El pan de espeltase consume desde hace siglos. Su origen está datado hace al menos 7.000 años en la zona de Asia Menor. En el Viejo Continente no pareció hasta la Edad Media, aún así no tardó en convertirse en un cereal muy apreciado gracias a su capacidad para adaptarse a los climas fríos y húmedos de Centroeuropa. Lugar en el que durante muchos siglos fue la base de la alimentación de prácticamente todas las capas sociales. Con el tiempo y la mecanización agrícola, el trigo fue ganando terreno. La espelta empezó a no consumirse debido, entre otras cosas, a lo complicado que era su panificación y a su pequeño tamaño.
Este es un pequeño cereal con mucha cáscara habituado a la humedad y los climas fríos. Cuenta con cierta dificultad para adaptarlo a las grandes producciones industriales, lo que resulta muy interesante para los pequeños artesanos del pan. Sus valores nutricionales lo posicionan como uno de los cereales más recomendables para nuestra alimentación.
PROPIEDADES Y BENEFICIOS
La espelta aporta una gran cantidad de nutrientes, minerales y vitaminas como el magnesio, calcio, selenio, hierro, zinc y manganeso. Además, cuenta con betacaroteno, vitamina E y vitaminas del complejo B como niacina que está indicada especialmente para los problemas digestivos.
Su índice de calorías es menor al elaborado con la harina de trigo. Desde Vanille Bakery Lab cuentan que si su consumo es diario, ayuda a reducir los niveles de colesterol y regular el metabolismo. Por si todo esto fuera poco, causa menos problemas de alergia gracias a su alto contenido en triptófano, estimulando la producción de serotonina.
Por ende, es un cereal que se ha vuelto a consumir en los últimos años para tratar de solucionar la gran cantidad de problemas digestivos que han ido parecido con el paso de los años. Su digestión es mucho más llevadera que si se consume trigo. Ambos cereales contienen gluten, pero el de espelta es mucho más débil.