A partir de cierta edad, es conveniente realizar pruebas ginecológicas ocasionalmente para descartas posibles afecciones como el cáncer cervical o infecciones, ya sean por hongos o transmisión sexual.
Al contrario de lo que muchos piensan, estás pruebas no son solo para aquellas personas con una vida sexual activa. Sino que, toda mujer debería tomar conciencia de cara a un diagnóstico temprano ante posibles enfermedades.
La ginecóloga Lorena Serrano (@hello.gyn) resuelve una de las dudas más comunes en torno a algunas pruebas del área de ginecología. La citología y el cultivo son, posiblemente, dos de las pruebas más repetidas cada día en las consultas de ginecología.
CITOLOGÍA
También conocido como el test de Papanicolau, la citología es una prueba de cribado de cáncer de cérvix. Y se trata de una muestra de las células cervicales que se recoge en mujeres de entre 25 y 65 años, al menos cada tres años. En algunos casos, se puede realizar antes o con más frecuencia si se detecta alguna anomalía.
Si se identifica alguna lesión, la citología se puede realizar según los protocolos en cada caso. Lorena tranquiliza a sus seguidoras añadiendo que “La prueba es indolora”.
Consiste en un raspado con el cepillo o la espátula muy suave, puede llegar a ser algo molesta pero es muy rápida de hacer, “no lleva más de un minuto” recalca López. Con este instrumento recogen, a través de un raspado, una muestra de células de la vagina, así como del cuello uterino.
CULTIVO
La prueba del cultivo se lleva a cabo cuando existe algún síntoma o sospecha de infección vaginal, como la Candiadisis o Vaginosis. Es un análisis de laboratorio que ayuda a diagnosticar las posibles infecciones en toda la zona genital.
El cultivo se realiza si existe algún síntoma o sospecha de infección
Cuando la paciente presenta picor, flujo excesivo o la aparición de mal olor, se recomienda llevar a cabo un cultivo para descartar infecciones. De la misma manera, otros síntomas que conducen a esta prueba son al fiebre o el dolor pélvico.
La prueba consiste en recoger una muestra endocervical de las paredes del útero con un cepillo. Después, se envía a una laboratorio para que identifique posibles infecciones por hongos, bacterias o de transmisión sexual.