Una revisión de casi 28.000 registros de los servicios de urgencias en Estados Unidos muestra que menos del 2 por ciento de los pacientes diagnosticados con COVID-19 sufrieron un ictus isquémico, pero los que lo sufrieron tenían un mayor riesgo de necesitar cuidados a largo plazo tras el alta hospitalaria. Estos son los resultados de
Este estudio, realizado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Missouri, ha analizado los datos de 54 centros sanitarios. Descubrieron que 103 pacientes (1,3 por ciento) desarrollaron un ictus isquémico entre 8.163 pacientes con COVID-19. En comparación, 199 pacientes (1,0 por ciento) desarrollaron un ictus entre 19.513 pacientes que no tenían COVID-19.
"Los pacientes con COVID-19 que desarrollaron un ictus isquémico agudo eran de mayor edad, tenían más probabilidades de ser de raza negra y presentaban una mayor frecuencia de factores de riesgo cardiovascular", explica el investigador principal, Adnan I. Qureshi.
Qureshi: "el riesgo se observó principalmente en quienes ya corrían riesgo de sufrir un ictus debido a otros factores de riesgo cardiovascular"
La edad media de los pacientes con COVID-19 que habían sufrido un ictus era de 68,8 años, frente a los 54,4 de los que no lo habían sufrido. Entre los pacientes con COVID-19 e ictus, el 45 por ciento eran negros, el 36 por ciento eran blancos y el 6 por ciento eran hispanos. Tendían a tener hipertensión (84 por ciento), alto contenido de grasa en la sangre (75 por ciento) y diabetes (56 por ciento).
"También descubrimos que los pacientes con accidente cerebrovascular con COVID-19 tenían una tasa significativamente mayor de altas a un destino distinto del hogar en comparación con los pacientes con accidente cerebrovascular sin COVID-19. Los pacientes con COVID-19 tienden a tener una afectación multisistémica y unos marcadores de inflamación elevados, que se ha demostrado que aumentan la tasa de muerte o discapacidad", agrega Qureshi.
Sus hallazgos son algo diferentes a los de estudios anteriores que sugerían que los pacientes con COVID-19 que desarrollaron un ictus eran más jóvenes y sin factores de riesgo cardiovascular preexistentes. "Aunque la COVID-19 fuera un factor predisponente, el riesgo se observó principalmente en quienes ya corrían riesgo de sufrir un ictus debido a otros factores de riesgo cardiovascular", remacha Qureshi.