Uno de cada 700 – 1.000 bebés de occidente nacen con labio leporino o paladar hendido, según la Sociedad Española de Cirugía Pediátrica (SECIPE). Se trata, por las cifras, de una de las malformaciones congénitas labio-palatinas más frecuentes, pero, afortunadamente, puede resolverse a través de la Cirugía Estética para mejorar la calidad de vida de estas personas.
¿QUÉ ES EL LABIO LEPORINO?
El labio leporino y el paladar hendido ocurren por la malformación del labio superior del bebé en el vientre materno, debido a una fusión incorrecta de los tejidos. El labio y el paladar se conforman entre las semanas 4 y 9 de la gestación, pero si las células tisulares que conforman los tejidos del labio no se unen de la forma correcta, darán lugar al paladar hendido.
Las principales causas estudiadas para esta afección son la predisposición genética y los factores ambientales, aunque aún deben realizarse más investigaciones. En cualquier caso, las familias no deberían sentirse culpables si sus bebés nacen con labio leporino, ya que no es posible actuar sobre él ni prevenirlo. Aunque en algunas ocasiones se asocia a la presencia de otras malformaciones, otras tantas suponen únicamente un este problema estético.
En España, la cirugía correctiva para tratar el labio y el paladar hendidos entran dentro de la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud (SNS)
En función de las aberturas de cada niño con labio leporino, estos pueden presentar determinadas dificultades a la hora de comer, hablar o respirar, por lo que es probable que estos pequeños necesiten ayuda extra para desarrollar correctamente estas habilidades. Además, suelen ser más propensos a sufrir infecciones de oído, problemas con los dientes o pérdida de audición.
CIRUGÍA CORRECTIVA PARA SOLUCIONAR EL LABIO LEPORINO
La vía de tratamiento indicada para solucionar el labio leporino consiste en una cirugía correctiva. Si bien es cierto que hablar de cirugías en niños puede despertar cierto temor en las familias, la valoración médica de cada caso será fundamental. Por lo general, la operación de labio hendido se realiza antes de que el niño haya cumplido el año de vida, entre los 2 y 6 meses de edad, y la de paladar hendido antes de los 18 meses para evitar las complicaciones de salud anteriormente comentadas.
Se trata de un procedimiento quirúrgico frecuente y que ofrece muy buenos resultados, pues la mayoría de los niños que se someten a esta intervención mejora considerablemente su calidad de vida. De hecho, lo más probable es que desarrollen con normalidad sus capacidades de habla y masticación. En algunos casos sí que podrían ser necesarias otras cirugías para solucionar los problemas, como el cuidado dental y ortodoncia para la colocación de piezas dentales, o terapia del habla con logopedas.
En España, la cirugía correctiva para tratar el labio y el paladar hendidos entran dentro de la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud (SNS). Si tu bebé ha nacido con esta afección, lo más probable es que los profesionales sanitarios ya te hayan informado al respecto en las revisiones pediátricas, hayan evaluado clínicamente el caso para hacer un seguimiento y valorar fechas para la intervención.
Después de la operación, algunos bebés pueden necesitar una férula acolchada para los brazos para favorecer una mejor recuperación
En cualquier caso, el peque necesitará pasar por un preoperatorio para que los médicos puedan realizarle las pruebas y exámenes clínicos que garanticen la seguridad de la intervención. También deberás firmar un consentimiento, como responsable del niño, que detalle la información del procedimiento y sus riesgos asociados.
El día de la intervención, el anestesista le practicará una sedación o anestesia general para proceder con la intervención. Y en el quirófano, el cirujano reconstruirá el espacio del labio hendido en los pacientes con labio leporino y las deformidades nasales o palatales en los casos de paladar hendido. Para ello, manipulará la piel, los músculos y el cartílago de la zona y se utilizarán puntos de sutura reabsorbibles o removibles que buscan evitar las cicatrices visibles.
Se trata de una cirugía reconstructiva que puede durar unas dos horas y, al día siguiente de ser practicada, el niño será dado de alta para continuar con sus cuidados en casa. Posteriormente, necesitará citas de seguimiento con el especialista para comprobar cómo va la recuperación, aunque en cuestión de 3 o 4 semanas podría estar completamente recuperado. Durante los primeros días tras la operación, algunos peques pueden necesitar alguna férula en los brazos para evitar que se toquen la zona intervenida y facilitar su curación.