Sea cual sea la edad, el acné siempre puede aparecer. La idea que tenemos asociada a esta patología es que es únicamente característica de la adolescencia, pero nada más lejos de la realidad.
Es algo que por mucho que queramos, no podemos evitar. Pero, ¿sabías que existe un tipo de acné del que somos 'culpables'?
Seguro que alguna vez has nota que un cosmético te ha causado acné e irritación. Esto se llama acné cosmético.
Hay cosméticos que resecan demasiado la piel, dando la impresión de controlar la producción excesiva de sebo en las pieles grasas, pero el sistema biológico desarrolla más aceite para dar el equilibrio necesario. Este desarrollo de una sobreproducción de aceite se llama efecto rebote y produce el brote de acné, agravando el proceso infeccioso y formando comedones.
Para tratarlo, lo primero que debemos hacer es identificar el producto que ha causado el acné para dejar de utilizarlo en nuestra rutina beauty
Este tipo de acné es provocado por ingredientes que contienen ciertos productos, debido a la sobresaturación, por una exfoliación excesiva de la piel, resecándola y favoreciendo la producción de sebo, por lo que en las pieles grasas se produce justo el efecto contrario que buscamos produciéndose una obstrucción de los poros y, por tanto, la aparición de brotes de acné, y por un abuso excesivo de cosméticos astringentes.
La forma más habitual de manifestarse es a través de erupciones acneiformes provocadas por los productos comedogénicos. Puede aparecer en la zona de la barbilla, los laterales de la mandíbula y alrededor de la boca, o también en frente y mejillas
INGREDIENTES QUE LO CAUSAN
Aceite de germen de trigo
Isopropyl Isostearate
Isopropyl Myristate
Isocetyl Stearate
Cetyl alcohol
Octyl Stearate
Productos comedogénicos
Para tratarlo, lo primero que debemos hacer es identificar el producto que ha causado el acné para dejar de utilizarlo en nuestra rutina 'beauty'.
Si lo que buscas es acelerar el proceso de cicatrización, lo más recomendable es empezar a utilizar principios activos como el ácido salicílico, la niacinamida o el retinol. La mejor opción es utilizar limpiadores faciales con muy pocos tensioactivos para una limpieza suave, pero en profundidad sin resecar la piel y, por tanto, sin alterar la barrera cutánea.