Nadie nos enseña cómo afrontar la maternidad o la paternidad. Lo cierto es que, para criar a nuestros hijos, venimos aplicando los métodos de crianza tradicionales que en su día recibimos, sin apenas cuestionarnos si, en realidad, son los más adecuados. Utilizamos los típicos castigos cuando hacen algo mal o les premiamos si hacen algo bien, también usamos las amenazas y los sobornos para lograr que nos hagan caso… Si nos paramos a pensarlo, estas técnicas no suenan muy convincentes, ni tampoco parecen demasiado apropiadas.
Desde el siglo pasado, la disciplina positiva se posiciona como una alternativa a esa crianza que hemos heredado durante generaciones. Es, en realidad, una corriente filosófica aplicable a todos los ámbitos de la persona, ya que establece los principios en los que basar las relaciones humanas. Sin embargo, encuentra un valioso camino en la educación durante la infancia, ya que si se aplica desde el principio será más fácil de integrar en la vida de las personas. Y, por ende, permitirá construir una sociedad mejor.
Diana Jiménez (@dianajimenezpsicologa), psicóloga y psicoterapeuta especializada en infancia, adolescencia y pareja, experta también en esta teoría filosófica, quiere acercar su práctica a la sociedad. Más allá de la labor en redes sociales, donde suma más de 175.000 seguidores, Diana acaba de publicar ‘Disciplina Positiva: Cómo criar niños seguros, responsables y capaces’, una guía en la que explica por qué este cambio de óptica debe llegar a todos los hogares. Además, se ha pasado por ConSalud Podcasts, para que podamos comprender mejor en qué consiste.
La psicóloga cuenta que “no nos han entrenado para llegar a acuerdos ni para entender la postura del otro”, sino con medidas autoritarias que sólo esconden “miedo” y “coerción”. Y estas medidas autoritarias se han servido de las amenazas, de los sobornos, del chantaje, de los premios, de los castigos y de las mentiras, que “funcionan muy bien a corto plazo” pero que “no son respetuosas”.
La disciplina positiva “es amable y firme al mismo tiempo”
Y, por otro lado, generan frustración, rebeldía, revancha, resentimiento y retraimiento, las conocidas como “las 4 R del castigo”. Unos sentimientos que dejan de potenciar “habilidades valiosas para la vida”: “A corto plazo me va a funcionar, pero a largo plazo está dañando la relación con mi hijo. El niño está malinterpretando la relación con los adultos, está aprendiendo que los adultos tienen poder. Es lo que les estamos diciendo de esta sociedad”, señala la experta.
PRINCIPIOS DE LA PSICOLOGÍA POSITIVA
En el polo opuesto, se encuentra la disciplina positiva, que es una “filosofía de vida o cambio de mirada, más que un método”, ya que implica renunciar a todas esas técnicas con las que hemos crecido. Tal y como señala Jiménez, se basa en cinco ejes o principios, para lograr que los niños crezcan más seguros de sí mismos, con mayor autonomía y con la posibilidad de desarrollar más capacidades y habilidades sociales.
El primero de ellos es el sentimiento de pertenencia y contribución, pues “todos necesitamos sentir que pertenecemos a algún sitio” y que “somos útiles”. “Cuando uno siente que pertenece y que puede contribuir, está entendiendo su lugar en el mundo”, recuerda Diana. Además, este estilo de vida se enfoca en el largo plazo. Si bien muchas veces “nos enfocamos en la urgencia”, en realidad el foco debe estar puesto a futuro.
La disciplina positiva también “es amable y firme al mismo tiempo”, en equilibrio, para ayudar a desarrollar las habilidades del niño sin caer en el autoritarismo. Por otro lado, las habilidades que se pretenden desarrollar son valiosas para la vida, tales como el respeto, la resiliencia, la amabilidad y el esfuerzo. Y, por último, se busca que los niños sean capaces, autónomos.
“Cuando uno siente que pertenece y que puede contribuir, está entendiendo su lugar en el mundo”
La psicóloga destaca que educar desde la disciplina positiva no sólo genera un impacto positivo a nivel individual, del niño, sino que también “es un beneficio para la sociedad”, puesto que “van a crecer y van a ser adultos en una sociedad”. Es cuestión de empatía, de “ponerse en la piel del otro” y de cómo nos relacionamos con los demás. Una filosofía que, atando cabos, puede resultar muy positiva para revertir esas cifras de acoso escolar, TCAs y problemas de salud mental de incidencia ascendente entre los niños y adolescentes.
Aun así, la experta recuerda que “no hay que perder el foco” y que debemos “aprovechar estas ratios que están saliendo para darnos cuenta de que hay muchas cosas que sí están saliendo bien y que hay que afianzar”. A ello, Diana añade que “los casos de bullying y TCA nos tienen que dar la pista, buscando en qué podemos mejorar”.
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