Este viernes celebramos en Consalud.es el Día Internacional de la Mujer. Una fecha en la que, un año más, queremos dar visibilidad a la lucha de las mujeres por su participación y liderazgo en el sector sanitario. Una de las representantes sanitarias que toma la voz con motivo de esta fecha es, precisamente, la ministra de Sanidad Mónica García.
García es actualmente la octava sanitaria que ha ocupado este cargo en el Ministerio y es, además, la primera ministra anestesista. Después de una larga trayectoria política y tras haber ejercido también su profesión como sanitaria en la Comunidad de Madrid, la facultativa dirige ahora uno de los departamentos más importantes del Gobierno de España.
El sanitario es uno de los sectores más feminizados que tenemos en España, pero ¿están las mujeres realmente representadas en puestos de liderazgo? ¿Qué medidas se pueden llevar a cabo para mejorar esta situación?
Efectivamente, se trata de un sector muy feminizado. La enfermería siempre lo había estado, pero, desde 2017, también hay una mayoría de médicas colegiadas. Lo mismo ha sucedido en los ámbitos de la psicología, la fisioterapia y la salud bucodental.
Esto contrasta con el bajo porcentaje de mujeres que encontramos como jefas de servicio y de sección, como gerentes de hospitales o como decanas de las facultades de Medicina. La evidencia nos demuestra que no basta con esperar al relevo generacional: la brecha puede incluso incrementarse, con una representación masculina cada vez más desproporcionada en los puestos más altos.
El efecto “escalera de cristal” hace que los varones asciendan más rápidamente a puestos de liderazgo incluso en profesiones dominadas por mujeres
Es lo que se conoce como el efecto “escalera de cristal”, por el cual los varones ascienden más rápidamente a puestos de liderazgo incluso en profesiones dominadas por mujeres, debido a las barreras que siguen suponiendo la maternidad -por un reparto desigual de los cuidados y políticas de conciliación insuficientes- y la minusvaloración de las capacidades femeninas.
En definitiva, necesitamos seguir impulsando una perspectiva feminista que visibilice este techo de cristal, sea proactiva en el reconocimiento del talento femenino y promueva su liderazgo, en especial con las generaciones más jóvenes, entre las que la percepción del problema, desgraciadamente, se está difuminando. Hace falta más feminismo en la formación, en la investigación y en la práctica sanitaria.
En cuanto a la política sanitaria, ¿están las mujeres representadas en los puestos más altos?
En este Ministerio se aprecia la misma tendencia: es el departamento más feminizado, con más de un 70% de trabajadoras. El mismo porcentaje se mantiene a nivel de subdirecciones generales y sólo disminuye ligeramente en altos cargos. Todavía podemos mejorar en este sentido, pero resulta notable el liderazgo femenino en puestos intermedios y altos, especialmente en relación a otros ministerios.
Esto no cayó del cielo, sino que es algo que debemos a nuestras antecesoras. Vale la pena recordar que la primera mujer que accedió al Consejo de Ministros, en 1936, fue Federica Montseny, precisamente como ministra de Sanidad. Desde entonces han sido muchas las mujeres que han peleado no sólo por conseguir los cargos que legítimamente les correspondían, sino por imprimir una perspectiva diferente a las políticas sanitarias.
Tanto la investigación médica y biológica como las políticas sanitarias se han centrado en la salud masculina
Históricamente, tanto la investigación médica y biológica como las políticas sanitarias se han centrado en la salud masculina, lo que ha generado una falta de comprensión sobre cómo las enfermedades afectan de manera diferente a hombres y mujeres. Esto ha dado lugar a diagnósticos erróneos, tratamientos inadecuados y peores resultados de salud para las mujeres, por no hablar de los tabúes sobre menstruación, menopausia o violencia obstétrica que aún hoy persisten. Para seguir superando esa brecha de dolor y bienestar sigue siendo decisivo el liderazgo femenino en la política sanitaria y en todo el sector de la salud.
Con el paso de los años y su recorrido en política, ¿ha visto cambios en la situación de la mujer en este ámbito? Personalmente, ¿ha sentido mayores dificultades que las de sus compañeros?
Durante años las mujeres nos hemos echado a la espalda el trabajo más invisible, el que tiene menos reconocimiento, pero sin el cual no sería posible mantener en pie un proyecto colectivo. Eso pasa en las familias, en las empresas y en la política. Cuando pensamos en dar un paso al frente, a menudo nos piden que nos apartemos, que dejemos el protagonismo a los compañeros que han acumulado más visibilidad. Y cuando por fin nos decidimos, lo hacemos a sabiendas de que vamos a ser evaluadas de forma más exigente, cuando no directamente vilipendiadas desde los más rancios tópicos machistas.
En definitiva, claro que ha habido cambios, pero no han salido gratis. Por eso es tan importante, en pos de la equidad, que desde las instituciones se apoye el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad.
¿Qué importancia puede llegar a tener la sanidad a la hora de detectar los casos de violencia de género? ¿Qué pasos se han dado desde el Ministerio para mejorar la actuación sanitaria en estos casos?
Desde hace casi 20 años, el Ministerio de Sanidad, y concretamente su Observatorio de Salud de la Mujer, tiene un rol fundamental en la lucha contra la violencia de género. El Ministerio preside la Comisión contra la Violencia de Género del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS), donde se diseñan los indicadores, protocolos, instrumentos y guías comunes a todas las comunidades autónomas. También se promueve la formación continua dirigida a los profesionales sanitarios y se elaboran catálogos de buenas prácticas en la materia.
La primera línea de detección de la violencia de género es a menudo la atención primaria
La primera línea de detección de la violencia de género es a menudo la atención primaria. En el Marco Estratégico para la Atención Primaria y Comunitaria, aprobado en el 2019, se incorporó la necesidad de contar con protocolos específicos para la valoración social de las víctimas de violencia de género.
El pasado febrero aprobamos la creación de una Comisión específica en el Consejo Interterritorial y confiamos en que sea un espacio de diálogo y colaboración para avanzar en la elaboración del nuevo Plan de Acción de Atención Primaria y Comunitaria que profundice en mejorar la atención a las mujeres que sufren la violencia de género. Esa sería una de las mejores herramientas para mejorar el bienestar, la libertad y seguridad de las mujeres.
¿Qué mensaje mandaría a las mujeres en este 8M?
Mi mensaje a las mujeres es que cuiden su corazón, y lo digo en sentido literal. Este año, desde el Ministerio de Sanidad, queremos centrarnos en combatir los sesgos de género en investigación, diagnóstico y tratamiento, sobre todo en relación a la principal causa de mortalidad femenina, que son las enfermedades cardiovasculares. Esta brecha de género resulta en una mayor espera para recibir atención sanitaria o, ante la sospecha de un infarto, ser diagnosticadas de forma incorrecta con mayor frecuencia en comparación con los hombres.
Estamos trabajando en reducir esta brecha a través del impulso de la perspectiva de género en todas los ámbitos de la salud
Por nuestra parte, estamos trabajando en reducir esta brecha a través del impulso de la perspectiva de género en todas los ámbitos de la salud, especialmente a través de la formación del personal sanitario. Pero para superar el problema necesitamos también que las propias mujeres tomen conciencia de la gravedad del mismo, aprendiendo a identificar los síntomas, acudiendo con prontitud al sistema sanitario y exigiendo una atención adecuada.