El cuidado de la imagen personal tiene un papel fundamental en nuestros días. Nunca antes la sociedad había estado tan preocupada por ajustarse a los cánones estéticos y en ello ha tenido mucho que ver la aparición de las redes sociales. La globalización y la digitalización han favorecido la proliferación y el calado de la moda y las tendencias, en la definición de lo que es atractivo y lo que no. Pero precisamente, esto puede llegar a ser una amenaza para la salud (física y mental) de los millones de ciudadanos que usamos el entorno digital.
Estamos viviendo los años en los que mayor conocimiento e información manejamos sobre el cuerpo humano y, sin embargo, asistimos a una era en la que la opinión de los influencers y el interés económico prevalecen en la red sobre la palabra de profesionales formados y cualificados. Así que hoy, desde Estetic.es hablamos con Ana Molina, dermatóloga y escritora del libro “Piel sana, piel bonita”, y también Directora de Comunicación de la Academia Española de Dermatología y Venereología para abordar el papel de la cosmética en nuestros tiempos y su forma de conjugación con la salud.
LOS INFLUENCERS Y SU RESPONSABILIDAD
El crecimiento de la industria cosmética y la medicina estética durante la última década ha sido exponencial. Según la dermatóloga, algunos titulares ya hablan de que en el futuro no habrá caras sin pinchar ni caras con arrugas y es que el surgimiento de los influencers de lifestyle o de belleza “tienen una influencia cada vez mayor”. Pero Ana nos recuerda que es muy importante hablar desde el punto de vista de la ciencia y el conocimiento, porque ya ha habido varias alarmas con estas personalidades que han promocionado prácticas contraindicadas por los médicos.
"Los verdaderos influencers tienen que ser los profesionales sanitarios que conocen y que entienden”
Entre los casos más sonados, el de Marina Yers recomendando a sus seguidores vomitar cada dos días para limpiarse; o el uso de antibióticos de María Pombo para el cuidado de la piel. Sin duda, actos perjudiciales para la salud que pueden ser imitados por sus miles de seguidores, así que la dermatóloga reclama “que los verdaderos influencers sean los profesionales sanitarios que conocen y que entienden”.
EL 'INFLUCIENCER'
La experta nos cuenta que desde la Academia Española de Dermatología y Venereología ya promueven la figura del ‘influciencer’, es decir, un influencer que hable de belleza, del cuidado y la salud de la piel desde un punto de vista institucional, ya que las redes sociales “han supuesto un antes y un después en cuanto a la divulgación científica”. Ana apuesta por esta figura divulgativa porque “es una forma más de sanar, pero a través del conocimiento y la comunicación”, que llega a una amplio espectro de la población y es muy exitosa gracias a los recursos audiovisuales, las analogías y otros recursos.
Según la dermatóloga, habría que potenciar esta figura del influciencer ya que un estudio de la revista The Blue Journal, la publicación de ámbito dermatológico de mayor alcance en Estados Unidos, reveló que tan sólo el 4% de los perfiles y contenidos que hablaban sobre la piel y su cuidado tenían detrás a un profesional cualificado.
"La regulación va por detrás"
El resto de usuarios pertenecen al grupo de los skin influencers, es decir, personas que hablan de estos temas sin una formación reglada y “que aportan valor en muchas ocasiones, pero que en otras puede ser peligroso cuando empiezan a meterse en temas de enfermedades y medicamentos”. Y es que hay algunos tratamientos que están sujetos a una legislación y “no se puede hablar tan abiertamente de ellos”, explica Ana, poniendo de ejemplo la toxina botulínica.
Incluso en alguna ocasión se han llegado a sortear operaciones de cirugía, como el aumento de pecho; “una auténtica aberración”, comenta la experta, algo muy contraproducente porque se necesita la valoración de un médico. La realidad es que en muchos casos hay una ausencia de interés en aportar valor, sino que más bien existe un rédito económico con temas promocionados. La experta indica que esto es un verdadero problema y se lamenta: “como siempre, la regulación va por detrás”.