Dormir bien es fundamental para asegurar nuestra productividad y rendimiento diarios, que se hacen tan necesarios con el elevado ritmo de vida que llevamos. Sin embargo, son muchos los factores que pueden alterar el sueño y, por ende, a nuestra capacidad de descanso reparador, algo que nos hace despertarnos cansados y con la sensación de no tener la energía suficiente para afrontar un nuevo día. Así, terminamos apostando por ese café salvador que nos ayuda a estimularnos desde primera hora.
Lo ideal, sin duda, es poder descansar bien durante la noche para cumplir con nuestras tareas. Pero en nuestro día a día, además del estrés, elementos como el tipo de alimentación que llevamos, el sedentarismo y la luz a la que estamos expuestos perjudican a nuestra higiene del sueño. Conocer cómo nos afectan es la forma de transformar nuestros hábitos y eso es lo que se ha propuesto la asesora y divulgadora del sueño y descanso Jana Fernández con su nuevo libro, ‘Aprende a descansar’, donde nos explica cómo funciona nuestro cerebro mientras dormimos y qué procesos influyen en el proceso. Además, nos enseña el método para aprender a descansar mejor.
¿CÓMO AFECTA LA LUZ A NUESTRO DESCANSO?
En la mayor parte de nuestro día nos encontramos expuestos a diferentes tipos de luz, siendo la luz natural la que funciona como “gran sincronizador de nuestro reloj biológico”. Asimismo, tiene efectos ansiolíticos y antidepresivos, ya que la luz natural favorece la síntesis de melatonina o la hormona que regula los ciclos del sueño. Este es el tipo de luz que ha acompañado al ser humano a lo largo de su historia, durante miles de años y la que se considera como apropiada para el descanso, ya que nos ayuda a sincronizarnos con nuestro ritmo circadiano.
“La exposición a la luz azul reduce la duración del sueño de los participantes en aproximadamente dieciséis minutos”
Dentro del espectro visible que podemos distinguir, la luz azul natural es la onda lumínica que nos activa y que interviene en un correcto ciclo de sueño y vigilia natural. Sin embargo, desde hace algo más de un siglo recurrimos a la iluminación artificial para llenar de luz nuestros hogares y otros espacios en la tarde y noche. Esta posibilidad trae consigo algunos riesgos para la salud, pues con el uso de la luz artificial alteramos nuestro reloj biológico, que se regula por los niveles de luminosidad y oscuridad.
LUZ AZUL Y PANTALLAS
La luz azul “estimula la parte de nuestro cerebro que nos hace estar alerta”, haciendo que “se eleven nuestra temperatura corporal y nuestra frecuencia cardíaca”. Así, disminuye la producción de melatonina en nuestro organismo, lo que adicionalmente ordena al cuerpo a seguir activo. Por lo tanto, la luz azul artificial, que es la que emiten las pantallas de nuestros móviles, televisiones y otros tantos dispositivos, nos afecta de manera directa, como también lo hacen las bombillas con este tipo de onda lumínica.
Tal y como explica la experta en su libro, un estudio elaborado por la Universidad Haifa y la Assuta Slip Clinic ha concluido que la luz azul que emiten los dispositivos electrónicos es perjudicial para la salud, pues daña los ciclos circadianos naturales. La investigación ha demostrado que “la exposición a la luz azul reduce la duración del sueño de los participantes en aproximadamente dieciséis minutos”.
Así que nuestra inquietud no debería ser tanto el tipo de luz, sino más bien la cantidad de horas a la que nos exponemos a ellas. Lo recomendable es “seguir los ritmos de la naturaleza”, favoreciendo la exposición a la luz azul procedente del sol durante el día para estar alerta por parte de nuestro cerebro. Hacerlo antes de ir a dormir condicionará la actividad de este órgano y, en consecuencia, nuestra capacidad de descanso.