Comúnmente, las relaciones sexuales consentidas se presentan como algo positivo, que nos inunda de placer físico y que nos libera de la carga mental por unos instantes. Pero, ¿alguna vez has sentido tristeza o ganas de llorar después del clímax sexual? Esto le ocurre a algunas personas, incluso aunque estén atravesando un buen momento emocional, y tiene una explicación científica.
Nos encontramos ante la disforia poscoital sexual (DPS), una especie de problema que no llega a considerarse trastorno, ya que en la mayoría de ocasiones podría ser consecuencia de periodos de estrés, ansiedad o depresión, si bien también puede ocurrir en estados normales. Además, suele aparecer de manera esporádica y, en la mayoría de casos, no se repite de forma continuada.
Entre los síntomas más comunes que se describen para la disforia poscoital están los sentimientos de tristeza o melancolía, inestabilidad emocional después de alcanzar el orgasmo, angustia, irritabilidad o sensación de vacío y soledad. Algunas personas también comportan sentimientos de culpabilidad o autodesprecio. Pero lo más paradójico de todo es que estos síntomas no nacen de una relación sexual indeseada o insatisfecha, sino que sorprenden a la persona precisamente por lo contrario.
ALGUNAS EXPLICACIONES TEÓRICAS Y SOLUCIONES
La disforia poscoital es un problema más común de lo que pensamos, probablemente tú mismo te hayas sentido así alguna vez, aunque los estudios que hay al respecto concluyen que las mujeres son más susceptibles a desarrollarlo. Todo apunta a que las causas hormonales están detrás y los ciclos menstruales podrían explicar este evento, pero también se han considerado las siguientes teorías:
La primera de ellas tiene que ver con que la amígdala, la estructura nerviosa relacionada con el miedo y la ansiedad, reduce su actividad durante el sexo, por lo que su reactivación después del coito podría favorecer la aparición de esos sentimientos de tristeza. El resto guarda relación con causas más emocionales y culturales, como por ejemplo, tener una vida sexual marcada por las relaciones ocasionales, haber recibido una educación conservadora y restrictiva que conduzca a interiorizar el sexo como un acto obsceno, también haber sido víctima de abusos y que el subconsciente haga reaccionar de esa manera o tener problemas de pareja que no están en la superficie.
En la mayoría de ocasiones, la disforia poscoital podría estar relacionada con periodos de estrés, ansiedad o depresión
Como adelantábamos, la disforia poscoital no se describe como un trastorno, sino como un fenómeno común. Para tratar de prevenir su aparición, es recomendable mantener el afecto y el contacto emocional con la pareja durante las relaciones sexuales, e incluso no concluir el acto con el orgasmo, sino más bien buscar momentos más cariñosos e interactivos con el otro. Precisamente, la despersonalización y la búsqueda del autoplacer pueden potenciar esos sentimientos de tristeza, vacío y soledad.
Si tú o tu pareja vivierais episodios recurrentes de disforia postcoital, sería conveniente acudir a un psicólogo para que un profesional valorara si puede existir algún trastorno que desencadene los síntomas y trabajar el problema en consulta para solucionarlo.