Educar a los niños es todo un reto. Nadie nos ha enseñado a hacerlo, por lo que solemos confiar en los métodos tradicionalmente heredados, pues, en realidad, no deja de ser lo que hemos recibido cuando éramos pequeños. Estos métodos se basan en las amenazas, en las regañinas, en los castigos, en las recompensas o chantajes… Herramientas que pueden funcionar en el corto plazo pero que, en el fondo, tienen un impacto en el desarrollo del niño o niña.
Precisamente, el modelo convencional se sirve mucho de la sobreprotección, otra herramienta que puede nacer de la mejor de las intenciones de los educadores, pero que entraña medidas autoritarias, miedo y coerción en los más pequeños. Afortunadamente, la disciplina positiva propone otra filosofía que hoy desentraña en Estetic la psicóloga infantil Angélica Joya (@impliquo), máster en Psicología Adleriana y Psicopatología, autora de ‘Educar sin desesperar’.
Muchos padres tienden a sobreproteger a sus hijos, ¿cuáles crees que son las causas?
Creo que detrás de la sobreprotección hay muchos miedos y culpa. Hay miedos que son muy personales, pero lo que yo más comúnmente me encuentro en consulta y que he experimentado también en carne propia como madre de tres peques son el miedo a que no sea feliz, el miedo a que se haga daño o sufra, a no ser un buen padre, miedo al rechazo y al fracaso, a que nuestro hijo o hija se quede ‘atrás’ y miedo a ser juzgado.
En cuanto a la culpa, muchas veces aparece en ese ‘baile’ que hacemos diariamente entre la amabilidad y la firmeza. Nos pasamos de ‘firmes’ rozando la rigidez y el autoritarismo con nuestros hijos y cuando cesa el momento de ‘enfado’ o frustración, nos encontramos con una culpa muy grande. Entonces sobrecompensamos siendo permisivos y/o sobreprotegiendo a nuestros hijos.
¿Estáis los psicólogos de acuerdo con la sobreprotección de los niños? ¿Cómo deben lidiar los padres con la sobreprotección, frente a la curiosidad de los hijos?
Creo que la mayoría de psicólogos estamos de acuerdo en que la sobreprotección tiene efectos negativos en la autoestima y autoconfianza de los niños y niñas. Es verdad que muchas veces los adultos, a través de la sobreprotección, coartamos la curiosidad de los niños, así como las necesidades innatas de exploración y experimentación con el ambiente y con su propio cuerpo. Yo te diría que, si tu hijo es un ‘explorador’ en potencia, en lugar de decirle todo el rato “cuidado”, “te vas a caer”, “esto es peligroso”… Mejor empieces por hacer dos cosas: la primera es hacer preguntas en lugar de dar advertencias o largos sermones, y la segunda es callar y actuar.
Cuando haces preguntas y no advertencias, en lugar de decir “te vas a caer” o “vas a tener frío”, es mejor hacerle reflexionar. Por ejemplo, “¿qué puede pasar si escalas tan alto sin ningún tipo de protección?” o “¿qué puede pasar si estás todo el día a afuera sin abrigo?”.
Muchas veces los adultos, a través de la sobreprotección, coartamos la curiosidad de los niños"
Para poder callar y actuar en situaciones en las que tienes el impulso ‘sobreprotector’, te puede ayudar pensar lo siguiente: “¿Qué es lo peor que puede pasar si sigue haciendo esto?”. Esta pregunta te ayuda a ponerte en el peor escenario posible y anticiparte a lo que puedes hacer para evitarlo o gestionarlo en caso de que pase.
Imagina que tu hijo o hija está escalando una pared alta para él, pero a la que tú llegas de puntillas. Podrías quizás acercarte en silencio y estar atento en caso de que necesite tu ayuda. Y eso sería suficiente. Pero imagina que esa misma pared sube, de repente, 2 metros más por encima del suelo. En este caso, puedes establecer un límite seguro para esa exploración, diciendo, por ejemplo, “puedes escalar de aquí a aquí” o “si quieres escalar tan alto, podemos ir a una pared de escalada con arnés y casco”.
¿Qué consecuencias tiene en el desarrollo psicológico y emocional de un niño el ser educado bajo la sobreprotección?
Crecer en un ambiente de sobreprotección está relacionado con personas inseguras, con miedo al fracaso, baja creatividad, baja autoestima, ansiedad y personas poco responsables y perseverantes. Todo esto teniendo en cuenta que hay una forma de sobreprotección que es muy común hoy en día y de la que todavía no hemos hablado. Esta se produce cuando sobreprotegemos metiéndonos entre nuestros hijos/as y sus decisiones. Con esto quiero decir que muchas veces estamos tan preocupados de que nuestros niños no sufran, sean felices o no se equivoquen, que les alejamos continuamente de los aprendizajes que vienen con los errores y los fracasos.
Por ejemplo, si tu hija no sabe los deberes que tiene para el lunes, tendrá mala nota; si se olvida el bocata, tendrá hambre; si un adolescente no se ducha, olerá mal y sus amigos se lo harán saber… Y así un largo listado de circunstancias en las que la propia vida les enseña que todo lo que hacemos tiene un efecto o consecuencia. En cambio, si el adulto interviene continuamente preguntando por los deberes en el chat de la clase, haciendo de agenda, llevándole el bocata al hijo cuando se lo olvida, entonces será muy difícil que el niño o la niña ‘se responsabilice’ de su vida. Esto también es sobreproteger y es muy nocivo para nuestros hijos.
¿Esa sobreprotección es necesaria en el entorno digital?
Creo que cada edad conlleva ciertas cosas que son adecuadas y otras que no, porque tanto física como psicológicamente tenemos unos ritmos que hemos de respetar. Para mí, limitar el uso de pantallas, el acceso al móvil y tener herramientas de control parental no essobreproteger. Forma parte de lo que debemos hacer como padres, que es cuidar, entrenar y acompañar.
"Crecer en un ambiente de sobreprotección está relacionado con personas inseguras, con miedo al fracaso, baja creatividad, baja autoestima, ansiedad y personas poco responsables y perseverantes"
En lo relacionado con el mundo digital, creo que como sociedad hemos hecho cosas que son impensables y que siempre estamos a tiempo de re-evaluar. Por ejemplo, dar a un menor libre acceso a un elemento que se sabe 100% que es altamente adictivo y que genera efectos en el cerebro muy parecidos a otro tipo de drogas que están prohibidas incluso para adultos. Si yo te dijese que a mi hijo de 13 años no le dejo fumar bajo ninguna circunstancia, me dirías: “¡Claro que sí!”. Y jamás pensarías que lo estamos sobreprotegiendo.
En el otro extremo, encontramos la permisividad y la laxitud, ¿qué riesgos a nivel psicológico corre un niño educado bajo esta dinámica?
La permisividad está relacionada con personas altamente egocéntricas que pueden tener grandes problemas de adaptación a nivel social, pues suelen tener mucha dependencia de la mirada del otro. Son muy demandantes, tienen poco sentido de la cooperación y la contribución e incluso pueden tender a evitar cualquier situación en la que sea posible destacar.
Una de las cosas que me encuentro mucho, y de la cual hablo en mi libro, es que muchos de los adultos que tienden hacia la permisividad lo hacen pensando en que es la manera de poder promover la empatía, la cooperación y la felicidad en los niños. Pero esto no es así en absoluto. Primero porque los niños que crecen en ambientes en los que solo ‘se les da’ sin pedir su contribución no aprenden a ser empáticos. Aprenden a recibir y a exigir cada vez más. Y segundo porque lo que se ha encontrado en las investigaciones sobre felicidad es que la verdadera felicidad viene dada de la capacidad que desarrollamos cuando superamos obstáculos y de la satisfacción que sentimos cuando contribuimos o ayudamos a alguien.
¿Cuál es el equilibrio y cómo deben conseguirlo los padres a la hora de educar?
El equilibrio es poder tener una actitud que combine la conexión con las necesidades de todos y la claridad de los límites y las normas. En disciplina positiva, lo llamamos la ‘actitud amable y firme’. Somos amables cuando tenemos en cuenta las necesidades de los niños y niñas, y firmes cuando consideramos las necesidades del adulto y de la situación. Para lograr esto es importante que, como adultos, tengamos claro cuáles son los valores que tenemos como prioridad a la hora de educar y nos dotemos de herramientas prácticas que nos ayuden a conectar con nuestros hijos y con nosotros mismos en nuestro día a día. En mi libro propongo un ejercicio al respecto.
Educar puede ser desesperante más de una vez, ¿recomiendas a los padres que se ven superados acudir a terapia para ponerle solución a una situación crónica de desesperación? ¿Qué pueden aprender con ayuda de un profesional?
Muchas veces los adultos vienen a terapia buscando que el psicólogo les arregle a su hijo o hija. Así que, antes de buscar ayuda profesional, creo que es importante centrarse en que el trabajo empezará siempre por ti. Para ello, puede ser útil definir el tipo de padre o madre que quieres ser y después observar qué cosas te están impidiendo lograrlo. Una vez tengas eso claro, te aconsejo que busques ayuda profesional siendo consciente de que no será un trabajo fácil ni rápido en la gran mayoría de los casos. En psicología hay muchas tendencias psicológicas y puede ser que des con profesional que te proponga soluciones o use métodos que no vayan acorde a ti. No debes dar nada por sentado, así que lucha por encontrar una persona que sientas que va en tu misma línea.
Respecto a la ayuda profesional, lo que observo en consulta es que los padres que piden ayuda tanto individual como grupal, se sienten empoderados, apoyados y, sobre todo, disfrutan más de su paternidad. Gracias a esta terapia, encuentran un lugar donde parar y reflexionar de muchas situaciones diarias que les desbordan, encuentran soluciones y ganan mucho en seguridad.