Tras el terremoto sufrido en Turquía y Siria, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido del deterioro de salud mental que sufrirá la población de este país. En concreto, se calcula que uno de cada cinco supervivientes sufrirá un trastorno mental en los próximos diez años. Por ello, la OMS recuerda que "un apoyo psicosocial y de salud mental de calidad es esencial para la recuperación de las personas en situaciones de emergencia".
En este sentido, el organismo sanitario de Naciones Unidas advierte de que la magnitud y los efectos de los terremotos de febrero de 2023 han provocado un estrés psicológico "casi inimaginable" en las personas que han sobrevivido a la catástrofe.
Los efectos sobre la salud mental de las comunidades son inmensos: desde verse atrapados por los seísmos y a menudo heridos, hasta ver sus hogares gravemente dañados o destruidos y sus ciudades arrasadas y vaciadas, pasando por la pérdida de amigos, familiares y colegas.
Médicos del Mundo Turquía llevó a cabo recientemente una evaluación de las necesidades tras el terremoto en más de 10 subdistritos de los distritos de Antakya, Defne y Samandag. En la evaluación, el 35 por ciento de los encuestados informaron de que al menos un miembro de su familia había muerto.
Aunque en la evaluación se entrevistó a un número modesto de personas, el porcentaje que declaró síntomas de angustia psicológica y conmoción fue considerable. Los síntomas incluían una tendencia a romper a llorar, ataques de ira y cambios en el apetito, y casi todos informaron de cambios en sus patrones de sueño, a menudo interrumpidos por recuerdos horribles de la experiencia traumática que habían vivido.
El trauma mental continúa mucho después de los terremotos, y la pesadilla no se detiene
El trauma mental continúa mucho después de los terremotos, y la pesadilla no se detiene. Desde el primer seísmo de 7,8 grados, el 6 de febrero, se han registrado más de 10.000 réplicas de distinta magnitud. Los residentes, los equipos de rescate y otros equipos de respuesta han vivido en un estado permanente de miedo, cada estruendo trayendo nuevo terror e incertidumbre.
En la actualidad, cientos de miles de personas viven en campamentos provisionales, duermen en sus coches o tienen que buscar refugio en alojamientos inseguros o insalubres. El acceso al agua potable sigue siendo un problema para muchos.
Aunque las condiciones meteorológicas hayan mejorado, el cambio de temperatura plantea ahora nuevos problemas, ya que las tiendas de campaña y los hospitales móviles se recalientan y obligan a la gente a salir a la intemperie. En menos de un mes, las temperaturas en la zona podrían superar los 40ºC, lo que supondría un estrés físico y mental adicional.
Según Akfer Karaoglan Kahilogullari, experto en salud mental de la Oficina de la OMS en Turquía, con sede en Ankara, muchos trabajadores sanitarios de las zonas afectadas por el terremoto también se convirtieron en primeros intervinientes, trabajando para sacar a la gente de los escombros de los edificios destruidos y poniendo en peligro su propia seguridad para intentar ayudar. A pesar de haber perdido a menudo a sus familiares y sus hogares, siguen trabajando largas horas para tratar a los supervivientes.
"Muchos continúan con su labor asistencial porque quieren ayudar a sus comunidades en un momento de crisis nacional, pero al hacerlo pueden estar posponiendo su propio duelo y agravando su propio trauma al enfrentarse a tantas muertes y heridos".
Añade que otros ayudantes de primera línea que trabajan en las zonas devastadas, como agentes de policía, personal del ejército, profesores, líderes religiosos y equipos internacionales de respuesta, también necesitan apoyo psicosocial por las cosas indescriptibles que presencian a diario.
La doctora Yagmur Gok es una doctora de 25 años que se graduó hace solo 4 meses. Cuando se produjo el primer terremoto, se apresuró, junto con otros dos médicos, a sacar a los pacientes de su hospital en Gaziantep, y luego trabajó para atender las necesidades de los supervivientes con diversas lesiones. Cuando no está de servicio, la doctora Gok trabaja como intérprete voluntaria en un equipo médico de urgencias dirigido por personal médico turco y del Reino Unido.
"La gente está en estado de shock. Se están ocupando de su salud física y sus necesidades básicas, pero los efectos psicológicos vendrán después. Pensar dónde van a vivir y cómo van a ganarse la vida es algo que preocupa a la gente en estos momentos. Y simplemente no saben qué hacer", explica.
Yagmur Gok: "La gente está en estado de shock. Se están ocupando de su salud física, pero los efectos psicológicos vendrán después"
Por su parte, el doctor Karaoglan Kahilogullari está de acuerdo. "El trauma secundario está en todas partes. Todo el país está afectado directa o indirectamente, por lo que las necesidades de salud mental no tienen precedentes. También hay un alto volumen de duelo complicado, con tanta gente luchando por asimilar su pérdida, incapaces de enterrar a sus muertos o de realizar los importantes ritos religiosos que forman parte de su cultura para despedirse de un ser querido. Algunos ni siquiera tienen un cuerpo que enterrar, lo que hace que el proceso de duelo sea mucho más duro", señala.
La OMS ha liberado hasta ahora más de 16 millones de dólares (15, 1 millones de euros) de su Fondo de Contingencia para Emergencias para ayudar a los afectados por los terremotos de Turquía y Siria, pero con casi 26 millones de personas afectadas, hay una necesidad acuciante de más financiación.
La OMS ha lanzado un llamamiento urgente por valor de 84,57 millones de dólares (79,8 millones de euros) para satisfacer las necesidades de respuesta inmediata tanto en Turquía como en toda Siria durante los próximos tres meses. Se centrará en: garantizar el acceso a las poblaciones más vulnerables y afectadas; proporcionar atención traumatológica inmediata a los heridos, así como cuidados de rehabilitación postraumatológica; proporcionar medicamentos esenciales, botiquines de emergencia y suministros para cubrir las carencias urgentes; prevenir y controlar los brotes de enfermedades, entre otras cosas reforzando la vigilancia de las mismas; aumentar el acceso a la salud mental y al apoyo psicosocial; coordinar la respuesta sanitaria internacional, incluido el envío de equipos médicos de emergencia cuando se solicite; y garantizar el acceso a los servicios sanitarios esenciales, en particular para las mujeres, los niños, las personas mayores y quienes padecen enfermedades no transmisibles.