La relación que mantenemos a lo largo de nuestra vida con la comida, es sin duda, una de las relaciones más complicadas; y es que comer, dentro de la sociedad actual, significa mucho más que la búsqueda natural de saciar el hambre, siendo necesario tener en cuenta muchos factores socioculturales.
La mayoría de las dietas que conocemos terminan fracasando y no por falta de voluntad, sino por un factor de tipo emocional. Y es que ''no sirve de nada seguir una dieta un tiempo determinado, si no adquirimos las herramientas necesarias para manejar la ansiedad, el estrés, la frustración o el aburrimiento con los que convivimos a diario. Las emociones no controladas suelen ser las que nos inducen a comer de forma incorrecta e impulsiva, y son el motivo principal de que la mayoría de las dietas fracasen'', asegura la doctora Amil López Viéitez, creadora de la Dieta Coherente.
Así pues, el hambre es un mecanismo de supervivencia de la especie humana, sin embargo, muchas personas no pueden o no saben controlar el apetito. Afectan factores sociales, comemos con prisa, más cantidad de la que necesitamos y en ocasiones por ansiedad, perdiendo el control sobre la ingesta de alimentos.
Las emociones no controladas suelen ser las que nos inducen a comer de forma incorrecta e impulsiva, y son el motivo principal de que la mayoría de las dietas fracasen
En este sentido, existen ciertas comidas conocidas como ''confort foods'' que se consumen con más frecuencia cuando estamos bajos de ánimo o estresados. ''Al comer algo que nos gusta, se libera dopamina, de igual modo que cuando se consume una droga. Genera placer, relajación y bienestar, favoreciendo que la persona se 'enganche' a determinados alimentos para compensar sus emociones. Por eso es importante saber distinguir el hambre física de la emocional, y poder detectar los detonantes que arruinan tu dieta'', explica López Viéitez.
Asimismo, las principales hormonas implicadas en el control del apetito son la insulina, glucagón, cortisol, leptina y grelina. La insulina se segrega cuando comemos hidratos de carbono o estamos más de 4 horas en ayunas. Si se activa demasiado, aumenta el apetito por el dulce y el almacenamiento de grasa. El glucagón es la hormona contraria a la insulina, se segrega cuando comemos proteínas, por eso es importante incluir proteína en tus 5 comidas. El cortisol se activa en los estados de estrés crónico y favorece el aumento de grasa abdominal y la retención de líquidos.
Por otro lado, la grelina producida por el estómago, modula el apetito a corto plazo (para comer cuando el estómago está vacío y para parar con el estómago lleno) y la leptina es producida por el tejido adiposo para señalizar las reservas de grasa almacenadas (para comer más cuando las reservas de grasa están bajas y menos cuando las reservas de grasa son altas).
Además, llegados a este punto es importante dar a conocer la cronobiología que estudia las variaciones cíclicas diarias de las hormonas. La actividad de la insulina es máxima al mediodía y se reduce mucho a partir de las siete de la tarde. Por eso es mejor tomar los hidratos de carbono en la comida del mediodía (pan, pasta, arroz, patatas) y cenar proteína con guarnición vegetal.
Según un estudio publicado en el International Journal of Obesity, con 420 personas con sobrepeso que siguieron una dieta mediterránea durante 20 semanas (comían lo mismo, descansaban lo mismo, hacían el mismo ejercicio, pero la mitad realizaba la comida principal del día antes de las tres de la tarde), los comedores tardíos solo perdieron 8 kg de media, mientras que el resto perdió 12. Esto quiere decir que cenar más tarde de las 21:30 desincroniza tu ritmo circadiano y altera la melatonina (hormona del sueño), que a su vez desestabiliza la insulina, favoreciendo un aumento de azúcar en sangre y de grasa corporal.
De esta forma, existen algunos consejos para estabiliza las emociones y controlar el apetito según la doctora. Por ejemplo, aprender a reconocer el verdadero apetito, es decir, saber si es hambre física o emocional; apuntar en un diario lo que comes, cuánta cantidad y en qué momento, y cómo te sentiste en cada ocasión, para descubrir patrones establecidos y detonantes que puedes evitar; no tener alimentos poco recomendables en la despensa; masticar cada bocado repetidamente o practicar actividades relajantes o yoga que pueden liberan endorfinas y contrarrestar los efectos del estrés crónico.