La alimentación occidental (o dieta estadounidense o SAD) se basa en una alta ingesta de grasas saturadas y carbohidratos refinados, así como un consumo muy reducido de origen vegetal. Varios estudios apuntan a una relación de enfermedades crónicas asociadas con este estilo de alimentación. La dieta estadounidense es una forma del estilo de alimentación de occidente que, muchas personas de Norteamérica siguen. Aunque una dieta rica y variada en frutas y verduras contribuye a la salud a través de la reducción del riesgo algunas afecciones como del control del sobrepeso, tan solo uno de cada diez adultos en Estados Unidos cumple con la ingesta recomendada de vegetales.
La SAD es una dieta rica el alimentos procesados, grasas saturadas y carbohidratos. De acuerdo con el Centro para el control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos no tienen una dieta saludable, en su lugar, consumen demasiadas grasas saturadas, azúcares y sodio. Concretamente, aquellos que consumen una dieta SAD, puede que tengan una ingesta elevada de carnes rojas, grasas saturadas o trans, granos refinados, lácteos altos en grasa, bebidas edulcoradas o alcohol.
Un 41,9% de los adultos y un 19,7% de los niños estadounidenses tiene obesidad
La dieta estadounidense es baja en varios micronutrientes vitales, lo que puede resultar en un deterioro de la función inmune y tener otras repercusiones para la salud. Y es que, la población estadounidense tiene niveles inadecuados de algunos micronutrientes asociados con el sistema inmunitario como Vitamina A, Vitamina C, Vitamina D, Vitamina E o Zinc.
RIESGO DE PADECER ENFERMEDADES GRAVES A LARGO PLAZO
Pero, además, los peligros a largo plazo van mucho más allá, ya que podemos acabar sufriendo serias enfermedades como obesidad, enfermedades cardíacas, diabetes o cáncer.
En cuanto a la obesidad, una de las principales consecuencias de la dieta SAD. Según las cifras del CDC, el sobrepeso afecta a un 41,9% de los adultos estadounidenses y a un 19,7% de los niños. Esta enfermedad ocurre cuando la ingesta de energía procedente de los alimentos es mucho mayor que en gasto energético de la actividad física, lo que provoca el aumento de peso.
En esa línea, hay varios factores que contribuyen a la obesidad como la genética, el estilo de vida o el nivel socioeconómico. Pero, uno de los agentes que más afecta son los tipos y cantidades que una persona consume. Un ejemplo, son los alimentos ultraprocesados (UPF) como el pan blanco, los cereales azucarados, caramelos, galletas, pasteles, helado, salchichas y otros fiambres o las pizzas con carnes procesadas.
Además, las enfermedades cardiacas son la principal causa de muerte en los Estados Unidos. Entre uno de los factores de riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular se incluye la alimentación. El consumo de una dieta alta en colesterol, grasas saturadas o trans, así como la ingesta elevada de azúcares o un exceso de sodio y alcohol.
Por otro lado, cabe destacar que uno de cada diez adultos en Estados Unidos padece diabetes, y alrededor del 95% es de tipo dos. Generalmente, las personas con obesidad o sobrepeso tienen un mayor riesgo de padecer diabetes. Los investigadores señalan que una ingesta pobre de granos integrales y exceso de arroz, trigo refinados, así como la carne procesada, puede contribuir a padecer la afección. Otra investigación del 2022, sugiere que el exceso de fructosa y grasa aumentan el riesgo de diabetes.
Y en cuanto al cáncer, hay una relación entre el sobrepeso y poseer un mayor riesgo de padecer hasta 13 tipos de cáncer, como el adenocarcinoma de esófago, de mama, uterino, colorectal, de riñón, hígado o tiroides, entre otros.
LO MEJOR, UNA DIETA SALUDABLE
Una dieta SAD no es saludable. En su lugar, según las Pautas alimentarias para los estadounidenses 2020-2025, la mejor alternativa alimentaria es una alimentación variada en:
- Cereales, cuya mitad sean integrales
- Frutas, especialmente enteras
- Verduras de todos los tipos, incluidos frijoles, guisantes y lentejas
- Lácteos descremados o bajos en grasa, como la leche, yogur, algunos quesos o alternativas sin lactosa
- Proteínas magras, desde aves, huevos, mariscos, frutos secos y soja
- Grasas saludables, como el aceite de oliva, frutos secos y el aguacate