Como cada septiembre, empieza un nuevo curso escolar. Después de más de dos meses de vacaciones de verano, a muchos niños y jóvenes se les hace cuesta arriba comenzar otra vez con la rutina y las obligaciones, sabiendo que les espera un largo año por delante para obtener un nuevo descanso. Pero hay un añadido que sufre un gran porcentaje de este grupo demográfico que puede convertir en un infierno la vuelta a las aulas.
Según la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar (AEPAE), entre los años 2021 y 2022 se detectaron 11.229 casos graves de bullying en nuestro país. Unas cifras que parecen ir en aumento por culpa del ciberacoso y del acceso a las redes sociales a edades cada vez más tempranas. El dolor emocional que sufren nuestros adolescentes les marcará de por vida, ya que están en una etapa de vulnerabilidad y son muy susceptibles a desarrollar trastornos en esta franja de edad.
Sin embargo, ese dolor en nuestros adolescentes puede no estar causado exclusivamente por el acoso escolar. Algunas otras condiciones con las que conviven nuestras jóvenes, tales como problemas de autoestima, conflictos familiares, el riesgo de exclusión social, el manejo de la frustración o la presión en los estudios, entre otras, también son causa potencial para el desarrollo de problemas emocionales, si no se les acompaña y atiende correctamente. De ello ya hemos hablado en otro artículo con José Antonio Luengo, Decano del Colegio Oficial de Psicología de Madrid y psicólogo de la Unidad de Convivencia y contra el Acoso Escolar, por lo que hoy quisiéramos profundizar en cómo deben afrontar las familias estas situaciones tan delicadas.
En su nuevo libro, ‘El dolor adolescente’, el experto nos hace comprender la dura realidad del contexto que viven nuestros jóvenes, un mundo heredado que les hace sufrir y contra el que no disponen de las herramientas suficientes para afrontar los problemas de forma sanadora. Ello les lleva, en la mayoría de ocasiones, a encerrase en sí mismos y a no buscar ayuda en su red de apoyos, con unas consecuencias muy negativas para su salud mental.
FAMILIAS Y CENTROS EDUCATIVOS: ¿CÓMO ACTUAR?
Ante una situación así, gran parte de las familias se encuentran con un ambiente desconocido, en el que es normal que sientan dudas y en el que tampoco sepan cómo actuar sin dar un paso en falso. En el libro de José Antonio podemos encontrar muchas claves relacionadas con el desarrollo de las habilidades y herramientas para poder convivir, de manera saludable, con la frustración y las decepciones, pues “lo queramos o no, van a formar parte de nuestra vida”, señala. Gracias a esa gestión emocional, nos será más fácil convivir con los problemas.
“No hay mayor y mejor protección que enseñar a convivir con la dificultad, la zozobra, los malos momentos”, explica el experto, como también destaca la importancia del acompañamiento y la consolación familiar. Al mismo tiempo, el ámbito educativo juega un papel protagonista en estos casos, ya que la mayoría de las horas del día a día y las relaciones interpersonales de los adolescentes se van a desarrollar en los centros escolares: “Es necesario generar entornos educativos que habiliten esta realidad, sin aspavientos ni torpes modalidades de sobreprotección”.
"Las diferentes Comunidades Autónomas han ido abriendo vías para dar respuesta a esta realidad, pero es evidente que no son suficientes”
Pero en este campo queda mucho por hacer. En ‘El dolor adolescente’, el autor aborda esta cuestión, ya que, en sus palabras, “el sistema educativo no está preparado para afrontar el dolor adolescente”. “Lo peor es, tal vez, que no hay un modelo uniforme para abordar de manera eficiente el fenómeno al que estamos asistiendo. Las diferentes Comunidades Autónomas han ido abriendo vías para dar respuesta a esta realidad, pero es evidente que no son suficientes”.
Además, José Antonio Luengo habla de una “falta de recursos”, como por ejemplo, algo tan básico como la incorporación en estructura de la psicología educativa en el marco de especialidades de los cuerpos de profesorado de enseñanza secundaria, o la revisión de la estructura curricular y de horarios. “El tiempo es imprescindible para trabajar la compleja dinámica emocional del alumnado en estas edades. La formación del profesorado también lo es”. Asimismo, el experto destaca la necesidad de facilitar asesoramiento psicológico en el sistema, trabajar en el ámbito de la Atención Primaria con criterio preventivo y crear comunidades educativas, “en las que la participación de todos los agentes se desarrolle de manera eficaz, comprometida y compartida”. Y no menos importante, incrementar los recursos personales en la atención de la salud mental especializada.
CUANDO SE CIERRAN EN SÍ MISMOS…
Como comentábamos anteriormente, muchos jóvenes deciden no compartir sus problemas emocionales con sus padres o núcleos familiares. Por experiencia, el experto sabe que muchas veces prefieren confiar en profesores con los que mantienen una buena relación y, aunque esta situación pueda sorprendernos, “no hay que considerarla negativa per se”. Simplemente, los adolescentes pueden preferir gestionar sus asuntos con personas adultas con las que también tienen un vínculo, pero que no pertenecen a la red familiar o no son sus progenitores.
"No hay mayor, y mejor protección, que enseñar a convivir con la dificultad"
No obstante, José Antonio nos recuerda que “también hay padres y madres que saben generar un clima de confianza desde que sus hijos son bien pequeños. Y esta es, claramente, una excelente plataforma para hacer las cosas de la mejor manera. Jugando y prejuzgando menos de lo que lo hacemos. Escuchando más. Dando menos ‘lecciones’. Ellos quieren que les escuchemos y les mostremos afecto y comprensión. Muchas veces, ni ellos mismos saben lo que les ocurre. Y están asustados”.