Aunque el verano se supone que es una época de descanso, los excesos de sol, cloro y calor terminan pasando factura a nuestra piel. Tras las interminables horas de sol nos encontramos con una piel más apagada, con algunas manchitas nuevas y hasta con aquellas arrugas que en invierno no se notaban tanto.
En el caso de pieles grasas, el calor y la humedad pueden empeorar problemas previos como el acné o la rosácea. Con las altas temperaturas, las glándulas sebáceas se estimulan creando una mayor producción de sebo. Por el contrario, las pieles secas se benefician de estos efectos logrando una mayor hidratación. No hay que olvidar el sudor, un causante de irritación en las pieles sensibles o zonas cutáneas con mayor exposición.
El sol se alza como uno de los efectos más perjudiciales para la salud del cutis. Tras las interminables horas de playa y piscina es necesaria una recuperación y reparación que la devuelva a sus niveles de hidratación iniciales. Para ello es fundamental crear un plan de rescate 360º que cubra desde la alimentación, hasta los cuidados tópicos. Es ahí cuando tenemos que darle a la piel ese boost de colágeno, elastina y vitaminas, necesarias para recuperar su buena salud.
¿CUÁL ES LA RUTINA PERFECTA PARA CADA TIPO DE PIEL EN INVIERNO?
El equipo de expertos de C+E Max siempre recomienda una correcta hidratación, tanto por dentro como por fuera. La ingesta de la cantidad necesaria de agua y una hidratante indicada para las necesidades de cada piel son dos básicos sin los que una rutina nunca podrá ser eficaz. Además, si de forma diaria se suma un plus de colágeno, la piel se reafirmará desde dentro luciendo más joven e hidratada por fuera.
Uno de los pasos más olvidados de las rutinas de belleza es uno de los más importantes para el cuidado del cuerpo humano, su alimentación. Nuestro estado interior se refleja directamente por fuera y no solo en una piel visiblemente mejorada, sino que también se notará en el pelo, ojeras y luminosidad. Las vitaminas y un buen nivel de todos los nutrientes fundamentales para el cuerpo humano se reflejan en la dermis de forma inmediata.
La ingesta de la cantidad necesaria de agua y una hidratante indicada para las necesidades de cada piel son dos básicos sin los que una rutina nunca podrá ser eficaz
A pesar de que en invierno parece que no necesitamos protección solar, eso es un mito. Todos los días del año el sol incide en nuestra piel haciendo que envejezca y por ello es imprescindible protegerla. Algunas claves para evitar los efectos nocivos de los rayos solares son: el uso de cremas protectoras, evitar la exposición al sol en las horas centrales y preparar la piel desde dentro con complementos vitamínicos.
¿CÓMO AFECTA EL INVIERNO A LA PIEL?
Con la caída de las temperaturas la piel contrae los capilares, justo al contrario que en verano. Con estas alteraciones, y más aún cuando son cambios bruscos, la piel debe contraerse en un tiempo récord para poder protegerse.
La capa más fina y externa de la piel, la dermis, es la más afectada por las bajas temperaturas. Al ser la más expuesta es la primera en recibir la gelidez del tiempo, sin embargo, no cuenta con una capa de grasa que la pueda proteger por lo que es importante protegerla de forma extra. Cuando su protección no es adecuada podemos ver rojeces, inflamaciones e incluso algunas descamaciones.
¿QUÉ NECESIDADES TIENE LA PIEL EN CADA ÉPOCA DEL AÑO?
La piel se adapta a cada época del año transformando sus características para enfrentarse de la mejor forma posible a cada tipo de tiempo. Por ello es necesario que los cuidados sean adecuados para cada etapa del año.
Tras los excesos solares del verano, el otoño se alza como el momento perfecto para recuperarla. En este momento debemos reforzar nuestra piel desde dentro con una combinación de alimentación e hidratación, sin olvidar un equilibrio entre sus componentes naturales como las vitaminas, colágeno y elastina.
Este plan de rescate debe alargarse durante el invierno, momento en el que los cuidados tópicos se deben cuidar al máximo. La piel en este momento es más frágil dados los amplios contrastes térmicos volviéndose más tirante y apagada. En primavera la piel también se altera. La renovación de la piel y eliminar las células muertas acumuladas tras el invierno es un paso clave para que la piel llegue al verano en sus mejores condiciones.