La mascarilla llegó para quedarse y desde entonces, un curioso efecto compensatorio se ha apoderado de los ojos, más solicitados que nunca a la hora de comunicar emociones como gratitud, empatía, alegría, etcétera.
Esta gesticulación exagerada no solo contribuye a poblarla de arrugas, sino que abunda en estigmas comunes como las bolsas o las ojeras, cuya visión enturbia la mirada más limpia.
Esta gesticulación exagerada no solo contribuye a poblarla de arrugas, sino que abunda en estigmas comunes como las bolsas o las ojeras
Es tan importante, que su estado modifica el lenguaje de la mirada, alterando la percepción de su profundidad, intención o incluso, su alegría. Según la doctora Josefina Royo de IML, cinco son los parámetros que determinan su deterioro:
- El espesor cutáneo: la piel es tan delicada en esta zona, que apenas tiene glándulas sebáceas. Tal circunstancia explica su potencial reactividad y la débil barrera de su manto ácido, insuficiente para proteger la capa córnea, cinco veces más fina que en el resto de la cara.
- Las fibras elásticas y colágenas: su baja concentración explica la progresiva distensión de los párpados, que pliegan sobre el globo ocular con el paso del tiempo y a duras penas consiguen contener la protuberancia de las bolsas cuando aparecen.
- La mímica: veintidós son los músculos periorbitales solicitados, cada vez que se gesticula con los ojos. Este continuo movimiento, así como los propios de la acomodación visual, causan las patas de gallo y las marcas en el entrecejo.
- El blanco ocular: el estrés, la falta de sueño o la fatiga, así como la ingesta de alcohol, el tabaco o los ambientes cargados, no solo contribuyen al envejecimiento de la mirada, sino a la aparición del “ojo rojo”. Un colirio vasoconstrictor puede ser de gran ayuda en estos casos y en especial, en el de los ojos claros, con mayor tendencia a enrojecer.
- La grasa orbitaria: estructuralmente, el ojo está rodeado de lóbulos grasos, que resultan imperceptibles hasta que el septum se relaja y desvitaliza. Esta fina membrana que los mantiene en su correcta ubicación, deja de retenerlos con el paso del tiempo por la escasez de fibras elásticas y colágenas. Las bolsas se hacen visibles cuando esta fina porción de tejido conjuntivo acaba venciéndose y la grasa protubera.
ARRUGAS Y PATAS DE GALLO
“Un detallado estudio de la expresividad facial y el manejo virtuoso de la toxina botulínica constituyen las mejores herramientas para relajar la mirada sin perder su función comunicativa”, explica la doctora.
Arrugas frontales y patas de gallo marcan la piel debido a la continua contracción de los músculos, con los que forma una unidad funcional. La aplicación estratégica y las dosis adecuadas de Toxina Botulínica suavizarán estas arrugas dinámicas, al relajar la crispación muscular que las produce.
“En la frente trataremos el músculo frontal, el prócerus y el corrugador. En el contorno ocular, el músculo orbicular de los ojos”, ha continuado la directora de IML.