En los últimos años asistimos a un claro aumento de la preocupación por salud bucodental y por la estética de nuestra sonrisa y eso se refleja en el aumento de medios auxiliares para la higiene bucodental. El Consejo General de Dentistas y la Fundación Dental Española apuntan a un incremento en el uso de cepillos interdentales, cepillo eléctrico, y otros métodos de higiene bucodental e indican que probablemente los irrigadores se incorporen también a esta lista de uso común entre los españoles próximamente. No obstante, su uso debe ser prescrito por el dentista, porque mal utilizado puede provocar retracción de encías debido, por ejemplo, a una mala orientación del chorro del agua o a una presión excesiva de la misma.
Se trata de un instrumento que funciona mediante la aplicación directa de un chorro de agua sobre los dientes y encías. El agua sale a presión, lo que ayuda a eliminar los restos de comida situada en zonas donde el cepillo no tiene acceso. Su uso no sustituye al cepillado de dientes ni a la higiene interdental, pero, en muchos casos, los complementa. A veces, al agua se le agrega algún antiséptico para añadir un efecto antimicrobiano al dispositivo.
Elimina restos de comida, facilita la limpieza de los implantes y de la protésis fija, ayuda a eliminar el biofilm acumulado en los aparatos de ortodoncia
Las indicaciones del irrigador pueden llegar a ser muy amplias pero está particularmente indicado en aquellas personas sometidas a un riesgo mayor de patología oral. Es el caso de los pacientes de alto riesgo de caries o enfermedad periodontal, en aquellos adultos mayores en los que la higiene no es del todo adecuada, en pacientes con grandes discapacidades que requieren de ayuda para su higiene, o en aquellos pacientes con tratamientos dentales complejos (coronas, implantes) para mejorar su mantenimiento. También se suele indicar en pacientes con tratamiento de ortodoncia fija porque presentan mayor dificultad en su higiene diaria debido a los brackets y alambres.
Se recomienda usarlo siguiendo la línea de la encía, pasando por todos los dientes y dirigiendo el chorro de agua hacia la línea que dibuja la encía con el diente, y entre todos los espacios interdentales. Se debe usar durante dos segundos sobre cada diente hasta repasar toda la boca, lo que suele llevar unos dos minutos. Es recomendable, salvo indicación expresa del dentista, usarlo después del cepillado nocturno.