Un grupo de científicos internacional ha reclamado a los gobiernos que consideren la posibilidad de seguir aplicando medidas de control estrictas como única forma de reducir la evolución y propagación de las nuevas variantes del COVID-19.
Expertos en evolución, virología, enfermedades infecciosas y genómica de la Universidad de East Anglia, el Instituto Earlham y la Universidad de Minnesota han advertido de que, aunque los gobiernos están negociando un "equilibrio precario" entre salvar la economía y prevenir las víctimas mortales del COVID-19, una "acción más contundente ahora es la mejor manera de mitigar los resultados más graves de estas cepas virulentas más adelante".
En un editorial para la revista científica 'Virulence', estos especialistas afirman que "es de suma importancia continuar con los esfuerzos de salud pública para fomentar la vacunación, así como el uso continuo de equipos de protección individual (EPI) adecuados, como la mascarilla y el mantenimiento de interacciones sociales seguras".
Una mayor virulencia, o un valor R más alto, también puede ser el resultado de que el virus evolucione la capacidad de infectar a las personas durante más tiempo
"La humanidad se enfrenta a una nueva realidad. Cuanto más rápido nos adaptemos, mejores serán nuestras perspectivas a largo plazo. Debemos detener la evolución y la propagación de cepas de virus más virulentas ahora. Por ello, apoyamos las políticas de salud pública con estrictas medidas de control para proteger nuestro sistema de salud pública, nuestro bienestar individual y nuestro futuro", señalan en su trabajo.
Los investigadores analizan lo que ha ocurrido y la mejor manera de responder ahora, destacando que el despliegue de paquetes de estímulo económico en muchos países parecen haber alimentado la tasa de transmisión interpersonal
Como resultado, afirman que al comienzo del invierno la cifra de población del virus continuó desde una base mucho más alta de lo que habría sido el caso: "Al no minimizar absolutamente el número R cuando tuvimos la oportunidad, extendimos las cadenas de transmisión del patógeno, proporcionando más oportunidades para que mutara y evolucionara en variantes más virulentas".
Además, destacan que una mayor virulencia, o un valor R más alto, también puede ser el resultado de que el virus evolucione la capacidad de infectar a las personas durante más tiempo. Los autores alertan de que la evolución continuada del virus en huéspedes animales, como los gatos y los visones, seguida de la transmisión a huéspedes humanos susceptibles, supone un riesgo significativo a largo plazo para la salud pública, lo que sugiere que la vacunación de ciertos animales domésticos podría ser importante para detener la evolución del virus.
"La vacunación contra un patógeno viral con una prevalencia tan alta a nivel mundial no tiene precedentes y, por tanto, nos encontramos en aguas desconocidas. Sin embargo, de lo que podemos estar seguros es de que, mientras la vacuna siga siendo eficaz, una mayor aceptación de las vacunas: reducirá el número de muertes relacionadas con el COVID-19, frenará la propagación de la cepa transmisible del virus y reducirá el riesgo de evolución de otras cepas aún más virulentas en el futuro. Además, no es impensable que la vacunación de algunas especies de animales domésticos sea también necesaria para frenar la propagación de la infección", concluyen.