Los investigadores han comprobado que las personas que viven más lejos del ecuador son más propensas a desarrollar esclerosis múltiple (EM) y a menudo lo han atribuido a la exposición a la vitamina D. Pero los países más alejados del ecuador también tienen más probabilidades de ser más ricos que los países más cercanos al ecuador.
Un nuevo análisis muestra que la cantidad que un país gasta en atención sanitaria puede ayudar a explicar la relación entre la EM y la latitud, según publican sus autores en la edición online de "Neurology", la revista médica de la Academia Americana de Neurología.
Según la autora del estudio, la doctora Deanna Saylor, de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins y miembro de la Academia Americana de Neurología, los resultados sugieren que las tasas de EM pueden estar muy infravaloradas en los países de bajos ingresos con menor gasto sanitario, lo que significa que las personas tienen menos acceso a los neurólogos que tienen la experiencia necesaria para diagnosticar la EM y a los escáneres de resonancia magnética que se necesitan para realizar el diagnóstico.
Para el análisis, los investigadores analizaron datos de estudios científicos y bases de datos para determinar las tasas actuales de EM en 203 países y territorios. A continuación, agruparon estos países en regiones del mundo y por niveles de renta.
Los investigadores han comprobado que las personas que viven más lejos del ecuador son más propensas a desarrollar esclerosis múltiple
Las tasas de EM variaban según la región y el nivel de ingresos. Por ejemplo, en los países de renta alta, una media de 46 de cada 100.000 personas tenía EM, frente a 10 personas por cada 100.000 en los países de renta baja. El gasto sanitario per cápita fue de 2.805 dólares (unos 2.805 euros) en los países de renta alta, frente a los 45 dólares (44, 8 euros) de los países de renta baja.
Para cada lugar, los investigadores examinaron el producto interior bruto per cápita, el gasto sanitario actual per cápita, los niveles de renta, la disponibilidad de escáneres cerebrales para diagnosticar la EM, el número de neurólogos per cápita y la asistencia sanitaria universal. También examinaron factores relacionados con el estilo de vida, como la obesidad y el consumo de tabaco.
Una vez que ajustaron los datos en función de otros factores que podían afectar al riesgo de padecer EM, como la edad y el sexo, descubrieron que el gasto en asistencia sanitaria y la latitud estaban fuertemente asociados a las tasas de EM.
La investigación demostró que, con cada aumento de una desviación estándar en el gasto sanitario per cápita, la prevalencia de la EM de un país aumentaba en 0,49. Por otra parte, con cada aumento de una desviación estándar en la latitud, la prevalencia de la EM en un país aumentaba en 0,65.
También descubrieron que el gasto en asistencia sanitaria explicaba parte, pero no toda, la relación entre la latitud y la EM. Tras ajustar otros factores, la relación entre la latitud y la EM disminuía en más de un 20% cuando se tenía en cuenta el gasto sanitario per cápita.
La disponibilidad de asistencia sanitaria universal se asoció con las tasas de EM en todas las regiones del mundo, excepto en el sudeste asiático, donde la asistencia sanitaria universal se asoció con tasas más altas de EM.
Una mayor inversión en atención sanitaria conduce a una notificación más sólida de las tasas de esclerosis múltiple
En los países de ingresos altos, las tasas de EM estaban relacionadas con la mayoría de los factores, incluidos el producto interior bruto per cápita, el gasto sanitario corriente per cápita y el número de neurólogos, pero no con el consumo de tabaco y la obesidad ni con el número de unidades de resonancia magnética per cápita. Sin embargo, en los países de bajos ingresos no se observaron asociaciones con ninguno de estos factores, lo que podría explicarse por la falta de variación significativa en los datos de estos países, indica Saylor.
Según Saylor, el hallazgo de que el gasto sanitario actual per cápita estaba muy fuertemente vinculado con las tasas nacionales de EM apoya aún más la hipótesis de que una mayor inversión en atención sanitaria conduce a una notificación más sólida de las tasas de EM.
También señala que los vínculos mínimos entre las tasas de EM y los factores de estilo de vida, como el consumo de tabaco y la obesidad, van en contra de las suposiciones anteriores de que el estilo de vida y los comportamientos de consumo explican la gran parte de las diferencias regionales en las tasas de EM notificadas.
Advierte de que se necesitan urgentemente estrategias para reducir la escasez de profesionales formados y de tecnología crítica que impiden la evaluación precisa de la carga de la EM en los países de bajos ingresos.
También alerta de que las actuales tasas más bajas de EM notificadas en estos países pueden ocultar la necesidad de formar a los proveedores de servicios médicos sobre la EM y limitar la inversión en la mejora del diagnóstico y el tratamiento en zonas en las que los escasos recursos suelen destinarse a enfermedades que se consideran más comunes.