El constante bombardeo de imágenes filtradas en las RRSS y o el retocado permanente de nuestros selfies, ¿qué implicaciones pueden llegar a tener en la autopercepción, autoestima y tipo de tratamientos solicitados? ¿Pueden los filtros causar adicción? ¿Cuál debería ser el papel de la medicina estética en estas cuestiones?
Según los últimos estudios científicos, la Snapchat Dismorfia es un término relacionado con la salud mental que aumenta cada año. Este nuevo trastorno es uno de los responsables de que en los últimos años haya aumentado en un 24% el número de pacientes entre 18 y 24 años que recurren a la medicina estética, muchos de ellos con el móvil en la mano.
Los más jóvenes buscan rasgos llamativos (labios gruesos, pómulos pronunciados) y a partir de los 35-40 buscan una piel perfecta y poco real, casi de plástico
En la Clínica Mira+Cueto han puesto en marcha un protocolo de prevención, seguimiento y recuperación de este trastorno. Sofía Ruiz de Cueto explica que ''todo esto afecta a la autoestima y puede desembocar en una verdadera adicción a estas máscaras digitales. Los médicos tenemos la obligación deontológica y moral de buscar vías de detección temprana y tratar de frenar estos comportamientos que pueden resultar nocivos''.
El tipo de filtro preferido por edades cambia. Los más jóvenes buscan rasgos llamativos (labios gruesos, pómulos pronunciados) y a partir de los 35-40 buscan una piel perfecta y poco real, casi de plástico.
La doctora Mar Mira aclara que ''en la clínica realizamos un estudio de diagnóstico facial multidimensional, de manera escaneada desglosamos la cara de nuestros pacientes, adaptando los tratamientos a las necesidades de cada uno. Y así es como destacamos los mejor y suavizamos lo negativo''.
El objetivo de estos tratamientos estéticos es justo el contrario. Conseguir la naturalidad. Recuperar la autoestima y la visión real de cada persona es posible.