Miguel González fue diagnosticado en 2016 de linfoma de Hodking con 40 años. Después de un par de meses en busca de una explicación para el dolor que tenía en la espalda y los resultados descuadrados de las analíticas, recibía el nombre de lo que le ocurría. “El hematólogo fue optimista. Me dijo que era un cáncer curable y con buena perspectiva y no tendría mayores problemas”, cuenta a Consalud.es. Recibió quimioterapia y todo parecía ir bien pero no fue así: tuvo una recaída temprana. “Fue más duro, menos de lo que esperas, pero hay momentos de agotamiento físico”. Tras ello tuvo controles cada tres meses, luego cada seis y después cada año. En estos cinco años y medio desde el diagnóstico saltaron de nuevo las alarmas con un PEC-TAC sospechoso que al final no parece nada, “pero el miedo a las recaídas está siempre ahí incluso años después”.
Los años después de sobrevivir a un cáncer están llenos de pruebas de control para evitar recaídas, pero también de “valoración de la susceptibilidad genética para el cáncer en el paciente y familiar para algunos tipos de cáncer; detección de segundas neoplasias primarias; monitorización de complicaciones del tratamiento; prevención y tratamiento precoz de alteraciones del estado psicológico secundarias al cáncer o a su tratamiento, y proporcionar soporte psicosocial”, explica a este medio la Dra. Ana Santaballa, coordinadora del Grupo de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM)-Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SEMFYC) de largos supervivientes.
Dra. Santaballa: "Lo principal durante el seguimiento es conocer cuáles son esas toxicidades diferidas o secuelas que puedan aparecer en función del tratamiento recibido por cada paciente y saber identificarlas de forma precoz"
Cada año se produce un aumento de casos de cáncer, solo para 2023 la SEOM estima que se diagnosticarán 279.260 nuevos casos de cáncer. Esto se suma a que los avances han permitido ampliar las supervivencia, un hecho que hace referencia a “los problemas físicos, psicosociales y económicos del cáncer desde el diagnóstico y tratamiento”, según el Instituto del Cáncer de Estados Unidos. Son pacientes que necesitan una atención integral adaptada a sus necesidades.
Los protocolos y modelos de seguimiento establecidos para estos pacientes varían según los tumores. En ellos Atención Primaria tiene un papel esencial. Estos son los que hacen la vigilancia del paciente y lo derivan en caso de una sospecha. “En cuanto tengo algún problema me llevan enseguida al especialista”, indica González. “Lo principal durante el seguimiento es conocer cuáles son esas toxicidades diferidas o secuelas que puedan aparecer en función del tratamiento recibido por cada paciente y saber identificarlas de forma precoz, derivándolas al especialista que corresponda para su tratamiento o seguimiento si procede”, añade la Dra. Santaballa.
En los últimos años se ha trabajado mucho para realizar un buen abordaje de estos pacientes, pero como recogía la SEOM en su ‘Plan Integral de Atención a los Largos Supervivientes de Cáncer’ falta “coordinación”. En palabras de la Dra. Ana Santaballa: “Es necesario abrir canales de comunicación entre niveles asistenciales (especializada y Primaria), dotar de los recursos necesarios para que este seguimiento pueda llevarse a cabo, y facilitar la formación adecuada en el paciente con cáncer, sus tratamientos y sus problemas en el medio y largo plazo”.
APOYO PSICOLÓGICO
Una de las mayores limitaciones que encuentran estos pacientes es la atención psicológica, explica Miguel González. Aunque los protocolos recalcan la importancia de este servicio para estos pacientes que en muchos casos sufren secuelas neurológicas, psicológicas y conviven con limitaciones sociales y laborales, lo cierto es que casi siempre tienen que ir ellos a buscarla. “Los hematólogos se preocupan de tu bienestar y tu curación, el resto queda en segundo plano. Nunca me derivaron a un psicólogo o un psiquiatra, dormía bien y no tenía mal ánimo, por eso no consideraron que lo necesitara. Cuando superé la enfermedad volver a la vida normal para mí fue muy complicado”, señala González.
Tras un año y medio con problemas neurológicos y luchando por volver a una vida normalizada, decidió ir al psicólogo. “Me ha ayudado mucho. Me da herramientas, principalmente ahora que mi padre está bajo tratamiento de una leucemia. Todo lo que estamos viviendo ahora me remueve el pasado”. A otros supervivientes les cuesta más recuperar su vida por trabas laborales o mayores secuelas, y para todo ellos un abordaje integral es esencial. “Es necesario que se cuente con un apoyo institucional, con estrategias desarrolladas por las Consejerías de Sanidad de cada Comunidad Autónoma. Es un problema mucho más complejo que no puede abordarse solo desde Primaria y Oncología sin un apoyo institucional”, concluye la Dra. Santaballa.