Uno de cada 100 niños a nivel mundial tiene un trastorno del espectro autista (TEA), aunque hay países como Estados Unidos en los que la prevalencia aumenta hasta 1 de cada 54 personas según la Red de Monitorización de Discapacidades del Desarrollo y Autismo de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades del país. Estas personas se caracterizan por tener problemas en el desarrollo y complicaciones para la interacción social. Las terapias intentan mejorar esta condición, y ahora un nuevo fármaco parece haber encontrado la forma de tratar de forma efectiva los principales síntomas del TEA.
Un equipo de investigadores descubrió que un medicamento antidiarreico común puede tener potencial para tratar las dificultades sociales asociadas con el TEA, según publican en la revista 'Frontiers in Pharmacology'. Utilizaron un modelo informático que engloba las proteínas implicadas en el TEA y la forma en que interactúan.
Al observar cómo afectaban los distintos fármacos a las proteínas del sistema, identificaron posibles candidatos para tratarlo. Un fármaco antidiarreico de uso común, llamado loperamida, fue el candidato más prometedor, y los investigadores tienen una interesante hipótesis sobre cómo podría funcionar para tratar los síntomas del TEA. "No hay ningún medicamento aprobado actualmente para el tratamiento de los déficits de comunicación social, el principal síntoma del TEA", afirma la doctora Elise Koch, de la Universidad de Oslo (Noruega) y autora principal del estudio. Sin embargo, añade, "la mayoría de los adultos y aproximadamente la mitad de los niños y adolescentes con TEA son tratados con fármacos antipsicóticos, que tienen graves efectos secundarios o carecen de eficacia en el TEA".
Al investigar los fármacos existentes y su interacción con las proteínas de la red, el equipo identificó varios candidatos que contrarrestan el proceso biológico subyacente al TEA
En un esfuerzo por encontrar una nueva forma de tratar el TEA, los investigadores recurrieron a la reutilización de fármacos, que consiste en explorar fármacos existentes como posibles tratamientos para una enfermedad diferente. Este planteamiento tiene muchas ventajas, ya que a menudo se dispone de amplios conocimientos sobre los fármacos existentes en cuanto a su seguridad, sus efectos secundarios y las moléculas biológicas con las que interactúan en el organismo.
Para identificar nuevos tratamientos para el TEA, los investigadores utilizaron una red de interacción de proteínas basada en el ordenador. Estas redes abarcan las proteínas y las complejas interacciones entre ellas. Es importante tener en cuenta esta complejidad a la hora de estudiar los sistemas biológicos, ya que afectar a una proteína puede tener a menudo efectos en cadena en otros lugares, señalan. Los investigadores construyeron una red de interacción de proteínas que incluía proteínas asociadas al TEA. Al investigar los fármacos existentes y su interacción con las proteínas de la red, el equipo identificó varios candidatos que contrarrestan el proceso biológico subyacente al TEA.
El fármaco más prometedor se llama loperamida, que se utiliza habitualmente para la diarrea. Aunque pueda parecer extraño que un fármaco antidiarreico pueda tratar los síntomas principales del TEA, los investigadores han desarrollado una hipótesis sobre su funcionamiento.
La loperamida se une y activa una proteína que normalmente se ve afectada por los fármacos opioides, como la morfina
La loperamida se une y activa una proteína que normalmente se ve afectada por los fármacos opioides, como la morfina. Además de los efectos que normalmente se esperan de un fármaco opioide, como el alivio del dolor, el receptor también afecta al comportamiento social.
En estudios anteriores, los ratones modificados genéticamente que carecen del receptor u-opioide mostraron déficits sociales similares a los observados en el TEA. Curiosamente, los fármacos que activan el receptor ayudaron a restaurar los comportamientos sociales.
Estos resultados en ratones ponen de relieve la tentadora posibilidad de que la loperamida, u otros fármacos dirigidos al receptor, puedan representar una nueva forma de tratar los síntomas sociales presentes en el TEA, pero se necesitan más trabajos para probar esta hipótesis. En cualquier caso, el presente estudio demuestra el poder de suponer que los viejos fármacos pueden, en efecto, aprender nuevos trucos.