Una nueva investigación de la Universidad Thomas Jefferson (Estados Unidos) ha demostrado que los medicamentos que se prescriben habitualmente para tratar la hipertensión arterial también pueden mejorar la supervivencia de los pacientes con cáncer de páncreas. Los resultados, publicados en la revista científica 'BMC Cancer', sugieren que se necesita un ensayo clínico prospectivo más amplio para confirmar los resultados y potencialmente cambiar la práctica clínica.
El cáncer de páncreas es un cáncer extremadamente difícil de tratar. A pesar de los numerosos avances en el conocimiento de la biología del cáncer de páncreas, los tratamientos actuales no tienen mucho efecto sobre el pronóstico. A menos que se detecte a tiempo, lo cual es poco frecuente, sólo un 10% de los pacientes sobreviven cinco años después del diagnóstico.
"Los medicamentos para la hipertensión no tienen muchos efectos secundarios (muchos menos que la quimioterapia, por ejemplo) y, sin embargo, nuestros datos sugieren que podrían prolongar la vida de los pacientes con cáncer de páncreas. Se necesitarán estudios clínicos para explorar cuánto pueden prolongar la vida estas terapias aprobadas y de bajo coste, y nuestros datos constituyen un sólido argumento para invertir en más investigación", explica el primer autor del estudio, el doctor Scott Keith.
El grupo de pacientes con cáncer de páncreas que también tomaba fármacos de la clase ARB tenía un 20% menos de riesgo de mortalidad
Los investigadores examinaron un conjunto de datos de 3,7 millones de adultos que vivían en el norte de Italia. Se identificaron un total de 8.158 pacientes de cáncer de páncreas entre 2003 y 2011 de esta región. Los registros sanitarios de esta base de datos nacional permitieron a los investigadores examinar el historial médico completo de un paciente a lo largo del tiempo y comparar grupos por edad, sexo, uso de medicamentos adicionales y otras variables. El equipo pudo comparar a los pacientes con cáncer de páncreas con los que habían tomado medicación para la hipertensión además de su terapia contra el cáncer, y modelar o predecir el riesgo de mortalidad por grupo.
Investigaciones anteriores en animales sugirieron que las terapias de tipo ARB (que incluyen fármacos como el valsartán y el losartán) y los inhibidores de la ECA (incluidos el benazepril, el ramipril o el lisinopril) podrían frenar el crecimiento del cáncer de páncreas.
Varios ensayos clínicos de poca envergadura sugieren el mismo efecto, aunque el número de pacientes en esos estudios era demasiado pequeño para sacar conclusiones generales. Estos dos medicamentos interactúan con el sistema de la angiotensina, que normalmente se encarga de estrechar los vasos sanguíneos, pero también se ha demostrado que interactúan con las vías de crecimiento del cáncer.
Este análisis es el mayor estudio retrospectivo que ha analizado la supervivencia de los pacientes de páncreas en relación con el uso de inhibidores de la ARB y la ACE. Ello fue posible gracias a la disponibilidad de una base de datos de atención sanitaria longitudinal, exhaustiva y basada en la población, procedente de un sistema sanitario público.
Sus resultados mostraron que el grupo de pacientes con cáncer de páncreas que también tomaba fármacos de la clase ARB tenía un 20% menos de riesgo de mortalidad, y un 28% menos de riesgo para los pacientes que habían sido tratados con cirugía por su cáncer. Los que tomaron los inhibidores de la ECA experimentaron una reducción del 13% del riesgo de mortalidad en los tres primeros años tras el diagnóstico.
"No podemos predecir en qué medida estos medicamentos pueden alargar la vida. Sería necesario un ensayo clínico aleatorio para determinar ese beneficio. Pero estos datos sí sugieren que las personas con cáncer de páncreas que toman ARA o IECA viven más tiempo que las que no lo hacen", apunta Maio.