Las temperaturas extremadamente bajas pueden ser perjudiciales para los organismos pero, a su vez, la reducción moderada de la temperatura corporal puede tener beneficios. De este modo, la temperatura corporal baja prolonga la longevidad en animales de sangre fría, como gusanos, moscas o peces. Ahora, un equipo de investigadores del Grupo de Excelencia en Investigación sobre el Envejecimiento (CECAD) de la Universidad de Colonia (Alemania) ha descubierto uno de los mecanismos responsables de este fenómeno.
En concreto, el frío activa un mecanismo de limpieza celular que descompone los agregados proteicos nocivos responsables de diversas enfermedades asociadas al envejecimiento. De hecho, en los últimos años, diversos estudios sobre organismos modelo ya han demostrado que la esperanza de vida aumenta significativamente cuando se reduce la temperatura corporal.
El profesor David Vílchez y su grupo de trabajo utilizaron un organismo modelo no vertebrado, el nematodo'Caenorhabditis elegans', y células humanas cultivadas. Ambos portaban los genes de dos enfermedades neurodegenerativas que suelen aparecer en la vejez: la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y la enfermedad de Huntington.
El frío activa un mecanismo de limpieza celular que descompone los agregados proteicos nocivos responsables de diversas enfermedades asociadas al envejecimiento
Ambas enfermedades se caracterizan por la acumulación de depósitos proteicos nocivos y perjudiciales, los llamados agregados proteicos patológicos. En ambos organismos modelo, el frío eliminó activamente los cúmulos de proteínas, evitando así la agregación proteica que es patológica tanto en la ELA como en la enfermedad de Huntington.
Más concretamente, los científicos exploraron el impacto del frío en la actividad de los proteasomas, un mecanismo celular que elimina las proteínas dañadas de las células. La investigación reveló que un activador del proteasoma mitigaba los déficits causados por el envejecimiento tanto en el nematodo como en las células humanas.
En ambos casos, fue posible activar la actividad del proteasoma mediante un descenso moderado de la temperatura. "En conjunto, estos resultados muestran cómo, a lo largo de la evolución, el frío ha conservado su influencia en la regulación del proteasoma, con implicaciones terapéuticas para el envejecimiento y las enfermedades asociadas a él", ha afirmado el profesor Vílchez.
El envejecimiento es uno de los principales factores de riesgo de varias enfermedades neurodegenerativas asociadas a la agregación de proteínas, como el Alzheimer, el Parkinson, la enfermedad de Huntington y la ELA. Al respecto, Vílchez ha expresado que estos resultados pueden aplicarse a otras enfermedades neurodegenerativas relacionadas con la edad, así como a otras especies animales.
Un hallazgo clave fue que la actividad del proteasoma también puede incrementarse mediante la sobreexpresión genética del activador. De ese modo, las proteínas causantes de enfermedades pueden eliminarse incluso a la temperatura corporal normal de 37 grados centígrados. Así, estos resultados pueden proporcionar dianas terapéuticas para el envejecimiento y las enfermedades asociadas a él.
El envejecimiento es uno de los principales factores de riesgo de varias enfermedades neurodegenerativas asociadas a la agregación de proteínas
De esta forma, el nematodo vive mucho más tiempo si se le traslada de la temperatura estándar de 20 grados centígrados a una temperatura más fría de 15 grados centígrados. Y en los ratones, un ligero descenso de la temperatura corporal de solo 0,5 grados prolonga significativamente su vida. Esto apoya la hipótesis de que la reducción de la temperatura desempeña un papel central en la longevidad en el reino animal y es un mecanismo evolutivo bien conservado.
Incluso en los seres humanos se ha observado una correlación entre la temperatura corporal y la esperanza de vida. La temperatura normal del cuerpo humano oscila entre 36,5 y 37 grados centígrados. Mientras que un descenso agudo de la temperatura corporal por debajo de 35 grados provoca hipotermia, la temperatura corporal humana fluctúa ligeramente durante el día e incluso alcanza unos frescos 36 grados durante el sueño.
Curiosamente, un estudio anterior indicaba que la temperatura del cuerpo humano ha descendido de forma constante 0,03 grados centígrados por década desde la Revolución Industrial, lo que sugiere una posible relación con el aumento progresivo de la esperanza de vida humana en los últimos 160 años.