Siempre es una buena idea incorporar vitamina C a la rutina facial, pero hay una época del año en que es un auténtico regalo para la piel: el final del verano.
Verónica Fuentes, Beauty Expert de Sephora, nos explica las razones por las que conviene comenzar el curso con una buena dosis de la vitamina más fresca.
1. De día, es imprescindible. Porque es uno de los antioxidantes más poderosos que hay, capaz de frenar en seco a los más agresivos radicales libres, pues reduce el daño oxidativo que se produce en la piel. Si además se combina con vitamina E, otro poderoso activo antiradical, su poder defensivo se multiplica.
2. Si vas a tomar el sol, añade una dosis extra de vitamina C bajo el protector solar: esto potencia su eficacia y aumenta su acción al convertirlo en un fotoprotector biológico.
Siempre es una buena idea incorporar vitamina C a la rutina facial, pero hay una época del año en que es un auténtico regalo para la piel: el final del verano
3. El sol daña a los fibroblastos, que producen el colágeno, esencial para la firmeza. Por eso, ahora más que nunca la piel requiere vitamina C en aplicación tópica, pues es un precursor del colágeno esencial en su creación y que la piel requiere para fabricarlo.
4. Incluso si no hay problema de manchas, el sol altera a los melanocitos. La vitamina C es esencial a la hora de regularlos y conseguir que funcionen de forma más ordenada, proporcionando una acción reparadora.
5. El sol ataca -y apaga- la luminosidad de la piel. No hay mejor antídoto para ello que la vitamina C, que mejora la uniformidad y brillo cutáneos.
6. ¿Más tabaco? A veces, el aumento de la vida social en verano provoca que se fume más, y la piel lo nota, pues se vuelve más gris. Para ello es imprescindible tanto la vitamina C oral como tópica, pues la nicotina ataca sus reservas y las disminuye.