La sobrecarga de oxalato no ocupa los principales debates del ámbito de la nutrición y, sin embargo, hay muchas evidencias científicas sobre la diversidad y gravedad de los efectos que este compuesto genera en nuestra salud. De ello trata de concienciar la nutricionista y consultora dietética Sally K. Norton en su nuevo libro, ‘Superalimentos tóxicos’, pues si bien la intoxicación por esta sustancia se da a través de la alimentación, en realidad, los nutricionistas no son los encargados de desarrollar las investigaciones referentes al oxalato, sino que lo hace el campo de la urología.
El gran desconocimiento que circula alrededor del oxalato es preocupante para la experta, pues la mayoría de los profesionales médicos no están informados, ni tampoco existen pruebas diagnósticas específicas para trabajar con ello. Más bien, lo hacen a través de los síntomas, ya que ese desconocimiento reinante no deja atender directamente a la causa. De ahí que sean los urólogos los encargados de investigar sobre las intoxicaciones sobre el oxalato, pues “los cálculos renales y la enfermedad renal crónica son los campos en los que actualmente se estudian los efectos del oxalato, no dejando así espacio para la identificación de los efectos tóxicos en otros lugares ni a un síndrome debilitante por toxicidad del oxalato”.
El origen de la intoxicación por oxalato es la alimentación rica en oxalatos. Ya en 1842 la diátesis oxálica apareció como una “dolencia médica asociada con la dieta que comportaba una elevación de oxalato en la orina”, explica Norton. En 1933 la enfermedad pasó a denominarse síndrome del ácido oxálico, pero hoy sigue siendo una patología “desconcertante y discutida”, pues no hay pruebas de diagnóstico suficientes, así como no se conoce demasiado sobre la presencia del oxalato en los alimentos. Lo que la ciencia sí tiene claro es que este compuesto se encuentra naturalmente en las plantas, por lo que son precisamente las rutinas de alimentación saludables (ricas en vegetales y frutos secos) las que podrían no ser tan beneficiosas para la salud. Vamos a profundizar sobre ello:
¿QUÉ ES EL OXALATO?
Para la mayoría de las plantas, el ácido oxálico y los cristales de oxalato son básicos para su crecimiento, supervivencia y reproducción. Algunas lo utilizan para eludir a los depredadores, como hongos infecciosos, insectos o animales. También lo utilizan para gestionar el almacenaje del calcio, para el ahorro de carbono y para capturar luz solar. Asimismo, el ser humano utiliza sus poderes biocidas, por ejemplo, como pesticida y como medicamento registrado en agricultura para eliminar los ácaros que infectan a las abejas.
A pesar de tratarse de un compuesto vital para la supervivencia de las plantas, el ser humano “no lo necesita en absoluto”, señala la experta, pues “cuando las moléculas de ácido oxálico se unen a minerales, los oxalatos resultantes tienden a formar una especie de cristales punzantes. Estos son abrasivos y resistentes a la cocción y digestión. Pero otros oxalatos entran en la circulación sanguínea después de comer y exponen nuestros tejidos y células al daño”. El infradiagnóstico y la ausencia de herramientas clínicas concretas para identificarlo hace que los médicos no detecten “la erosión gradual de los tejidos ni su pérdida de función hasta que las reservas metabólicas se han vaciado y el proceso patológico interrumpe nuestras vidas”.
“Los ‘alimentos saludables’ contienen toxinas que pueden provocar síntomas específicos a corto plazo y producir efectos diferidos e indirectos que pueden desembocar en una enfermedad crónica”
El oxalato presenta una triple amenaza para el organismo de las personas: bloquea nuestro acceso a los minerales de los alimentos, cuando el ácido oxálico entra en el torrente sanguíneo, “roba” minerales de los líquidos corporales y las células”. También, los iones de ácido oxálico y los cristales que forman “interfieren directamente en el funcionamiento adecuado y la integridad de nuestras células y nuestros tejidos, lo que filtra aún más los nutrientes de las células y aumenta nuestras necesidades de nutrientes”. En definitiva, provoca un evidente déficit de nutrientes, que desencadena consecuencias de todo tipo.
Entre los síntomas que presentan los pacientes con hiperoxaluria o exceso de oxalato, la nutricionista describe “problemas digestivos, artritis, dolor de espalda, ansiedad, nerviosismo, desánimo u otro estrés mental, fatiga, huesos blandos, forúnculos, piel áspera y descamada, síntomas cardíacos, dolor o pesadez en el vientre, cálculos o malestar en las vías urinarias, semen en la orina y orina turbia”. Las pruebas diagnósticas empleadas en la actualidad para detectar la sobrecarga de oxalato son los análisis de orina, ya que justo después de comer podrían detectarse niveles altos a través del orín. Pero “irónicamente, muchos pacientes con hiperoxaluria primaria no tienen un nivel alto de oxalato en la orina en el momento del diagnóstico, porque la carga excesiva de oxalato ya ha dañado la capacidad de sus riñones para excretarlo”, advierte.
La conclusión es que hay una ausencia de un esquema diagnóstico, lo que juega un papel muy desconcertante para investigadores y clínicos, y solo queda la dieta para evitar la toxicidad por este compuesto.
CANTIDAD RECOMENDADA DE OXALATOS
Otra de las conclusiones que nos deja saber la experta es que la comida sana también produce problemas de salud, pues “los ‘alimentos saludables’ contienen toxinas que pueden provocar síntomas específicos a corto plazo y producir efectos diferidos e indirectos que pueden desembocar en una enfermedad crónica”.
Tal y como expone Sally K. Norton, la cantidad de oxalatos que los seres humanos podemos consumir sin efectos perjudiciales para la salud, “es sorprendentemente baja”. Los expertos recomiendan entre 150 y 200 miligramos como máximo al día, lo que sería un consumo inofensivo. Más allá de estas cantidades, hablaríamos de una alimentación ‘rica en oxalato’, siendo las de más de 600 mg las consideradas como ‘extremadamente altas’. Es probable que las personas que superen los límites recomendados desarrollen problemas diversos en el tiempo.
ALIMENTOS A EVITAR Y RECOMENDADOS
Sin embargo, es muy fácil superar esas cantidades. La experta nos deja un listado completo en su libro, pero estos son algunos de los alimentos y comidas que más oxalatos tienen y que, como comprobarás, podemos consumirlos a diario: cacao en polvo, té negro y té verde, albaricoques secos, carambola, clementina pelada, granada en semillas y zumo, higos secos, kiwi fresco, moras, almendras, anacardos, nueces, piñones, amaranto crudo, arroz integral, cereal de trigo, pan integral, quinoa, trigo sarraceno cocido, cúrcuma, alubias de color, semillas de soja, chocolate negro, semillas de amapola, cáñamo, chía y sésamo, acelgas, acederas, espinacas, hojas de remolacha, boniatos, patatas y plátano, entre otros.
“Cuando las moléculas de ácido oxálico se unen a minerales, los oxalatos resultantes tienden a formar una especie de cristales punzantes. Estos son abrasivos y resistentes a la cocción y digestión".
Aunque estos ‘alimentos saludables’ presentan efectos nocivos para la salud en cantidades elevadas por su elevado nivel de ácido oxálico, también existen otros vegetales considerados como “‘apuestas seguras’ para disfrutar de tus verduras y otros alimentos bajos en oxalato”: agua con gas, café, infusiones, kéfir, leche de vaca, leche de coco, sidra de manzana, vino, zumos de fruta, chocolate blanco, jengibre, arándanos, nata montada, pepinillos, aguacate, cerezas, coco, dátiles, manzanas, melocotones, melón, pea, uvas, semillas de calabaza, lino, almidón de arroz, de maíz y de patata, arroz blanco cocido, guisantes, alubias blancas, alcaparras, berro, col, calabacín, calabaza, castañas, cebollas y cebollinos, champiñones, cilantro, coliflor, escarola, lechuga, nabos, pepino, pimiento morrón, apionabo, rábanos, rúcula, berza, brócoli, endibias y espárragos.