lo primero es lavarse las manos y la zona de la ampolla con agua tibia y jabón.
Desinfectar la zona de la ampolla con yodo.
Con una aguja limpia y esterilizada practicar unas punciones en la parte más cercana al borde. Hay que dejar que el líquido salga solo e intentar que manche lo menos posible la zona de alrededor.
Después, se aplica una pomada antibiótica y se coloca una gasa esterilizada para proteger la zona de posibles infecciones.
Es necesario observar todos los días como avanza su curación por si se produce alguna infección.