El contenido en fructosa de los zumos de fruta apenas supone 1,5 g, aproximadamente un 0,5% de las calorías de una dieta diaria de 2.000 kcal. Así lo reflejan los datos de consumo medio de 46 países, recogidos por la iniciativa ''Zumo de fruta, en serio'' en una revisión bibliográfica sobre la fructosa y su influencia en la salud.
De hecho, el consumo medio de zumos de fruta en la UE-28 es de aproximadamente 12,7 l anuales, es decir, unos 34,8 ml diarios, según los últimos datos disponibles de 2017. En España, las cifras rondan los 7,93 l, aproximadamente 21,7 ml diarios. Ambas cifras se encuentran por debajo de 1 l, considerado como el umbral que supondría un efecto negativo sobre la salud según la bibliografía actual y de las recomendaciones de consumo diario situadas en torno a los 150 ml.
En este sentido, a pesar de que no existen muchos estudios acerca del consumo de fructosa, el aporte de fructosa de los zumos de fruta supone una mínima parte de las ingestas diarias reflejadas en encuestas dietéticas de Reino Unido, Francia y Nueva Zelanda, que se encuentra entre los 20 y los 40 g. También de las cifras de encuestas realizadas en Estados Unidos, que se sitúan entre los 50 y los 70 g. Las frutas y las bebidas refrescantes han sido identificadas en Francia y Reino Unido como principales fuentes de fructosa.
A pesar de que no existen muchos estudios acerca del consumo de fructosa, el aporte de fructosa de los zumos de fruta supone una mínima parte de las ingestas diarias reflejadas en encuestas dietéticas de Reino Unido, Francia y Nueva Zelanda
Por otro lado, frente a las hipótesis que vinculan el consumo de fructosa con efectos negativos sobre la salud, legisladores de la Unión Europea (UE) autorizaron una alegación con la valoración positiva de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). En ella se afirmaba que ''el consumo de alimentos que contiene fructosa deriva en un menor aumento de la glucemia en comparación con alimentos que contienen sacarosa o glucosa''.
Asimismo, las evidencias científicas revelan que cantidades moderadas de fructosa (por debajo de los 50 g) se traducen en niveles más bajos de glucemia, un marcador de control anormal de glucosa como la hemoglobina glicosilada y la presión arterial diastólica, así como con en un menor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
También, un proyecto reciente llevado a cabo en personas con una dieta hipocalórica que podían consumir de forma aleatoria agua o una cantidad diaria de 750 ml zumo de naranja (muy por encima de las recomendaciones diarias) demostró una pérdida de peso similar en ambas dietas a pesar del aporte adicional de energía y la importante proporción de fructosa. Junto a esto, fue significativa la mejora de los factores de riesgo metabólico para las personas que consumieron zumo de naranja.
A su vez, un meta-análisis de estudios llevados a cabo en una población de 200.000 personas concluyó que una ingesta de fructosa que aportase hasta un 10% del aporte calórico diario (alrededor de 50g/día) estaba asociada con un menor riesgo de hipertensión. Otro estudio de intervención refrendó posteriormente esta conclusión al revelar que la inclusión de azúcares que contenían fructosa (hasta en un 9% de la energía diaria) no produce efectos significativos en la presión arterial ni en los niveles de ácido úrico.
En relación al sobrepeso, cantidades moderadas de fructosa han sido vinculadas con un menor riesgo de esta afección. Además, en un contexto de sobrealimentación, los efectos de fructosa y glucosa se han mostrado similares, lo que apunta a que un balance energético negativo resultante de un exceso de calorías tiene una mayor influencia que el tipo de azúcar consumido.