Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la inactividad física es el cuarto factor de riesgo en lo que respecta a la mortalidad mundial. Además, se estima que es la causa principal en un porcentaje nada despreciable de algunas enfermedades como diabetes o cardiopatía isquémica.
Entre los beneficios de realizar actividad física con regularidad encontramos:
- Reduce el riesgo de hipertensión, cardiopatía coronaria, accidente cerebrovascular.
- Reduce el riesgo de depresión.
- Mejora la salud ósea y disminuye el riesgo de sufrir caídas.
- Disminuye el riesgo de padecer ciertos tipos de cáncer como el de mama o colon.
- Previene la diabetes, sobre todo la de tipo 2, gracias a que ayuda al control del peso y a mantener un equilibrio calórico.
- Resulta beneficiosa para mejorar la calidad y duración del sueño.
Así pues, la ausencia total de actividad física puede llegar a comprometer la salud del individuo si se suma a otros factores de riesgo, por lo que hay muchas razones para entrenar nuestro cuerpo. Pero ¿cómo afecta la realización del ejercicio a nuestro descanso y sueño?
Se ha estudiado que el ejercicio físico regular disminuye el grado de ansiedad, mejorando el estado de ánimo y la autoestima, así como la calidad del sueño.
Además, cuando es de carácter aeróbico, activa las principales estructuras cognoscitivas de los individuos, lo que puede actuar como elemento de prevención de trastornos relacionados con el sueño, como por ejemplo el hipersomnio.
El ejercicio provoca sensación de bienestar, por la secreción de beta endorfinas, que actúa como refuerzo positivo para volver a realizarlo. También puede incrementar los niveles de melatonina, hormona relacionada con el sueño, lo que repercute de manera positiva provocando una disminución de los estados de insomnio. Así pues, podemos concluir que el ejercicio es beneficioso para mejorar la calidad de sueño y ayuda a reducir los trastornos del mismo.