En uno de los episodios del podcast de Con jengibre y limón, las nutricioncitas Sandra Moñino (@nutricionat_) y María Pérez Espin (@mariapespin) abordan la polémica alrededor de la leche sin lactosa. Un alimento muy comercializado que no es lo que parece y que instituciones llevan años tratando de advertir sobre su etiquetado.
En primer lugar, conviene conocer cómo funciona la lactosa en la leche y cuál es su prevalencia. La leche que consumimos a diario tiene un 5% de lactosa. De hecho, está formada por una parte de glucosa y otra de galactosa, que el principal carbohidrato de la leche.
La leche sin lactosa sí que lleva lactosa, además de lactasa
Es mucho más interesante si tenemos en cuenta la perspectiva del resto de mamíferos. Puesto que, durante nuestros primeros años de vida producimos lactasa, una enzima que nos ayuda a digerir la leche y rompe la lactosa en los dos anteriores componentes. Sin embargo, con el paso de los años, vamos perdiendo la capacidad de producir esa enzima.
Por eso, sin lactasa, la leche no nos sienta bien y podemos experimentar desde dolores hasta gases. Y también, por esa razón, los intolerantes no pueden consumir grandes cantidades de lactosa, pues producen menos lactasa para digerirla.
Aunque, en el caso de los lácteos, derivados de la leche ocurre algo distinto. Los quesos, yogures y otros derivados contienen un menor porcentaje de lactosa que se pierde en el proceso de fermentación.
CON LACTOSA Y LACTASA
Los productos que vemos en las estanterías de los supermercados y están etiquetados como “Sin Lactosa”, si llevan lactosa, pero además llevan lactasa. Que es la razón por la que se denomina “sin lactosa”.
Sandra Moñino explica el funcionamiento de la lactasa, la enzima que se encarga de romper los enlaces de la lactosa para que podamos digerirla. Así, cuando ingerimos esa leche, le ahorramos a nuestro sistema digestivo el trabajo de separar la galactasa y la glucosa.
De esta manera, los productos sin lactosa contienen lactosa y lactasa. Esta enzima la produce nuestro cuerpo de manera natural, excepto en algunos casos, que son aquellos que no toleran la lactosa. Aunque es un proceso que se tiende a perder con el paso de los años.
TOMAR LECHE SIN LACTOSA CUANDO NO ERES INTOLERANTE
Pero, ¿qué ocurre cuando acostumbramos a nuestro cuerpo a consumir lactasa? La nutricionista es clara: “Probablemente te vuelvas intolerante”. Así es, cuanto más tendemos a consumir esta clase de bebida, más nos cuesta digerir la lactosa a largo plazo, es decir, nos volvemos intolerantes cuando antes no lo éramos.
Esto se debe al hábito que el cuerpo adquiere a tomar la lactasa de manera artificial, y después, no tiene la necesidad de producirla en el cuerpo para poder digerir la lactosa. Podríamos estar acelerando un proceso natural de nuestro organismo que suelen producirse con la edad.