El calor del verano produce más grasa y tiende a acumular células muertas que obstruyen los poros dando lugar al acné. Por otra parte, el estrés acumulado durante el año y la predisposición genética también colaboran en la aparición de nuevos brotes.
Para acabar con ellos llega una alternativa a los métodos abrasivos… Se trata de la terapia de luz azul, un método no invasivo que utiliza ese rango de onda para matar ciertas bacterias sobre la piel. De hecho, se puede utilizar tanto para frenar los brotes como para prevenirlos antes de que se produzcan.
Otra de las ventajas que no es necesario un tiempo de recuperación y no cuenta con efectos adversos. A diferencia de la terapia fotodinámica, no requiere evitar el sol después del tratamiento. Además, se puede llevar a cabo en consulta dermatológica, pero también desde casa.
Sin embargo, según la Academia Americana de Dermatología esta terapia ligera experimenta mejorías visibles tras varias sesiones, mientras que sus resultados a largo plazo aún están puestos en duda.
Por tanto, parece tratarse de una nueva forma de paliar el acné sin destrozarse la piel, pero está especialmente indicada en aquellas personas que sufren un acné leve a moderado, ya que en caso contrario más que como una alternativa, funcionaría mejor como complemento.