Treinta mililitros de leche materna cada tres horas durante una semana. Este fue un tratamiento contra la COVID-19 recetado a una paciente con una enfermedad genética rara que le debilita el sistema inmunitario para combatir los virus y otros patógenos. Tras dar positivo 120 días mediante PCR, la leche materna permitió a la paciente ser negativa, los resultados han sido publicados en la revista científica 'Viruses".
"He seguido a esta paciente desde que era una niña, y me preocupé mucho cuando me dijo que tenía COVID-19. El error de inmunidad innata que padece desregula todo su sistema de defensa. Su respuesta inflamatoria es defectuosa, con pocas células que vayan al lugar de la inflamación y una baja producción de anticuerpos. Dependiendo de su virulencia, los agentes infecciosos pueden llevar a dos resultados en estos casos: infección crónica o muerte", explica la pediatra Maria Marluce dos Santos Vilela, última autora del artículo.
El sistema inmunitario de los seres humanos y otros mamíferos produce normalmente cinco tipos de anticuerpos de inmunoglobulina (IgM, IgG, IgA, IgE e IgD). Los pacientes con síndromes de desregulación inmunitaria presentan una deficiencia de IgE y, en algunos casos, una ausencia total de IgA, el principal anticuerpo que neutraliza los virus y otros patógenos.
Al cabo de 15 días, la PCR seguía siendo positiva y el paciente seguía presentando síntomas leves
La IgA suele estar presente en la leche materna, así como en las secreciones respiratorias y gastrointestinales. Los síndromes también conllevan una producción muy baja de IgG, normalmente el anticuerpo más abundante en la sangre y responsable de reconocer y neutralizar los antígenos con los que el organismo ha tenido contacto anteriormente. En todo el mundo sólo se han descrito 157 casos del mismo tipo que el de este paciente.
"Nuestra estrategia fue mantener a la paciente aislada en casa, donde fue atendida por su madre, que controló la saturación de oxígeno, la temperatura corporal y la nutrición. En el hospital, podría haber contraído una infección bacteriana, que habría empeorado mucho su estado. Desde que le diagnosticaron COVID-19, en marzo de 2021, hemos seguido su evolución por videoconferencia", explica Vilela.
En los primeros 15 días de la infección, la paciente tuvo fiebre, pérdida de apetito, tos y astenia (falta de energía, debilidad), pero para sorpresa y alivio de Vilela, sus pulmones y otros sistemas no se vieron afectados. Al cabo de dos meses, su estado era el mismo, y los investigadores decidieron probar el tratamiento con plasma de convalecencia. Esto implica una transfusión de IgG y otros anticuerpos producidos por personas que se han recuperado de la COVID-19.
El procedimiento se llevó a cabo y los síntomas mejoraron, con una reducción de los marcadores inflamatorios en sangre. Sin embargo, al cabo de 15 días, la PCR seguía siendo positiva y el paciente seguía presentando síntomas leves, así como signos de adinamia, debilidad muscular generalizada asociada a procesos infecciosos prolongados.
Los investigadores le pidieron que se tomara la leche por vía oral y la mantuviera en la boca durante varios minutos.
"Nos preocupaba que la infección persistiera durante mucho tiempo, lo que debilitaría aún más a la paciente y aumentaría el riesgo de que infectara a otras personas. Al mismo tiempo, salió a la luz un artículo que demostraba que las mujeres lactantes inmunizadas con la vacuna de Pfizer producían leche con una cantidad razonable de IgA. Nos decidimos por un tratamiento experimental con leche materna para aumentar sus niveles de IgA", detalla Vilela.
Los investigadores le pidieron que se tomara la leche por vía oral y la mantuviera en la boca durante varios minutos. "La IgA funciona como una escoba en el sentido de que se adhiere a los patógenos en todo el tracto gastrointestinal, de modo que lo que es impropio se elimina en las heces. Decidimos un intervalo de tres horas entre las dosis, excepto por la noche, para no dar al virus la oportunidad de replicarse", explica la investigadora.
La paciente dio negativo al cabo de una semana, y dos veces más a intervalos de diez días. "Seguimos haciendo PCR para el SARS-CoV-2. Nos preocupa que adquiera una infección asintomática, dada la propagación de nuevas variantes", esgrime.
INFECTADO DURANTE 124 DÍAS POR EL MISMO VIRUS
Según el estudio, el virus permaneció activo en el organismo del paciente durante al menos 124 días. Los investigadores se aseguraron de que se trataba de la misma infección y no de una serie de reinfecciones, secuenciando los genomas de los virus aislados de tres muestras recogidas en fechas diferentes con fines de diagnóstico. También contaron el número de partículas virales en dos de las muestras.
"Los resultados de la secuenciación mostraron que el paciente estaba infectado por la variante gamma [P.1] del SARS-CoV-2, que se detectó por primera vez en Manaos a finales de 2020 y provocó un colapso en el servicio de salud de la ciudad a principios de 2021", señalan los científicos.
Los datos también mostraron que la paciente estaba infectada crónicamente por el mismo virus, y no sucesivamente por diferentes virus, "ya que no se encontraron mutaciones en el genoma viral en las tres reacciones de secuenciación realizadas en muestras del paciente recogidas en diferentes momentos".